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Real Zaragoza: el gran desafío de Julio Velázquez

El nuevo entrenador inicia en Albacete el reto de devolverle al Zaragoza puntuación de aspirante al ascenso, unos registros de los que ha estado lejos en sus últimos siete equipos

Primera sesión de trabajo de Julio Velázquez en el Real Zaragoza.
Primera sesión de trabajo de Julio Velázquez en el Real Zaragoza.
Oliver Duch

Aunque aún cuenta con únicamente 42 años, Julio Velázquez presenta una cartilla de servicios extensa y heterogénea, con 13 clubes y cuatro países diferentes en su carrera. No se sabe si esta agitación e inestabilidad a la hora de echar raíces y asentarse en un proyecto es buena señal o mala, pero sí refleja la trayectoria de un entrenador nacido entrenador, sin avales ni credenciales de haber destacado previamente como futbolista, y que comenzó a ejercer en los banquillos con una insultante precocidad: con 30 años ya estaba dirigiendo en el fútbol profesional. Para alguien al que se le encomendó un club de la dimensiones y exigencias del Betis con solo 33 años, el Zaragoza quizá no suponga la mayor oportunidad de su vida, pero el club aragonés sí es ahora la oportunidad de su carrera, por plaza, momento y circunstancias.

Cuando lo fichó el Betis, Julio Velázquez era uno de los entrenadores emergentes, de moda, del fútbol español. Aquello salió mal. E inició ahí, en ese punto, una espiral de destinos que le fue alejando cada vez más de la rueda principal de técnicos en España, expatriándose así en diferentes experiencias en Italia, Portugal u Holanda, con la salvedad de un desesperado paso de ocho jornadas por un Alavés desahuciado en Primera en el que Velázquez no tenía nada que perder pero mucho que ganar.

Ahora, le llama el Zaragoza. La puerta que le reabre la entrada al fútbol español de la mano de Juan Carlos Cordero y en un momento en el que puede revaluarse su carrera con el desafío que le entrega un histórico. Después de varios años sin suelo fijo, el Zaragoza le llega como un reto preciado y mayúsculo que comienza en Albacete y que se ancla en una exigencia incontestable: elevarle al equipo aragonés los ritmos de puntuación suficientes para constituirlo como un aspirante al ascenso a Primera.

Este papel demanda, eso sí, unos números que han estado lejos de los presentados por los equipos de Velázquez desde que salió del Betis en noviembre de 2014. Los promedios de puntuación de la zona de promoción en España vienen oscilando en la última década entre los 1,5 puntos por partido y los 1,6, en función del año, de si llega a los 70 puntos esa sexta plaza, o se queda en torno a los 65. El ascenso directo, por su parte, eleva su precio hasta la horquilla de los 1,75-1,9 puntos por partido, dependiendo de si se franquea o no la barrera de los 80 puntos. Velázquez no se mueve en esos rendimientos desde que salió del Betis hace nueve temporadas. 

Allí, promedió 1,69 puntos por encuentro hasta que fue destituido con el equipo en promoción, pero descabalgado del ascenso directo que luego conseguiría. Al Betis había llegado avalado por su gran obra, el Murcia del curso 13-14 en el que promedió 1,53 y al que metió cuarto en la clasificación de Segunda. Un curso antes, en el Villarreal, su media de puntuación hasta el despido había sido de 1,45, con el equipo séptimo y al que Marcelino, después, puso en la rampa del ascenso directo a Primera. Villarreal, Murcia y Betis son, en este sentido, las tres experiencias en las que mejores números sacó Velázquez. En Villarreal y Betis lo hizo con proyectos de obligado ascenso a Primera, con plantillas ambiciosas, de un nivel a la altura de esa misión. Si algo se pueden equiparar a las circunstancias actuales del Real Zaragoza es aquello: una plantilla con un potencial para más de lo que dicen sus números. En esas coyunturas, Velázquez ha sacado puntos.

En cambio, en sus últimos siete equipos, ese rendimiento ha caído. Sus promedios en este periodo más reciente de su trayectoria es el siguiente: Belenenses (1,32), Alcorcón (1,24), Udinese (0,69), Vitoria Setubal (0,90), Maritimo (0,96), Alavés (1,13) y Fortuna Sittard (1,25). Como se observa, son ritmos de puntuación muy alejados de lo que el Real Zaragoza reclama en estos momentos. 

Sin embargo, el contexto de cada uno de esos proyectos es relevante en el análisis. A excepción de su fallido paso por el Udinese, donde el equipo de la familia Pozzo -vinculada al Granada en el que había trabajado Cordero- aspiraba a puestos europeos en la Seria A; los demás equipos de Velázquez eran de perfil medio o bajo en sus competiciones, y tenían, principalmente, la permanencia entre sus objetivos, o bien el técnico había sido incorporado en urgente misión de rescate con la temporada ya empezada. Es decir, manejaba escuadras que miraban más abajo que arriba de las clasificaciones, conjuntos más marcados por las limitaciones que por las capacidades, cuestión clave a la hora de contextualizar planteamientos, modelos de juego, enfoques… En esos proyectos casi siempre sacó Velázquez lo justo que podía sacar, las puntuaciones mínimas para cumplir sus objetivos.

En el Real Zaragoza, como en el Betis o en el Villarreal, la coyuntura (posibilidades y coste de plantilla, papel en la categoría, exigencia de la plaza, objetivo deportivo…) es bien distinta. Aquí la necesidad demanda a Velázquez muchos más puntos que en sus últimos tiempos, le demanda volver a ser el Velázquez original, el Velázquez de los grandes propósitos. Todo un desafío.

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