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“Emilio Lacambra ha sido la mejor persona que he conocido jamás”

El escritor Jorge Cortés Pellicer conversó durante cinco meses de 2004 con el restaurador fallecido para su novela ‘El brumario de Emilio’

Emilio Lacambra en ese espacio de acogida que fue Casa Emilio. Allí nadie se sentía forastero.
Emilio Lacambra en ese espacio de acogida que fue Casa Emilio. Allí nadie se sentía forastero.
José Miguel Marco.

El escritor Jorge Cortés Pellicer (Zaragoza, 1953), que también se halla delicado de salud y con escasa movilidad estos días de calor, ha sido uno de los grandes testigos de la vida de Emilio Lacambra (Zaragoza, 1944-2023). Le dedicó el libro ‘El brumario de Emilio’, que publicó el sello Mira de Joaquín Casanova en 2009. Dice Jorge, que publicaba a final de año ‘Memoria de aquel silencio’ (Comuniter, 2022): “Durante unos cinco meses del año 2004, quedábamos las tardes de los viernes en Casa Emilio, grababa o tomaba notas que luego formaron un extenso borrador del que saqué la novela. La trama es una larga conversación entre Emilio y un viejo amigo, donde, con saltos temporales, trata de propiciarse que Emilio recupere el gesto, la manera de entender el mundo que fue cambiando a lo largo de su intensa biografía. El autor ya conoce muy bien a Emilio desde comienzos de los años 70 e introduce contextos y personajes que lo han conformado”.

Jorge Cortés agrega que el pretexto del libro era desgranar el itinerario de la vida del restaurador, amigo de mucha gente, todo un personaje capital en la ciudad, de la que era Hijo Predilecto, y la finalidad era, también, realizar un intento de aproximación a una Zaragoza muy vital de los años 60 (mediados), 70 y siguientes. Confiesa: “Modestamente me siento orgulloso de la novela. A Emilio le gustó, de hecho parece que los hechos ciertos que refiero han sido utilizados en otros ámbitos”.

A Jorge Cortés le pedimos que recuerde detalles de aquellas sesiones. A propósito de la gastronomía dice que le gustó el fideuá, “que fue un descubrimiento en la costa catalana. Y obra suya fue la Pierna de San Jorge que estrenó el restaurante muy a comienzos de los años 80. La merluza, como se sabe, era imprescindible y riquísima”, dice Cortés.

El 2 de febrero de 2010, con motivo del 70 aniversario del restaurante Casa Emilio en Zaragoza. De izquierda a derecha: José Miguel Martínez Urtasun, Emilio Lacambra, María Pilar Lacambra, Guillermo Lacambra y Jorge Cortés Pellicer, el hombre que conversó durante cinco meses con Emilio.
El 2 de febrero de 2010, con motivo del 70 aniversario del restaurante Casa Emilio en Zaragoza. De izquierda a derecha: Martínez Urtasun, Emilio, María Pilar  y Guillermo Lacambra y Jorge Cortés Pellicer, el hombre que conversó durante cinco meses con Emilio.
Esther Casas / Heraldo.

Conversador infatigable, tan humano como curioso, tan próximo como generoso era Emilio Lacambra, el establecimiento familiar albergó durante muchos años, hasta anteayer mismo se podría decir, toda suerte de aventuras intelectuales, lúdicas, teatrales, festivas. Casa Emilio, mírese como se mire, fue un lugar donde todo era posible, hasta los pactos de estado, las conjuras, los miniconciertos, la transgresión, historias de seducción y de amor, el arte o la poesía. Un listado de la gente que pasó por allí nos dejaría boquiabiertos.

Señala Jorge Cortés: “Emilio Lacambra admiraba por encima de todo la amistad, la lealtad en los afectos, incluso por lo que fuera y a costa de lo que fuera. A su hija Adriana, me consta, la quiso mucho, muchísimo. Y entre los centenares de amigos de sus casi 79 noviembres, he llegado a la conclusión de que Eduardo González y Pablo Royo, amigos de Escolapios y luego del TEU, del Teatro de Cámara y del Teatro Estable, y de militancia política, ocupan en sus afectos un lugar muy preferente”. Su corazón era tan grande y generoso que podría parecerse a un arca de Noé del cariño, del respeto y de los personajes más variopintos. Emilio Lacambra tenía amigos y conocidos hasta debajo de las piedras.

"A su hija Adriana, me consta, la quiso mucho, muchísimo. Y entre los centenares de amigos de sus casi 79 noviembres, he llegado a la conclusión de que Eduardo González y Pablo Royo, amigos de Escolapios y luego del TEU, del Teatro de Cámara y del Teatro Estable, y de militancia política, ocupan en sus afectos un lugar muy preferente”, dice Jorge Cortés

Aunque parezca extraño, Jorge Cortés cuenta que no tiene fotos. “Nunca me interesó ese aspecto ni creo que a él. Todas las conversaciones se mantuvieron en el comedor interior, donde tenían lugar todo tipo de reuniones, hasta que se construyó la planta superior, y siempre solamente Emilio y yo. La idea de la novela surgió después de que presentase mi libro sobre los maquis, ‘La savia de la literesa’, que apareció en 2003, y se lo expuse con estas palabras: ‘Después de tantos años quiero escribir sobre ti’”.

A Emilio Lacambra le pareció bien. Le enseñó a su interlocutor en ese período muchas fotos suyas de la infancia y juventud, “que conservarán su esposa Pilar o su hija Adriana. Descubrí tantos años después que era la mejor persona que he conocido jamás”. 

Tratado con corticoides, Jorge es consciente que se acaba de ir un zaragozano ejemplar, que amaba la ciudad y su paisanaje, solidario con los demás, entregado a la gastronomía y su historia (le gustaba decir que su admirado Vázquez Montalbán había ido a su casa a tomar borrajas, una de sus debilidades), y le apena que su enfermedad le impedirá asistir a la ceremonia civil del amigo y del conversador inagotable, un fabuloso contador de historias que supo estar con los de abajo, hombro con hombro contra la injusticia, y que fue admirado y querido por los de arriba.

VELATORIO Y FUNERAL

A partir del viernes día 28 de julio. Tanatorio de Torrero. Velatorio 15.

Funeral día 29. 10 de la mañana. Capilla 1.

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