Jaime López: “Después de la música, el silencio es el mejor sonido que existe”

El músico (Boquiñeni, 1962) actúa el próximo lunes (11.00) en el Teatro de Bellas Artes de Tarazona. Tocará el piano en la proyección de ‘El chico’, de Chaplin

Jaime López, la semana pasada, jugando con un teclado en Zaragoza.
Jaime López, la semana pasada, jugando con un teclado en Zaragoza.
Guillermo Mestre

¿Es usted músico vocacional?

Fui infantico, como otro músico de Boquiñeni, Augusto de BVocal, que es bastante más joven que yo. Me caí en la marmita de la música a los ocho años –ríe– y los efectos son permanentes. Con los años empecé a tocar en La Pianola de la calle del Temple, cuando empezaba a estudiar Magisterio: buscaban a alguien que tocara el piano y yo sabía cuatro boleros, así que probé y me enganchó.

Dio con la tecla.

Era divertido, cogí habilidad… estuve casi tres años acompañando a gente que se arrancaba a cantar, y ahí coges tablas. Estudié la carrera de piano en el Conservatorio, pero lo que aprendí en La Pianola fue importantísimo.

Con la danza tiene igualmente una relación de tiempos ha.

Cuando empezó a caminar la Escuela de Danza Municipal, me presenté a la plaza de pianista acompañante. No era el mejor de los candidatos, pero sabía improvisar. Me cogieron y desde entonces soy funcionario municipal, va para 40 años allá. Lo del piano para cine mudo, el teatro y demás es fuera de mi horario de trabajo.

¿Cómo se ha dado el verano, y qué espera de lo que falta?

Las jornadas de Cine Mudo de Uncastillo fueron fantásticas, un año más: se crea un microcosmos especial entre todos. Pasamos por Ansó, con ‘La quimera del oro’ al aire libre, y la sesión para niños de Tarazona me apetece mucho.

La vida debería ser como las películas, con música de fondo.

¡Ya la tiene!

No en todas las cabezas…

Bueno, yo voy atrapando sonidos y melodías allá donde aparecen… cosas que se quedan en la cabeza y luego rinden para un buen acompañamiento a una escena de película, o un fondo de un ejercicio de danza. Van encajando.

¿Cuál es la mejor música para una persecución a Chaplin de las que aparecen en ‘El chico’ y disfrutarán en Tarazona este lunes?

Saber elegir la adecuada es algo que te va dando la experiencia. Tiras de corcheas, semicorcheas y fusas, ahí el ritmo es más importante que la melodía. En otras escenas, sin embargo, hay que desarrollar una línea melódica y dejar que el ritmo pare, o se quede por debajo. Lo mismo pasa cuando acompañas a una bailarina: a veces necesita impulso y otras, serenidad.

Fue usted pianista del Ballet de Zaragoza. ¿Qué recuerda de esa etapa?

Por allá pasó lo más granado de esta tierra en la profesión, que ya es decir, porque estamos en primerísima división. Impresiona la técnica, lo serios que son con sus cuerpos, el respeto al pianista... quienes no tienen nada que demostrar se preocupan menos por destacar, solamente hacen su trabajo, con disciplina y naturalidad.

También probó con el rock.

Sí, cuando empezaba, algo a medio camino con el pop. Se llamaba La Mousse Band; estaban María Pérez Confussion, cantante, o Javier Ares, docente en el Conservatorio. También César Peris, catedrático de percusión. Lo pasamos muy bien. Por otro lado, estudié con Gabriel Sopeña en el Seminario, somos amigos desde siempre, y me invitó a tocar el piano en una canción que cantaba él con Más Birras: ‘El siguiente eres tú’, del disco ‘Al este del Moncayo’, una balada. También estoy orgulloso de un espectáculo con José Luis Esteban enmarcado en la poesía del Siglo de Oro.

La música necesita mucho de los silencios. ¿Dónde se disfruta más y mejor del silencio en Boquiñeni?

En la ribera del río cuando está tranquilo, en la zona de las defensas. Oír el silencio te deja las neuronas esponjadas. Suena bucólico, pero es real, una sauna para los sentidos. Aunque sea paradójico, después de la música, el silencio es el mejor sonido que existe.

¿Ha conservado la inocencia suficiente para seguir emocionándose en el trabajo?

Los últimos cuatro minutos de ‘Luces en la ciudad’, de Chaplin, son la perfección; pura historia del cine. Chaplin es capaz de sacarte la mayor carcajada y saltar a la ternura absoluta en un milisegundo. Estoy orgulloso de haber visto llorar a espectadores de esta película desde mi piano. ¡Espero que esto no suene pedante! 

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