Los túneles de Gaza, una trampa mortal

Israel decide arrasar la zona en la que va a operar para evitar emboscadas aplicando la llamada 'doctrina Dahiya', que en 2006 fracasó en Líbano

Imagen de archivo de los terroristas de Hamás en el interior de uno de los túneles clandestinos de Gaza
Imagen de archivo de los terroristas de Hamás en el interior de uno de los túneles clandestinos de Gaza
REUTERS

Hay dos Gazas. La que está en la superficie y la que no vemos bajo tierra". Esta frase la pronunció un responsable de Inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés) tras una de las operaciones que ha llevado a cabo en el interior de ese territorio. La decisión de Tel Aviv de entrar en la franja en respuesta a las masacres del 7 de octubre puede ser el equivalente a lanzarse de cabeza a una trampa mortal. Porque Hamás lleva años entrenando para hacer frente a una invasión terrestre de sus enemigos.

Se sabe que Hamás ha gastado en la última década millones de dólares en la fabricación de una red de túneles inmensa bajo los 365 kilómetros cuadrados de superficie de Gaza. Estas galerías no son meros pasos subterráneos. En muchas ocasiones están formadas por grandes búnkeres repletos de armas, centros de mando y control, y salidas auxiliares por las que pueden acceder al exterior para atacar al enemigo y luego ocultarse. En ocasiones, su alcance le ha permitido llegar incluso a suelo israelí.

Pero además, Hamás cuenta con una ventaja clave. Conoce el terreno y en él goza del apoyo de la población. Es una circunstancia clave en una situación de combate urbano, quizá el más peligroso de los campos de batalla a los que se puede enfrentar un ejército. Y Hamás ya ha combatido con Israel en ese terreno.

Las IDF han realizado en los últimos años tres operaciones importantes en Gaza: 'Plomo fundido', en 2008; 'Pilar defensivo', en 2012 y 'Margen protector', en 2014. Aunque los yihadistas han experimentado miles de bajas en esas acciones, también han aprendido las tácticas del rival.

Gaza también puede ser una emboscada letal porque Hamás lleva años almacenando armamento para preparar una gran operación. Hasta hace una década, sus arsenales procedían por completo de Irán. En 2011, las fuerzas navales de Tel Aviv interceptaron un barco de bandera alemana con 50 toneladas de armas procedentes de Teherán. A partir de ese momento, la organización palestina comenzó a levantar sus propias fábricas de armamento para no tener que depender de los suministros exteriores, que podían ser cercenados por Israel en cualquier momento. Por ello se sabe que ha acumulado cohetes de fabricación casera, munición de mortero y explosivos. La invasión del pasado día 7 demostró también que contaba con grandes cantidades de misiles -lanzó 5.000 en unas horas- pero además reveló que había aprendido a utilizar drones y parapentes de fabricación comercial para preparar a su ejército. Aunque es imposible saber con certeza cuántos misiles conserva, algunas fuentes estiman que son más de 30.000, en sus diferentes tamaños y modalidades.

Israel también se ha preparado para esta invasión. Uno de los lugares clave en ese entrenamiento es Tzeelim, un campo de instrucción especial de combate urbano. Este cuartel, denominado la 'pequeña Gaza', es un pueblo ficticio con medio millar de edificios en el que los soldados se instruyen para actuar en ciudades pobladas. También ha adoptado sus armas para ese tipo de combate, en especial, sus carros blindados Merkavas, de los que dispone 1.300 unidades.

Pero la gran adaptación que ha realizado Israel es su estrategia. Dentro del secretismo que rodea a todo lo que tiene que ver con los preparativos de guerra, se cree que las IDF han elaborado la llamada 'doctrina Dahiya'. Esta estrategia fue fruto del debate que llevó a cabo la cúpula militar y política israelí en 2006, después de que su entrada en Líbano se convirtiese en un desastre, en el que llegaron a perder una división blindada en un día por las emboscadas que les tendió Hezbolá.

El comandante Eisenkot

El comandante israelí Gadi Eisenkot resumió cuál iba a ser a partir de ese momento la actitud israelí si tenía que volver a incursionar en territorio enemigo. "En el próximo ataque destruiremos el Líbano y no nos pararán las protestas internacionales. Arrasaremos 160 aldeas chiitas que se han convertido en bases militares", aseguró.

Ese concepto pasó a formar parte del ideario militar a la hora de entrar en las zonas de peligro. Antes de arriesgarse a sufrir una nueva derrota, las IDF están dispuestas a arrasar todas las infraestructuras del enemigo con fuego de artillería, misiles y bombarderos. El objetivo es que los militares puedan penetrar en la zona sin miedo a las emboscadas y que el adversario no tenga capacidad de reacción. Pero esta forma de proceder tiene el problema moral de atacar a la población, destruir infraestructuras civiles y atraer hacia Israel las críticas de la comunidad internacional por su forma de proceder.

Esta doctrina está detrás del plazo de 24 horas que Israel ha dado a la población de Gaza para retirarse de la zona norte, lo que implica el desplazamiento de un millón de civiles. Israel intenta reducir al máximo las bajas para evitar que se la presión internacional la que le obligue a modificar su estrategia en la inminente invasión por tierra de Gaza.

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