O de nuevo hacia el cielo, o hacia el infierno

A 2 puntos de los puestos de promoción de ascenso a Primera y también a 2 de los de descenso a Segunda B, el Real Zaragoza define en Valladolid su tendencia.

La plantilla y el cuerpo técnico del Real Zaragoza, en el entrenamiento del viernes.
La plantilla y el cuerpo técnico del Real Zaragoza, en el entrenamiento del viernes.
Aránzazu Navarro

Probablemente, el Real Zaragoza 2016-17 no sea tan bueno como el que pareció sugerir en las cinco primeras jornadas, cuando, tras ganarle al Alcorcón en La Romareda y sumar 10 puntos, firmó un inicio de liga sobresaliente y llegó a esa cota en 2ª posición, pegado al líder, el Levante. Y, seguramente, tampoco será tan malo como denuncia el catastrófico segundo tramo de su trayectoria liguera, el de las siguientes cinco jornadas (de la 6ª a la 10ª), donde apenas ha sumado 2 puntos de 15 dirimidos, un bache de rentabilidad que lo ha despeñado a la 14ª plaza de la clasificación.




Se ha apreciado, por lo tanto, un carácter absolutamente bipolar en modo de actual del equipo que dirige Luis Milla. De blancos y negros, sin grises. De insinuaciones a la euforia (dobletes por doquier de Ángel y Lanzarote, golazos a balón parado, infinidad de minutos sin encajar goles en casa salvo de penalti…) y de alarmantes síntomas de pusilanimidad (incapaz de ganar fuera de casa, con pérdidas incomprensibles de ventajas en el marcador, con errores monumentales en defensa y en la portería…). Es, en verdad, un bloque desconcertante en su análisis el Real Zaragoza de nuestros días.


Valladolid, en la 11ª cita del torneo, este domingo a las 12.00, aparece en el camino del vestuario zaragocista como un cruce de caminos de esos en aspa, con cuatro direcciones a tomar en giros de 90 grados simétricos y perpendiculares. El campo de Zorrilla le exige al equipo aragonés que se defina. Que elija hacia dónde quiere caminar en los sucesivo y por un tiempo prudencial. Milla y sus muchachos deben optar por ir al este, o al oeste, o subir al norte, o bajar al sur. Pero se les ha terminado la carretera que han transitado con cierta calma y sosiego desde agosto hasta hoy. Hay que tomar un desvío. A ser posible, el bueno. Y no tienen navegador ni mapas con chuletas al margen. Ha de servirles su intuición, su valentía y su decisión. Como los viejos correcaminos. La Segunda División, lugar inhóspito, no tiene de eso. Es una jungla sin demasiadas reglas fijas.


Una victoria en campo castellano devolverá la credibilidad a un equipo abollado en el último mes. Lo pondrá rumbo al norte. Hacia arriba. Una derrota, por el contrario, lo enviará hacia abajo sin remedio. Ni que decir tiene que, en estas circunstancias en las que los triunfos están tan lejanos, el empate es insuficiente a todas luces, prácticamente sinónimo de perder. En este punto, exactamente en este, afronta el Real Zaragoza su cita en Valladolid.


Las matemáticas, además, van a apuntalar para bien o para mal todas estas vibraciones anímicas y humanas que rodean al equipo en las últimas fechas. El Real Zaragoza está a solo 2 puntos del 6º puesto, el primero de la promoción de ascenso a Primera División, que ocupa el Girona con 14 puntos. Pero también está a 2 puntos, justo la misma distancia, del 20º, el antepenúltimo, que es el Alcorcón con 10 puntos, y que pisa los terrenos que llevan a Segunda B, a la catástrofe total. Por eso, la elección del camino en Valladolid es tan importante para los de Milla.


De Zorrilla, el Real Zaragoza va a salir sujeto a su clasificación tras la jornada 11ª. Agarrado a ella como elemento principal de juicio. Por encima de calidad futbolística, de sensaciones anímicas, de explicaciones tácticas a posteriori. De Valladolid, el Real Zaragoza saldrá reconfortado si logra ganar y reengancharse al grupo masivo que se está abriendo paso hacia la zona noble de la tabla. Pero, de Valladolid, si el Real Zaragoza pierde, es muy probable que se marche con la peor clasificación en 70 años a estas alturas de la liga en Segunda División. Y eso, por negativo, serán palabras mayores. Muy mayores. No es jugar a adivinos. Es prever hechos objetivos que, incuestionablemente, van a ocurrir en un sentido u otro.


Por todo esto, este partido a orillas del Pisuerga no será, en ningún caso, un choque rutinario. Las altas expectativas generadas por el Real Zaragoza de Milla hasta mitad de septiembre y el bajonazo de tensión que ha provocado el peligroso apagón vivido en las últimas cinco semanas componen una mezcla que aturde al zaragocismo. ¿Cuál es la versión prevalente para el futuro? ¿Cuál de las dos actitudes es la más real? ¿Hay un término medio en el rendimiento del equipo o se trata de un grupo de conductas extremas? Este domingo, a la hora del vermut, se empezarán a hallar respuestas a todo esto con cierta firmeza. Y, con ellas, vendrán las reacciones posteriores.

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