cine. ocio y cultura

José María Forqué, se cumple un siglo del nacimiento de este maestro de la imagen

El director, guionista y productor zaragozano rodó 50 películas como 'Atraco a las tres' o las series 'Ramón y Cajal' y 'Miguel Servet'

Verónica Forqué y su padre José María Forqué con el Goya de Honor de 1994.
Verónica Forqué y su padre José María Forqué con el Goya de Honor de 1994.
Archivo Heraldo.

ZARAGOZA. "Mi sangre verdadera está en el cine, que es mi vida y mi sueño»", decía en julio de 1988, en el monasterio de Veruela, el director de cine José María Forqué (Zaragoza, 1923-Madrid, 1995), del que el día 8 se cumple un siglo de su nacimiento. Añadía para HERALDO cinco años después: "Yo he sido feliz en este trabajo", y matizaba en diálogo con Óscar Nieto que lo más duro de su carrera, variada y susceptible de abarcar y abrazar casi todos los géneros, había sido gustar al público.

No fue su caso: Forqué, que da nombre a unos famosos galardones de cine, trabajó, y mucho, desde los 28 años, en el cine y en la televisión, y firmó algunos trabajos espléndidos como ‘Amanecer en Puerta Oscura’ (1957), ‘Maribel y la extraña familia’ (1960) y ‘Atraco a las tres’ (1963), y series tan logradas como ‘Ramón y Cajal’ (1982), con Adolfo Marsillach, mimetizado hasta lo indecible con el sabio y Nobel de 1906, y su adorada hija Verónica Forqué.

Del Gancho y el TEU al Gijón

José María Forqué Galindo fue un autodidacta absoluto. Nacido en la calle San Pablo, a él le gustaba decir que había nacido en el Gancho, cerca de la torre mudéjar y el Oasis, los gremios y los rumores del Mercado Central. Se educó en los cines de Zaragoza y estudió en los Escolapios, donde logró una beca "por listo". Cultivó su inicial mitomanía, como harían muchos otros como Julio Sánchez Millán o Antonio Artero, entre otros. "Allí empecé a amar la imagen", revelaría.

Quiso estudiar Arquitectura, y lo intentó sin suerte en Barcelona. En ese período de incertidumbre trabajó de dibujante y delineante, y pareció inclinarse por el teatro en el TEU. Con menos de 20 años, decidió trasladarse a Madrid a medir el tamaño de su ambición; alternó diversas ocupaciones, y se inclinaría hacia el cine, en la escritura de guiones y en la dirección de sus primeros cortometrajes. Al parecer aquel joven de ojos azules, que frecuentaba las tertulias del café Gijón, llegó a dirigir hasta quince. También es cierto que le encantaba recorrer los estudios y asistir a los rodajes.

Cuando miraba hacia atrás, sus respuestas variaban lo justo. Contemporáneo de Pedro Lazaga, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem, etc., diría: "Fuimos autodidactas y aprendimos a hacer cine viendo mucho, sobre todo, cine americano". Pero también aprendía sobre el terreno, y a los 28 años debutaría, con el citado Lazaga, con ‘María Morena’ y ya en solitario con ‘Niebla y sol’ (1951), que le financió el mecenas zaragozano Miguel Herrero.

Retrato de José María Forqué con la cámara de cine. Ana Marquesán conserva esta foto en los fondos de la Filmoteca.
Retrato de José María Forqué con la cámara de cine. Ana Marquesán conserva esta foto en los fondos de la Filmoteca.
Archivo Filmoteca de Zaragoza.

En un tiempo complejo, con la herida aún rusiente de la Guerra Civil, apostó por temas nada fáciles como ‘Embajadores en el infierno’ (1956), sobre la División Azul. Su mirada fue tan insatisfactoria para los falangistas que casi organizan un acto de desagravio a raíz de la película. Y en colaboración con el dramaturgo Alfonso Sastre, que por entonces y durante algún tiempo viviría una particular historia de amor con la actriz y modelo aragonesa Mayrata O’Wisiedo, como escribió Carmen Martin Gaite en su libro 'Esperando el porvenir'. Con él redactando los libretos, realizaría tres películas: ‘Amanecer en Puerta Oscura’, sobre el bandolerismo andaluz con Paco Rabal, que lograría el Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1957, ‘Un hecho violento’ y ‘La noche y el alba’, una de sus obras más complejas y no asimiladas: era una llamada a la reconciliación nacional. La incomprensión del público le llevó hacia el cine policiaco con ‘De espaldas a la puerta’. O con ‘Usted puede ser un asesino’.

