Un giro profundo en el Real Zaragoza
Frente al líder Leganés, Julio Velázquez dijo mucho de sí mismo y acerca del equipo. Imprimió ese día un giro táctico, físico y anímico francamente considerable. Profundo. Y también plausible, según entendió, por ejemplo, La Romareda. Resucitó al Real Zaragoza. Además, ganó, sin que la victoria fuera, en realidad, una exigencia razonable, dado el estado de unos y otros aquella tarde de sábado. El triunfo lo pedía, más bien, el deseo. Y un bienintencionado guión propio. Para detener la caída. Para no sufrir mayores descalabros que los ya padecidos. Para aplacar los viejos fantasmas que empezaban a levantarse y los conatos de crisis mayores que se dieron en el derbi aragonés.
Todo estos quiebros al marcado declive en el que estábamos ha conseguido Velázquez en poco tiempo, en un espacio temporal todavía insuficiente para medir su labor y para armar un equipo en sus fundamentos. Hoy, de alguna manera, volvemos sobre un escenario muy parecido al de hace una semana.
El Real Zaragoza se sitúa frente al Espanyol, otro rival inasequible en apariencia. Dispone el conjunto perico de mayor presupuesto. Cuenta con abundantes horas de vuelo en Primera entre sus futbolistas. Es considerado, con razón, el gran transatlántico de la categoría. Por supuesto, está llamado al ascenso directo. Se trata, por añadidura, de una autoexigencia. Por eso cayó Luis García y hoy se sienta en su banquillo Luis Miguel Ramís.
La directiva espanyolista ha trasladado el mensaje de que no va a transigir con altibajos, como tampoco quiere que se le cuelen dudas por alguna grieta. Es en su estadio de Cornellá donde el Espanyol está mostrando su mejor versión. Allí apenas ha sufrido un traspiés. A grandes rasgos, este es el contexto, en el que, de esta parte, se espera, sobre todo, que el Real Zaragoza siga creciendo. De esto se trata, en particular. Pero Velázquez ha apuntado algo más en su libreta de notas...
