Gastroarqueología 

Un viaje al Antiguo Egipto de Tutankamón sin salir del Mercado Central de Zaragoza

Los sótanos del Mercado Central de Zaragoza albergaron la noche del viernes una actividad de gastroarqueología con motivo del centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón. 

Celebración de una cena egipcia en los sótanos del Mercado Central
Celebración de una cena egipcia en los sótanos del Mercado Central
Camino Ivars

Cuando el reloj marca las 20.30 del viernes, un grupo de unas 30 personas accede a los sótanos del Mercado Central de Zaragoza, que, en esta ocasión, lucen algo diferente a lo que estamos acostumbrados. En su interior, varios jeroglíficos, imágenes de figuras mitad hombre, mitad animal, y dos mesas repletas de objetos que emulan algunos del Antiguo Egipto protagonizan la primera velada de 'gastroarqueología’ celebrada en la capital aragonesa, con motivo del centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón.

¿Los culpables? Los miembros de la Asociación Cultural Ideo, fundada por la arqueóloga e historiadora Ana María Royo y la educadora Alicia Escanilla. “Fue el 4 de noviembre de 1922 cuando Howard Carter, arqueólogo y egiptólogo inglés que descubrió el primero de los peldaños de una de las reliquias mejor conservadas del Antiguo Egipto. Una tumba que llevaba cerrada a cal y canto 3.325 años. Algo inusitado en aquel momento”, recuerda Ana María, ataviada con un traje de mujer de alta alcurnia de la época, peluca incluida.

En su caso, porta una túnica de lino -solían usarse telas muy livianas para hacer frente a las altas temperaturas- a la que se une una capa, denominada kalastris, y un sash, o fajín. “La verdad es que muy cómodo no era”, reconoce, mientras se mueve por la sala.

En cuanto al objetivo de esta actividad, este no es otro que realizar un viaje al Antiguo Egipto a través de los cinco sentidos. “Queremos desmontar algunos mitos que se han instalado en nuestra cultura por culpa de Hollywood y los medios de comunicación, y acercar esta interesante cultura a los vecinos de la capital aragonesa”, reivindica la zaragozana que trabajó durante cuatro años en el Museo Egipcio de Barcelona. Para disfrutar de este viaje – de algo más de dos horas de duración- por la vida faraónica y aquella de a pie de calle, hicieron uso de la recreación de sus indumentarias, música y danza, cosmética, perfumería y, por supuesto, de sus alimentos.

Sin embargo, el punto de partida principal era el de una experiencia pionera de ‘Arqueogastronomía’, o lo que es lo mismo, el estudio de la comida y las costumbres en la antigüedad. De la mano de ocho platos, los asistentes degustaron algunos de los alimentos más consumidos en la época, como lentejas, lechuga, huevos, codorniz, cebolla o cerveza. “Gracias a las investigaciones e iconografías de las tumbas, hemos podido reproducir recetas, rituales e incluso una serie de danzas”, afirma. Dentro del menú, los asistentes pudieron degustar una ensalada de lentejas, tahina -una pasta de sésamo- o una tosta dulce de dátiles: “Se sabe que el pez Mújol era muy consumido, también incluido en el menú, como las legumbres, que eran muy apreciadas en la época junto con las especias”.

Viaje al Antiguo Egipto sin salir de los sótanos del Mercado Central de Zaragoza
Viaje al Antiguo Egipto sin salir de los sótanos del Mercado Central de Zaragoza
Camino Ivars

De hecho, nada más llegar, los invitados podían leer una suerte de carta en la que aparecían una serie de jeroglíficos que se correspondían con cada uno de los alimentos que iban a degustar. Mientras tanto, Arancha Monteagudo compartía algunas curiosidades sobre indumentaria, maquillaje y aromas de la época. “Todas las personas con poder adquisitivo iban rapadas para evitar ser víctimas de plagas. No cualquier persona podía permitirse una peluca. Eso sí, las de los hombres eran más voluminosas que las de ellas”, explica.

Durante seis meses, esta experta en recrear la época romana se ha sumergido de lleno en el Antiguo Egipto para dar vida a cinco personajes: dos aristócratas, dos sirvientas -o mujeres del pueblo llano- y una bailarina. “El rigor en nuestras actividades es fundamental. Todo cuenta con una sólida base histórica”, afirma Escanilla.

En cuanto a las prácticas en materia de cosmética, sorprende que la mayoría de los materiales utilizados eran tóxicos: “Usaban plomo, amapola, antimonio o cerusita”. ¿Otro dato curioso? Cuando perdían a un ser -o animal- queridos, se depilaban. “Si era un gato, se quitaban las cejas. Un perro conllevaba depilarse todo el cuerpo”, señala. Los asistentes también tuvieron la oportunidad de oler algunos perfumes de moda en la época, a base de almendra, cáñamo o uno de los más famosos: la flor de loto azul.

Otro de los momentos estrella lo protagoniza la bailarina Silvana Solías, encargada de interpretar una sesión de ‘Arqueodanza’, reproduciendo una serie de pasos de baile que la joven ha sacado de imágenes, textos y músicas de la época. “Intentamos imaginar cómo podrían haber sido estos bailes partiendo de iconografía y documentos recuperados de aquel momento a los que intento dar movimiento. Había muchas acrobacias y pasos de cierta dificultad”, reconoce. Estas danzas, eminentemente rituales, acompañaban eventos como banquetes, funerales o citas sociales.

Viaje al Antiguo Egipto sin salir de los sótanos del Mercado Central de Zaragoza
Viaje al Antiguo Egipto sin salir de los sótanos del Mercado Central de Zaragoza
Camino Ivars

Obsesionados con la vida

Sin duda, uno de los grandes mitos que rodean al mundo egipcio tiene que ver con su supuesta obsesión con la muerte. Royo asegura que nada más lejos de la realidad: “Más bien estaban obsesionados con la vida”. En su cultura, daban una gran importancia al concepto de equilibrio, relacionado con lo justo. “Ellos no creen en el bien y el mal, sino en lo que es justo”, explica.

De hecho, cuentan los textos que era la diosa Maat, simbolizada con una pluma, la que llegado el día del juicio final decidía si habías tenido una vida justa o no. “En el más allá se ponía el corazón a un lado de la balanza, y al otro esta pluma. Tenía que pesar lo mismo, sino, desaparecías”, señala. Era la diosa Amnit -con cabeza de cocodrilo, cuerpo de león y culo de hipopótamo-, la encargada de devorar tu corazón y borrar tu existencia.

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