gastronomía

El lacre, un sello de elegancia para las botellas de vino

El lacre o cera para cubrir el cuello de las botellas es una tendencia que cada día se encuentra en más vinos.

Detalle de una botella rematada con lacre y, en este caso, también con un sello estampado.
Detalle de una botella rematada con lacre y, en este caso, también con un sello estampado.
Fernando Mora

Algunas botellas de vino que se encuentran en el mercado –cada vez más– están acabadas con cera o lacre en lugar de la habitual cápsula. Esta tendencia se relaciona con vinos más exclusivos, personalizados y también son cierto un guiño a antaño.

"Trabajo con el lacre desde hace muchos años y siempre se ha asociado con el prestigio y la calidad", expresa Jorge Navascués, del proyecto Mas de Mancuso de Almonacid de la Sierra. "Da una imagen más artesanal –agrega–, lo convierte en un proyecto más íntimo".

Navascués también considera que es una cuestión de logística. En la misma línea, Fernando Mora viaja al piso del barrio de Valdespartera de Zaragoza cuando se le pregunta por su relación con el lacre. "Hacer vino era una afición y los recursos limitados, por lo que no podía usar cápsulas, que se comercializaban en paquetes de 30.000 unidades y yo había hecho 100 botellas para el proyecto Latidos de Vino", recuerda el Master of Wine. La historia se repitió con el primer Frontonio: "Tenía 606 botellas y no podía comprar miles de cápsulas". Sin embargo, Mora en paralelo estudiaba vinos de otras zonas y encontró el uso de lacre.

"Entonces empecé a utilizar cera de abeja que calentaba en un cazo donde sumergíamos el cuello de la botella", rememora. Con el paso del tiempo, cambió al sintético y en la actualidad opta por el "lacre de verdad, el que queda duro y se rompe en trocitos". Fue cuando comenzaron a trabajar con el viñedo El Jardín de las Iguales, botellas que rematan con un sello estampado, como las cartas de antaño.

Así, para Fernando Mora, el uso de esta técnica ha pasado de ser una necesidad a una elección por distinción. "Vendimiamos a mano, pisamos la uva con los pies, usamos cubas del siglo XVII…, así que tiene mucho sentido que pongamos es tipo de lacre", explica el Master of Wine.

Cuentan que en hostelería, al principio, podía resultar un tanto sorprendente este tipo de cierres. "Se debe cortar un circulito alrededor del cuello y se quita o, si no, se pincha directamente en el lacre y se retira a tirón", expone Mora.

Vinos de Taberner Amado.
Vinos de Taberner Amado.
Taberner Amado

"En nuestro caso también encaja porque hemos apostado por la recuperación de territorio y de viñedos", sostiene Bernabé Taberner Amando, de Vinos Taberner Amado, que se han sumado a esta tendencia este año. "El toque personalizado se consigue al ser un proceso manual –indica el bodeguero de Nonaspe–, cada botella es única, porque dependiendo del pulso está un poco más arriba o más abajo". En su caso, lo aplican un tanto ladeado y utilizan el amarillo –para los vinos blancos– y el granate –para los tintos–.

Botella de Mas de Mancuso, de Navascués.
Botella de Mas de Mancuso, de Navascués.
Jorge Navascués

Otro de los puntos que destaca Jorge Navascués es la parte financiera. "En este punto surgen dos inconvenientes: por un lado hay que saber hacerlo, que no es fácil; y, por otro lado, el coste de la mano de obra, ya que mientras que de forma mecánica se pueden cubrir 1.500 o 2.500 botellas a la hora, de esta forma son 300 o 400 en una jornada", valoran desde Mas de Mancuso.

"A nivel personal, esta técnica es más bonita, aunque el mundo de las cápsulas está cambiando y son una buena alternativa; no todo es blanco y negro", concluye Jorge Navascués.

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