Paso lento, pero ascendente

El Real Zaragoza alcanza el primer tercio de la liga con un rendimiento aún irregular, pero creciente que mantiene abiertas todas sus aspiraciones.

El Real Zaragoza ha sobrepasado la frontera del tercio de competición –14 jornadas– con un paso irregular y confuso, aunque con una cadencia ascendente si se observan sus números. El equipo aragonés no termina de despegar su fútbol ni afianzar su rendimiento dentro de un carril de regularidad y estabilidad, una inconstancia que le impide abandonar los tramos medios de la clasificación y engancharse al vagón de los seis primeros. Sin embargo, lejos de visiones de atávico pesimismo y análisis cortoplacistas, el Zaragoza ha descrito una línea de rendimiento ascendente desde que comenzó la temporada. Es cierto que este comportamiento está resultando paradójico, especialmente, en contraste con sus partidos del último mes, en los que el equipo de Natxo González ha perdido lustre y las sensaciones prometedoras que blindaron un inicio de liga escaso de victorias y corto de puntos. Ahora, el Zaragoza ha girado su cara: su juego ha perdido la frescura y la definición de hace un mes, pero ha ganado eficiencia y rendimiento. Su suma de puntos así lo ratifica.

Sus 14 jornadas del primer tercio de la temporada permiten una perfecta divisoria en su capacidad competitiva. En las siete primeras jornadas, hasta el triunfo contra el Numancia, el Zaragoza solo sumó seis puntos, aportados por la solitaria victoria de Córdoba y los empates contra Granada, Nástic y Oviedo. El equipo aragonés sufrió tres derrotas: Tenerife, Alcorcón y Lugo. Su balance goleador en este tramo, además, fue negativo: siete goles a favor y nueve en contra. Precisamente, durante este periodo, al Zaragoza lo reforzó más su juego que sus resultados. Al equipo se le identificaba un estilo concreto, un fútbol con más méritos que recompensas, de buen sabor pese a su poco alimento. En esos partidos, en varias de esas derrotas o empates, se apreciaba que el Zaragoza estaba camino de alguna parte. Transmitía y convencía.

Esta tendencia ha variado en cierto modo en las últimas siete jornadas. Desde la jornada 8 a la 14, el Zaragoza ha sumado el doble de puntos que en las siete jornadas previas y ha invertido su dinámica de resultados: ha sumado 12 puntos, ha ganado tres encuentros (Numancia, Lorca y Rayo Vallecano), ha empatado tres (Osasuna, Sevilla Atlético y Cultural Leonesa) y ha perdido solo uno, ruidoso y doloroso, eso sí, contra el Huesca. Además, en este segundo tramo de siete encuentros, el Zaragoza presenta un balance goleador positivo: ha anotado 12 y ha encajado 8. Doce puntos de 21 posibles es una dinámica que, en esta Segunda División, da para sonreír frente al espejo, por mucho que parezca lo contrario. Enlazando ciclos de tres triunfos, tres empates y una derrota cada siete jornadas la proyección a 42 partidos equivale a 72 puntos. Son números, como mínimo de promoción, en algunas ocasiones, como el pasado curso, incluso de ascenso directo (el Girona subió con 70). El Zaragoza aún debe corregir su déficit de las primeras siete jornadas, pero su ritmo de puntuación de las últimas siete jornadas, si lo conserva y más aún si lo mejora un tanto, le conduciría arriba, a un paso cadencioso, pero constante.

Para ello, eso sí, para no emborronar esta tendencia y mirar a las plazas altas de la tabla, el Zaragoza debe recuperar cuanto antes los rasgos que enriquecieron su fútbol en pasadas jornadas. Devolver la consistencia a su juego con balón, corregir su funcionamiento defensivo y rescatar los valores, los mecanismos internos y la identidad que ha ido moldeando al equipo durante buena parte de la temporada. En resumen, recuperar la versión colectiva que más distinguió al equipo de Natxo en las semanas previas, con una idea clara de juego y un comportamiento táctico bien reconocible.

De momento, la igualdad de la categoría –el líder solo ha sumado 26 puntos de 42 (un 62%)– corre a favor de las aspiraciones de este Zaragoza de vida irregular y contradictoria en el que debería asumirse como lección que es tan arriesgado vivir solo de las sensaciones como hacerlo ahora solo de los resultados.

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