Burgos-Real Zaragoza: Escribá, bajo la lupa

Un necesitado Real Zaragoza visita al Burgos en cuadro, sin Nieto, Francho, Fran Gámez, Cristian y Maikel Mesa. El entrenador pone a prueba su crédito después de una dinámica de una sola victoria en los últimos siete partidos.

Entrenamiento del Real Zaragoza. Generelo y Fran Escribá.
Entrenamiento del Real Zaragoza. Generelo y Fran Escribá.
José Miguel Marco

Burgos es la siguiente estación del Real Zaragoza en su búsqueda de sí mismo. Después de un mes y medio con el globo de aquel sobresaliente inicio de temporada ya pinchado; el equipo de Escribá persigue en El Plantío una victoria que le devuelva a las posiciones de promoción, pero que, ante todo, dé sentido a su fútbol, le restituya la identidad, le aclare un propósito y le eleve el contenido ofensivo y atrevido a sus planes.

El Zaragoza visita a un rival de la tierra media, pero que en su casa presenta la musculatura de un gigante: solo ha cedido un empate el equipo de Bolo, con cinco triunfos en raya. Sus seis derrotas como visitante lastran el rendimiento global de un conjunto muy a la imagen de su técnico: vertical, directo, ágil con la pelota, de alto volumen ofensivo y también muy peligroso en las pelotas paradas. Allí acude el Zaragoza sin Nieto, sin Francho -en su último día en barbecho-, sin Fran Gámez, sin Maikel Mesa y sin Cristian Álvarez. Es decir, tres de sus cuatro futbolistas (el otro es Jair) con más minutos de la temporada (lateral derecho, volante ofensivo y portero) no están disponibles.

La cita pone bajo la lupa a Fran Escribá. La dinámica de los últimos siete partidos, con solo una victoria y cinco puntos sumados, denuncia problemas. Cualquier ejercicio de pasarlo por alto con estadísticas globales y retorcidas es hacerse trampas al solitario. La realidad es que el Zaragoza de las últimas semanas no ha terminado de funcionar, a excepción hecha de su partido en Gijón. Esa es la referencia y el salvavidas al que se agarra el entrenador: recuperar la pulsión de aquel fútbol y erradicar los errores puntuales que han limado tantos puntos en las últimas jornadas.

La depresión del Zaragoza, como suele suceder en este negocio, le mueve la silla a su entrenador. Ya se sabe cuál es la pata más corta en el fútbol cuando un equipo no gana. De momento, todos los mensajes emanados desde el club evitan poner en tela de juicio el papel de Escribá. De momento. Porque todo puede pasar en función del resultado en Burgos y los modos que adquiera el juego del equipo.

La sensación es que el técnico tiene aún la bolsa de crédito con suficientes monedas de su buen hacer en la temporada pasada. Entonces, simplificándole las cosas a una plantilla de menor nivel extrajo mejor zumo que este curso con un plantel de posibilidades superiores. A veces estas cosas suceden en la materia gris del fútbol; hay entrenadores que se adaptan mejor a sus equipos cuando más sencillas decisiones deben tomar o menos tienen para elegir.

Escribá, fiel a su estilo, transmite y demanda calma y serenidad. Se siente fortalecido y apoyado por el club. Pero el concepto ‘club’ en este Zaragoza es muy complejo, con un sistema de toma de decisiones tan descentralizado y con tantas capas de poder. No hay que olvidar, como contexto a la hora de observar por dónde pueda evolucionar el futuro del técnico valenciano, que Fran Escribá fue antes que Juan Carlos Cordero. El entrenador no es hijo del director deportivo.

Mientras tanto, Escribá tratará de recomponer su figura y su equipo en Burgos. Entre sus principales decisiones queda por ver si la ausencia de Mesa le conduce de nuevo al 4-4-2. Si se mantiene en el 4-3-3 de las dos últimas jornadas, Sergio Bermejo tiene opciones como volante ofensivo. Parece fija la vuelta de Alejandro Francés al eje. Y Poussin volverá a la titularidad con el ánimo de limpiar su puesta en escena en el Zaragoza.

En el Burgos, por su parte, Bolo pierde a Álex Bermejo, pero recupera a Fer Niño para su 4-2-3-1 en el que Curro (8 goles este año) pone la mayor parte del picante. Un día, en definitiva, de los que pueden marcar toda una temporada. Por mucho que aún estemos en octubre.

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