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A 10 jornadas para el final del calvario del Real Zaragoza: llega la hora de los futbolistas

La plantilla trabajó sin novedades este Jueves Santo en la Ciudad Deportiva a 72 horas del crucial partido ante el Tenerife en La Romareda. Víctor Fernández ultima detalles para detener la caída libre.

Víctor Fernández, a la izda. de la imagen, observa los primeros ejercicios del equipo en el ensayo de este Jueves Santo.
Víctor Fernández, a la izda. de la imagen, observa los primeros ejercicios del equipo en el ensayo de este Jueves Santo.
José Vidal

El Real Zaragoza preparó este Jueves Santo en la Ciudad Deportiva, en otro giro de tuerca más en busca del gol y de una victoria sanadora, nuevos detalles tácticos para tratar de ganar el domingo en La Romareda al Tenerife (16.15). Víctor Fernández, en un ambiente de máxima seriedad y con rostros cargados de responsabilidad, ha trasladado ya a la plantilla que, en adelante, ha llegado su hora. 

El técnico aragonés es el tercer inquilino del banquillo en un año torcido. Llegó hace 16 días a relevar al desnortado Julio Velázquez, que a su vez ya había sido contratado en noviembre para sustituir al abatido Fran Escribá. Como dicen los patrones y modelos de este tipo de temporadas negras en cualquier club en las que es necesario acudir a un tercer entrenador, el tercero se encuentra siempre un equipo roto, un ambiente denso, un estado anímico lleno de dudas y, sobre todo, un tiempo muy escaso (o nulo) para probatinas e inclusiones de fórmulas a medio o largo plazo. Ahí está ahora mismo varado el Real Zaragoza, que en los dos primeros partidos bajo la batuta de Fernández perdió 0-1 en casa con el Espanyol el día del apresurado debut y empató 0-0 en el viaje a Miranda de Ebro.

Todo el mundo es consciente de que, resultados en mano, el efecto del cambio del segundo a tercer entrenador no ha traído por ahora consigo la esperada y perentoria reactivación. Hay un mal que está corroyendo al cuadro zaragocista todo el año, con especial énfasis en el último mes y medio: su ausencia y ceguera absoluta en el arte de marcar goles. Esto es fruto del muy deficiente rendimiento desde el pasado verano de los delanteros que, asimismo, viene acompañado de la alborotada y pobre fábrica de fútbol combinativo y profundo en los hombres del medio campo.

Con este indiscutible punto de partida de cara a las 10 últimas jornadas, justo las que restan para el fin de la temporada 23-24 (momento siempre emblemático ante cualquier reto en una liga larga), los máximos responsables de la SAD han trasladado a la plantilla el más alto grado de compromiso para sacar adelante un presente que amenaza ruina de no mediar un cambio radical de rumbo a través de una victoria ante el Tenerife. No caben más tropiezos.

Han pasado 32 jornadas, 8 meses de esta campaña. Y el balance del Real Zaragoza está lleno de defectos y decepciones a todas caras. Asumido que la pugna por el ascenso a Primera División (primer mandato del fallido proyecto) es ya un imposible hace muchos días, se trata de eludir el riesgo de descenso a Primera RFEF, opción que se teme por real y cercana, pues el equipo se ha ido despeñando semana a semana, mes tras mes, hasta ubicarse hoy en día a solo 6 puntos de la zona del desastre. 

Quedan 10 partidos, 30 puntos en juego. Y ahí, cuanto antes, ya mismo, ha de observarse una reacción convincente del actual plantel del Real Zaragoza. Si hay un tercer entrenador en el vestuario es sinónimo siempre de que el rendimiento con los dos anteriores ha sido horrendo. El primero paga su penitencia por no responder a las expectativas (Escribá en el caso que concurre aquí, en noviembre). El segundo lo hace por no mostrar la suficiente aptitud como para restaurar en un tiempo prudencial los malos pasos del principio (Velázquez, en marzo). Y el tercero... hereda un bloque tocado moralmente, sumido en una espiral negativa que deteriora la autoestima particular y colectiva y, por ello, ofrece sensaciones peores de las que en un principio pudo dar o sugerir al inicio del curso. Ese es Fernández. 

Como ya anticipó en su presentación Víctor, esto depende en gran medida de los futbolistas. Lo dice el 'modus operandi' del fútbol en temporadas como esta. "Han dado muy poco hasta ahora y deben dar más, mucho más", dijo con repetición el entrenador cuando tomó el volante del grupo hace dos semanas. En esa caseta se entremezclan el despiste de tanto cambio de técnico (con sus tácticas, sus gustos, sus obligaciones, sus alineaciones), la acumulación de críticas por no estar al nivel adecuado desde mitad de septiembre (algunos no digieren bien ese medioambiente) y el temblor de piernas de los menos avezados, los menos enraizados o los que son más pusilánimes en su carácter cuando vienen curvas. 

La plantilla ya sabe que el futuro del Real Zaragoza está en sus pies, en sus cabezas, en su solvencia a lo largo de las últimas 10 jornadas. Nadie más va a poder marcar los goles, pararlos o evitarlos en la portería propia y gobernar los partidos de tal modo que se den al menos 3 victorias más.

Unos, porque son de la tierra; otros, porque tienen contrato aquí y, de fracasar el 2 de junio, tendrán que apechugar con un futuro para el que no estaban programados hace algunos meses; y otros más, porque pueden estar en puertas de cargar con unas credenciales nefastas si acaban marchándose a otros clubes dejando un batacazo histórico en Zaragoza, el peso de la obligación mayor recae en esta tesitura en la figura de los futbolistas. 

Los entrenadores -dos- que debían purgar por no responder a lo previsto ya lo hicieron. Los ejecutivos y dirigentes que están quedando retratados por un calvario de año (Sanllehí y Cordero) serán evaluados en pocas semanas, aunque ya se imaginan y van conociendo la nota que les aguarda, la peor. 

Ahora, según las pautas del mecanismo futbolístico en casos como este, al tercer entrenador, si no recibe inputs positivos desde el grupo de futbolistas sobre el césped, con goles y victorias (puntos, en definitiva), no le va a dar tiempo de meter en la vía a este tren descarrilado. En consecuencia, es la hora de la plantilla. De los que se visten de corto. El futuro del Real Zaragoza depende de ellos porque lo que está en juego va más allá de un puesto en la clasificación. Consiste en sujetar la categoría, de no despeñarse del rango profesional. Casi nada. La vida.

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