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¿Por qué los árbitros no ven penaltis como catedrales a favor del Real Zaragoza a solo 3 metros de la jugada?

Arcediano Monescillo repitió este sábado la actitud de su colega Ávalos Barrera en Huesca una semana antes: se comió una pena máxima descomunal y obligó al VAR a rectificarle.

Arriba, Arcediano Monescillo se marcha sin pitar el penalti de Leganés anteayer sábado; abajo, Ávalos Barrera discute mientras pita la falta a Maikel Mesa fuera del área y no dentro.
Arriba, Arcediano Monescillo se marcha sin pitar el penalti de Leganés anteayer sábado; abajo, Ávalos Barrera discute mientras pita la falta a Maikel Mesa fuera del área y no dentro.
Enrique Cidoncha/Verónica lLacasa

Que el colegiado castellano-manchego Arcediano Monescillo se comiera un penalti flagrante a favor del Real Zaragoza en el minuto 94 del partido de este sábado en Leganés puede admitirse como algo accidental, clásico o natural dentro de la historia más que centenaria del fútbol mundial. Los árbitros han fallado y han acertado en este tipo de acciones desde que el fútbol es fútbol. 

El disparo de Valera fue parado con la mano izquierda por el central (y capitán) de los madrileños Sergio González, que además separó visiblemente su brazo del cuerpo para contactar así con el balón. Arcediano estaba a solo tres metros detrás del lanzador Valera, unos centímetros más allá por lo tanto del autor del penalti. Visión panorámica. En primera fila. Panavisión y Surround. Sonido Dolby. Pero al veterano juez de Puertollano, que en junio le caen ya los 40 y no lleva camino de pisar la Primera División, se le debió nublar la vista, se le amontonaron las ideas y los inputs acumulados durante el año y no se fue al punto de los 11 metros. 

Pero esta conducta de Arcediano quedó inmediatamente multiplicada por N (número ene, de serie infinita) cuando el reflejo cerebral de los zaragocistas activó de inmediato la foto fija acontecida una semana antes en El Alcoraz de Huesca. Esa donde su colega, el catalán -de Esparraguera, Barcelona- Ávalos Barrera sufrió la misma parálisis sancionadora en un lugar casi idéntico del campo (al borde del área) y se tragó como un sapo gigante el penalti que le hizo el oscense Javi Martínez a Maikel Mesa, con un manotazo aposta que estaba más de un metro dentro del área y que, quién sabe por qué, Ávalos vio un metro fuera. Y eso que él también estaba a menos de tres metros de la acción, sin impedimento visual alguno. Igual que se ven los toros en el callejón. O las procesiones de la Semana Santa sevillana en el balcón de un 1º en el barrio de Santa Cruz. Tocando, oyendo y oliendo a los protagonistas.

A Arcediano y Ávalos, vaya par de gemelos (en actitud), los tuvieron que rectificar y meter en vereda sus pares en el VAR -videoarbitraje-, el vasco Gorostegui Fernández hace unas horas al primero en Leganés y el murciano Sánchez López hace siete días en Huesca. Hubo llamada al monitor. Sugerencia de revisión desde la sala de máquinas de Las Rozas (Madrid). Eran dos penaltis tan cristalinos que, esta vez, los jueces de la cibernética estaban obligados por mandato deontológico a no mirar hacia otro lado y pasar página dejando en el limbo en castigo favorable al Real Zaragoza. 

Hubo durante la temporada casos igual de graves o peores. Recordar el gol salvado bajo palos con el brazo, en la misma raya, por el central Félix Garreta, del Amorebieta, en un disparo que era gol zaragocista en Lezama (el de la victoria, probablemente); o el derribo por detrás sobre Valera en el minuto 1 del partido en La Romareda ante el Racing de Santander, producen verdaderas arcadas. No se entiende, de forma medianamente cabal, que en esos paradigmas concretos los del VAR se llamaran Andana. Y lo hicieron. Hay más ejemplos, pero lo que no hay es espacio para citarlos todos en esta pieza. 

Ahora que la liga se acaba, curiosamente, al Real Zaragoza le han empezado a pitar algún penalti a favor cuando, como se denunció en su día y se reiteró no hace mucho en esta misma ventanilla, el club zaragocista ha sido el que menos penas máximas ha dispuesto durante el curso: solo una hasta hace dos jornadas, en 34 partidos, que lanzó Maikel Mesa en el campo del Amorebieta, al final de la primera vuelta.

Estas dos últimas, las que han hecho preguntar en voz alta qué les pasa a los árbitros con el Real Zaragoza, al que les cuesta Dios y ayuda conceder penaltis que son del tamaño de catedrales, han sido el segundo y el tercer máximo castigo que ha disfrutado el equipo aragonés. Ya cuando a la liga le quedan solo 34 días y se han quedado atrás más de 8 largos meses de desprecio arbitral sobre las acciones punibles o susceptibles de serlo en las áreas de los rivales de los blanquillos. 

Estaría de maravilla conocer las razones o excusas de Arcediano y de Ávalos con las que habrán tratado de sostener la razón por la que no pitaron ellos los dos penaltis, el de Leganés y el anterior en Huesca. Honradamente, viendo la imagen fija de su posición en ambos casos, no es posible entender un solo motivo razonable.

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