El artista y artesano versátil

Forqué era muchas cosas. Más que la pátina de autor, lo que le interesaba era hacer películas. Medirse. Contar historias. Y, aunque hizo bastantes policiales, rodó ‘Maribel y la extraña familia’ (1960), con Silvia Pinal, actriz fetiche de Luis Buñuel, y Adolfo Marsillach. La película funciona y se sigue con gusto. Y en 1963, estrenó una de sus mejores cintas: esa comedia, con ribetes de sainete y policial acelerado, que fue ‘Atraco a las tres’, donde demostró que poseía sentido del humor, ritmo, talento en la dirección de actores y sutileza en la denuncia social. Forqué hizo debutar a muchos intérpretes, desde Alfredo Landa y Gracita Morales a Analía Gadé; dirigió a Alida Valli, Concha Velasco, Gloria Grahame, Sue Lyon...

Trabajaba mucho en equipo con los guionistas (en particular con Hermógenes Sainz y Alfonso Sastre), adaptaba obras teatrales y literarias –entre ellas los cinco capítulos de ‘El jardín de Venus’ de Braulio Foz–, que resolvió siempre con oficio, y también se aproximó al cine erótico o de destape como pedían aquellos cánones. También hizo musicales con Rocío Dúrcal, Los Bravos o sobre el tenor navarro Julián Gayarre.

Para entonces ya había fundado su propia productora Orfeo y trabajó sin descanso; en 1964 estrenó hasta cinco películas; en 1968, cuatro. Firmó casi 50 títulos y se despidió en 1993 con ‘Nexus’. Antes capitaneó en TVE las series, con la asesoría del escritor Santiago Lorén, ‘Ramón y Cajal’, en nueve capítulos, y ‘La ceniza y la sangre’ (1988), en siete, en varios escenarios aragoneses.

Con Aragón tenía una relación de amor y desamor, un poco al pudoroso modo labordetiano. En el monasterio de Veruela, en julio de 1988, me dijo: “Quizá yo con Aragón tenga una vinculación directa, no Aragón conmigo. Me explico: esta tierra nunca ha sido cordial con su gente. Un día me preguntó Luis Buñuel qué tal me trataba la crítica zaragozana y le dije que me trataba peor que ninguna otra de España. Me contestó: ‘A mí me pasa lo mismo’. O sea, que debe ser bastante normal y me parece estupendo porque eso refleja nuestro carácter, que no tiene semejanza con ninguno ni tiene por qué halagar a nadie”. 

Matizaba de inmediato: “En todo caso es un problema mío con Aragón, no de Aragón conmigo. Ni tiene que agradecerme ni darme nada, Soy yo quien tengo que agradecer el haber nacido en Zaragoza y el haber poder hacer estas cosas por Aragón".

Casado con la escritora Carmen Vázquez-Vigo desde 1947, recibió diversos galardones: la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1992); el Premio Nacional de Cinematografía, en 1994, y el Premio Goya de Honor (1994); esa distinción se le entregaron Luis García Berlanga y su hija Verónica Forqué (también tuvo otro hijo, ya fallecido: Álvaro). Fue un momento muy emocionante, y él, ya seriamente enfermo de cáncer, dijo que “a pesar de las pérdidas, la tierra es muy hermosa”. Florentino Soria y Pascual Cebollada le dedicaron sendas monografías.

En 1996, tras su muerte, Egeda creó unos premios de la industria que llevan su nombre. Al fin y al cabo, había hecho mucho por el cine, donde exploró todas las formas de contar, con cuidado, sensibilidad, cuidadosa dirección de arte y ambientación, y un respeto máximo por la condición humana, la materia central, el tesoro y el drama y la belleza, de sus películas.

José María Forqué en el Festival de Cine de Huesca, donde fue objeto de un homenaje.
José María Forqué en el Festival de Cine de Huesca, donde fue objeto de un homenaje.
Archivo Heraldo.
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