Vinos de Aragón

Garnacha con aguja

Llega con fuerza la nueva referencia de Bodegas San Alejandro, un rosado al estilo de los lambruscos italianos para conquistar al público femenino y a los jóvenes.

No entiendo por qué las bodegas aragonesas no abastecen el mercado para satisfacer la demanda de un público joven que llega al mundo del vino a través de referencias al estilo del lambrusco italiano. Vinos, por lo general rosados, aunque también tintos, que son suaves, aromáticos, afrutados y con ese tono de aguja que le da el gas –lo ideal es que sea natural, procedente de la propia fermentación– o que incluso pueden llegar a ser espumosos en toda regla.


Durante muchos años, el Alquézar, de la somontanesa Bodegas Pirineos, ha sido el único vino con marchamo aragonés que se parece a los lambrusco, aunque con un toque de gas mucho menos acusado.


Recientemente, Bodegas San Alejandro, en la Denominación de Origen Calatayud, ha decidido sacar al mercado un Baltasar Gracián Rosado Frizzante, siguiendo su línea de innovación permanente y para cubrir una demanda clara de este tipo de vinos. Se quiere así llegar a un público femenino que bebe otro tipo de vinos de los que estamos acostumbrados a ver en las barras de los bares y en las cartas de los restaurantes. Pero las mujeres no son las únicas consumidoras potenciales.


En general, los jóvenes de ambos sexos nunca sacan pegas cuando descorchan un vino de estas características, ya sea para conversar en una terraza o para regar los platos en una comida o cena. Porque esa es otra de las ventajas de estos vinos jóvenes, divertidos y burbujeantes: van bien con todos los platos, así que siempre se acierta llevando una de estas botellas cuando vamos de invitados.


Naturalmente dulce


Este vino es un monovarietal de uvas de garnacha, procedentes de parcelas seleccionadas en suelos arcillosocalcáreos con rocas, muy típicos de los parajes de Miedes, en los que se han conseguido concentraciones altas de azúcares para obtener este tipo de vino rosado naturalmente dulce deteniendo la fermentación para dejar un azúcar residual de 11,2 gramos por litro. Además transmite los aromas más sutiles de nuestras garnachas.


El resultado es un vino de aguja con un bonito y llamativo color frambuesa. Los aromas recuerdan a frutas del bosque y frutas negras, a flores y a frutas con hueso, como el melocotón. En boca es muy fresco y frutal, con notas ligeramente dulces de frutas tropicales, y con ese toque de aguja que va a convertirlo en uno de los vinos de moda el próximo verano.