Polonia elige el domingo en las urnas entre acercarse a Europa o radicalizarse

Las encuestas dan una nueva victoria al partido ultraconservador en el poder, pero la duda es si necesitará apoyarse en la extrema derecha.

El líder del partido gobernante conservador Ley y Justicia de Polonia, Jaroslaw Kaczynski, en el centro, habla con sus partidarios durante el último mitin de campaña antes de las elecciones parlamentarias en Polonia
El líder del partido gobernante conservador Ley y Justicia de Polonia, Jaroslaw Kaczynski, en el centro, habla con sus partidarios durante el último mitin de campaña antes de las elecciones parlamentarias en Polonia
Czarek Sokolowski

Polonia celebra este domingo elecciones legislativas, pero en las urnas no sólo se la jugarán los polacos sino el conjunto de Europa, que desde hace tiempo ve cómo este país gobernado por el ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS) se aleja cada vez más del bloque en asuntos como la crisis migratoria o el apoyo a Ucrania. Los comicios son la oportunidad de regresar a la senda comunitaria, con el candidato Donald Tusk, expresidente del Consejo Europeo, al frente de la centrista Plataforma Cívica (PO), o de continuar por el camino actual, con un tercer mandato consecutivo del PiS, al que las últimas encuestas dan como ganador. Por poco, eso sí.

Los sondeos más recientes sugieren que el partido Ley y Justicia de Jaroslaw Kaczynski -el líder del PiS y también del país aunque el cargo de primer ministro lo ocupe Mateusz Morawiecki- conseguirá este domingo en torno al 35% de las papeletas, mientras que Plataforma Cívica rondará el 30%.

La distancia es escasa pero, de mantenerse en las urnas, la gran incógnita pasa por saber si la formación populista que gobierna Polonia desde 2015 sumará los votos suficientes para no necesitar apoyarse en otras siglas. Hoy ostenta el poder en solitario (con 227 de los 460 escaños del Parlamento) aunque tiene el respaldo de grupos menores y diputados independientes que le dan un escenario más o menos plácido a la hora de sacar adelante sus iniciativas populistas.

El riesgo de los comicios de este domingo es que arrojen un escenario político en Polonia aún más radicalizado si a Ley y Justicia no le dan las cuentas para retener una mayoría suficiente y debe buscar un socio que comulgue con sus ideas euroescépticas y a favor de un mayor control de la justicia -su reforma del sistema judicial ha sido muy controvertida- o de los medios de comunicación. A su derecha tiene a los ultranacionalistas de Confederación que, según los últimos sondeos, lograrían el 8% de los votos -seis puntos por debajo que hace unas semanas- y que, sobre todo, destaca como la formación con más tirón entre los polacos que acuden a las urnas por primera vez.

El candidato Donald Tusk, expresidente del Consejo Europeo, al frente de la centrista Plataforma Cívica (PO)
El candidato Donald Tusk, expresidente del Consejo Europeo, al frente de la centrista Plataforma Cívica (PO)
KACPER PEMPEL

Voz discordante

Lo cierto es que el partido del viceprimer ministro Kaczynski (74 años) se ha concentrado en la campaña electoral que acabó este viernes -con aún diez millones de indecisos, en torno a un tercio de los electores- en mostrar a Tusk (66 años) como su rival. La bronca con todo lo que suene a Europa, o más bien a sus instituciones, se ha convertido en algo habitual desde las filas de Ley y Justicia. El Gobierno de Polonia, junto al húngaro de Viktor Orbán, fueron los encargados de dinamitar la declaración de la Unión Europea sobre migración en la reciente cumbre de Granada por no compartir, entre otras cuestiones, los mecanismos de solidaridad cuando un país se enfrenta una llegada masiva de migrantes. Solo unos días había saltado el escándalo por el supuesto fraude en la emisión de visados de entrada a la UE desde consulados polacos.

Las entradas irregulares en el país -con sus fronteras cada vez más vigiladas- es una de las obsesiones del Ejecutivo de Morawiecki, que aprovechó la convocatoria de elecciones para acompañarla de un referéndum con la inmigración como una de sus principales cuestiones. Varsovia también se ha convertido en una de las voces europeas discordantes con la política comunitaria de apoyo sin fisuras a Ucrania, primero, con el veto a la entrada de cereal de este país -como defensa de los agricultores locales, argumenta el Ejecutivo- y, después, con la decisión de no enviar más armamento a Kiev para reforzar a su propio ejército. Unas decisiones que Bruselas mira con lupa, igual que los comicios de mañana, que pueden ahondar la brecha de Polonia con Europa y dar otro pedazo de poder a la ultraderecha en el viejo continente.

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