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Elche-Real Zaragoza: tiempo de victoria

El Real Zaragoza no puede demorar más un triunfo para levantar el vuelo en la tabla y reforzar su mejora en el juego.Fran Escribá regresa a Elche para enfrentarse a un rival con varias bajas importantes. Francho apunta al once.

Entrenamiento del Real Zaragoza este viernes, previo al partido contra el Elche.
Entrenamiento del Real Zaragoza este viernes, previo al partido contra el Elche.
JAVIER BELVER

El largo maratón de la Segunda División conduce al Real Zaragoza a Elche, al territorio de uno de los recién descendidos desde Primera División en uno de esos muchos partidos de la categoría que no se saben por dónde pueden salir, con un pronóstico abierto e incierto. Para Fran Escribá no es un duelo cualquiera por diferentes razones.

Para empezar, regresa al estadio que le entregó su primer banquillo en solitario después de firmar la separación de bienes con Quique Sánchez Flores en 2012. Al Elche lo cogió, le puso un caparazón y lo subió a Primera División el primer día de la temporada: se puso líder y ya no se descolgó de ahí, un dominio con el que muchos en Zaragoza fabulaban hace solo unas semanas, cuando el equipo aragonés pisó el curso en agosto con una bota de hierro. Después, ha venido el declive, un laberinto de malos resultados y fútbol con fases en las que el Zaragoza no tuvo ni lo uno ni lo otro, y otras, la actualidad, en la que la ausencia de triunfos se ha desacompasado de la mejora en el juego. Seis puntos de los últimos 27 posibles y una sola victoria en las nueve jornadas más recientes le ponen marco numérico a la jornada.

Este es el contexto de necesidad que debe lidiar ahora Escribá. Su equipo ha crecido en diferentes aspectos, su fútbol ha recuperado garantías competitivas y pulso ofensivo, como exhibió contra el Oviedo, pero el entrenador lucha ahora también contra el reloj. Ya se saben los códigos de este negocio: los resultados más vale tenerlos cerca que el fútbol. Las sensaciones (buenas) del juego son como las hamburguesas industriales: te llenan la tripa un rato pero no alimentan. Hacen falta victorias, en parte, también, para serenar los habituales ánimos contrarios al entrenador de turno.

El Real Zaragoza visita el Martínez Valero con una estructura de equipo cada vez más definida, a la que, no obstante, se le intuyen cambios. Uno es obligado, debido a la sanción por amarillas de Víctor Mollejo. Su plaza, en el presumible 4-3-3 que conservará Escribá, será para Manu Vallejo. También oposita al once Francho Serrano, con una semana más de entrenamientos en las piernas tras reaparecer contra el Oviedo. Su entrada puede mandar al banquillo a Marc Aguado y trasladar al mediocentro posicional a Jaume Grau. Fran Escribá seguirá sin poder contar con Nieto, Cristian Álvarez, Fran Gámez y Sinan Bakis.

El Elche, por su parte, después de un comienzo de temporada irregular, amaga con levantar el vuelo: tres victorias y dos empates en las últimas cinco jornadas. Lo dirige Sebastián Beccacece, argentino de 42 años impulsado al puesto por el capital bonaerense que controla el Elche. Es un entrenador crecido a la derecha de Jorge Sampaoli, como asistente, y un teórico del ‘bielsismo’, el fútbol pregonado por el histórico Marcelo Bielsa.

Sobre esas líneas se construye un Elche que alterna entre el 3-4-3 y el 4-2-3-1, y tiene en el medio Aleix Febas y el polivalente extremo Nico Fernández sus hombres de referencia. Para el partido contra el Zaragoza, pierde al pivote Nico Castro por sanción, lo que puede darle una oportunidad al aragonés Raúl Guti, cada vez más arrinconado en el Elche. Además, Beccacece debe gestionar varias bajas de jugadores importantes: no tiene por lesión a sus dos principales delanteros, Sergio León y Borja Garcés, ni tampoco al central Bigas ni al volante ofensivo Fidel, su jugador más lúcido y vestigio aún en el club de la etapa primera de Fran Escribá en Elche hace una década. Ausencias relevantes a las que se añade el pivote Jhon.

En todo caso, el Elche pertenece a la aristocracia de la categoría por rango deportivo. El Zaragoza vivirá así otra de esas tardes duras, tácticas e irritantes tan propias del lugar en el que le toca estar.

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