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Elvira de Hidalgo, una voz en su siglo

Juan Villalba construye, paso a paso, la carrera de la soprano turolense, maestra decanto de Maria Callas,  en una biografía totalizadora de Fórcola

Elvira de Hidalgo y su alumna y amiga Maria Callas.
Elvira de Hidalgo y su alumna y amiga Maria Callas.
Archivo Heraldo.es

La gran soprano aragonesa Elvira de Hidalgo, nacida a finales de 1891, en Valderrobres, y fallecida en Milán en 1980, fue conocida durante mucho tiempo no por su valía personal, sino por haber sido la maestra de Maria Callas. Hubo noticias breves sobre este magisterio en algunos periódicos españoles a finales del siglo XX, como los dedicados por Mario Sasot en HERALDO y ‘La Vanguardia’, en 1988 y 1989. Solo a principios del siglo XXI se comenzó a dar prioridad a su personalidad artística propia, desligada de la diva griega, cuya fama universal la eclipsó frecuentemente.

Javier Barreiro, en su libro ‘Voces de Aragón; intérpretes aragoneses del arte lírico y la canción popular’, que abarca todo un siglo, de 1860 a 1960, al mismo tiempo que el investigador Manuel Siurana Roglán, paisano y pariente lejano de la soprano, que organizó un concierto en su homenaje, en 2003, contribuyeron a girar la atención sobre su propia figura, en el sentido antedicho.

De todo ello y de mucho más trata el reciente libro de Juan Villalba, ‘Elvira de Hidalgo. De prima donna a maestra de Maria Callas’, editado por Fórcola, con la ayuda del Instituto de Estudios Turolenses y de la Fundación Cultural Valderrobres Patrimonial. Ha sido precisamente esta Fundación la que ha conseguido que los restos mortales de la artista reposen en el panteón preparado al efecto es su villa natal.

Hasta entonces habían estado en Milán, ciudad que fue la base de su formación y lanzamiento artístico. Hace un lustro de esta efeméride (2016), que completa un ciclo de reconocimientos iniciado hace más de treinta años, concretamente el 28 de abril de 1991, cuando se le dedicó una calle en Valderrobres. Hoy también la tiene en Zaragoza, desde 2009, fecha en la que al mismo tiempo otro paisano suyo, el arqueólogo Juan Cabré, nacido en Calaceite, ingresó en el callejero de la capital aragonesa, recibiendo idéntico honor la discípula de Elvira, la inefable Maria Callas.

Como señala el autor en la Introducción de su obra, amplísima, profusamente ilustrada y documentada, Elvira de Hidalgo, nacida como Elvira Juana Rodríguez Roglán, era bastante conocida en los círculos artísticos, pero se ignoraba su trayectoria humana. «Una biografía no es tan solo una relación de fechas y nombres ordenados cronológicamente, sino que debe ir acompañada de una explicación del personaje dentro del contexto histórico que le tocó vivir», indica Villalba al iniciar su prolija información.

Que se lee con enorme agrado porque las dotes narrativas del autor han convertido lo que pudiera ser una simple biografía académica en algo mucho más ameno. Baste como testimonio el relato del nacimiento de Elvira: «Sus disonantes berridos ascendieron por las empinadas calles del pueblo hasta llegar a la altura de las enigmáticas gárgolas de la iglesia y de las almenas del castillo; tan intenso llegó a ser, que logró despertar de su letargo al ciclópeo óculo de la parroquial de Santa María la Mayor, el más grande de Aragón, y amenazó con hacerlo estallar en mil fragmentos; cuando cesó, festejó la nueva vida y el silencio propagando irisados destellos de luz por todos los rincones de la villa».

Elvira de Hidalgo en el Kursaal de Ostende.
Elvira de Hidalgo en el Kursaal de Ostende.
Archivo Juan Sebastián.

A lo largo del libro se repasan múltiples aspectos de la personalidad de Elvira, desde su amistad con el mundo taurino hasta la falsa nobleza de la que se valió para ensalzar su imagen en un contexto frecuentado por la aristocracia, aunque finalmente consiguió un título por vía matrimonial.

El texto nos introduce de manera directa en los ambientes artísticos del momento, descendiendo a detalles biográficos de numerosos colegas, comentando sus manías y recurriendo incluso a escritores del nivel de Joyce que, en su relato ‘Los muertos’, narra lo que estaba ocurriendo en la época respecto al cambio de mentalidad entre los cantantes de ópera. Hay también un estupendo análisis de las ‘claques’ contratadas para aplaudir en los teatros, y elementos tan curiosos como que nuestra protagonista diera clases de castañuelas.

Destaca también la enorme personalidad de Elvira en el cuidado de su aspecto, así como su decisión inquebrantable de ser independiente desde todos los puntos de vista, incluido el económico, y el haber concebido el matrimonio como un vehículo de interés en sus sucesivas relaciones. También el dato de que fuera como un emblema familiar, atendiendo a sus padres, rodeándose de sus hermanas, dando trabajo a sus deudos, etc.

En torno a ella giran extraordinarias figuras del mundo operístico, tanto españolas como extranjeras, desde el mito ruso Feodor Chaliapin, hasta la propia Maria Callas (a la que dedica la segunda parte), sin olvidar a Miguel Fleta y al prepotente Hipólito Lázaro, con quien el tenor aragonés tuvo sus más y sus menos.

El libro se completa con una minuciosa discografía, así como con su cronología artística realmente sorprendente en unos años en los que las distancias tenían otra dimensión. Son también muy amplias la bibliografía, la relación de notas y el índice onomástico final.

BIOGRAFÍA

'Elvira de Hidalgo. De prima donna a maestra de Maria Callas’. Juan Villalba Sebastián. Fórcola, en colaboración con IET y la Fundación Cultural Valderrobres. Madrid, 2021. 574 páginas.

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