Lanzarote, un bien a cuidar y gestionar con inteligencia

La peculiar forma de jugar del catalán genera chispazos en un equipo que busca ser rocoso. Pero su calidad no se puede despreciar cuando el talento es escaso.

Manu Lanzarote celebra uno de los goles anotados esta temporada con el Real Zaragoza.
Manu Lanzarote celebra uno de los goles anotados esta temporada con el Real Zaragoza.
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Manu Lanzarote es un futbolista fuera de categoría en la actual Segunda División. Un jugador diferencial por su calidad, por su fina y certera pierna izquierda. Tanto a balón parado como en jugada corrida. Un elemento que, bien engrasado, resulta crucial en el dispositivo de ataque del equipo que cuente con él en sus filas. Así se comprobó en su día en el Sabadell, también en el Alavés. Y, en las dosis que pudo aportar en los pocos meses que jugó en la liga pasada, también en el Real Zaragoza.


Pero el extremo catalán tiene sus pegas. Por su condición de futbolista 'genial', de artista del balón, de bohemio de las tácticas, es una pieza de difícil encaje en un sistema táctico donde se exija una fuerte presión defensiva a todos los componentes del bloque, donde las líneas de la pizarra marquen largos recorridos a quien ocupa su posición en el campo. Tal vez por eso, dicen quienes le conocen, Lanzarote, que en enero cumplirá los 33 años, ha parado poco en Primera División. Probablemente, Manu naciera tarde. En el fútbol de los setenta o los ochenta, hubo muchos como él. Cada equipo solía tener un solista, un verso libre, un liberado de defender porque lo suyo era meter goles, generarlos para los compañeros de delantera y volver loca a la zaga rival.


A nadie que peine canas -o no tenga ni un pelo que peinar- se le ocurre pensar en un Cardeñosa corriendo la banda hacia atrás, o en un Valdano apoyando a su lateral una y otra vez, o en un Arrúa bajando hasta el área propia persiguiendo a un centrocampista adversario, o en un Juanito taponando a un lateral atrevido... cientos de ejemplos pueden buscarse. A estos, había que marcarlos durante los 90 minutos. A ellos. Iban a su bola. De un lado a otro, por la izquierda, por la derecha, por el centro... Ácratas de la pizarra. Balas perdidas que, en cualquier momento, decantaban un partido a favor de sus colores al más mínimo despiste de los de enfrente. En otro nivel distinto y en otra fase de la vida futbolística bien diferente, Lanzarote responde a ese perfil.


Cuando Juliá lo trajo de Grecia al Real Zaragoza el año pasado en enero, ya sabía a quién traía. Y cuando, después de estar más fuera que dentro, logró atarlo de nuevo para este año bien entrado agosto, el director deportivo ya sabía a quién renovaba contrato. Lanzarote es así. Y hay que jugar con Lanzarote, como Lanzarote precisa, para que Lanzarote dé lo que sabe dar de sí. El entrenador de turno ha de tener claro lo que tiene entre manos con este futbolista en su once inicial. Y sus compañeros, lo mismo. 


Si alguien pretende que, a los 32 años y pico, Manu Lanzarote se convierta en un estoico defensor, en un correcaminos que haga surco en la banda de atrás a delante y viceversa, que coja 15 balones en el área propia y los suba a la rival para marcar dos goles y asistir en otros dos en cada partido, está pidiendo la luna. A Lanzarote hay que quererlo y apreciarlo como es. Y no es nada malo. Al contrario, en la actual Segunda División, está en el vagón de los mejores técnicamente. El entrenador, la plantilla y, en su labor docente, el área deportiva, han de saber encajar una pieza tan especial en el método de juego. Porque, bien engrasada y ubicada, es decisiva, muy benéfica, distintiva. Pruebas hay ya en Zaragoza de ello, tanto el año pasado con cuentagotas, como en el arranque de la actual temporada. 


En sentido inverso, si a Lanzarote no se le da su espacio, si se le solicita lo que no puede dar, se estará estropeando un bien selecto, se estará tirando a la basura algo por lo que los otros 21 equipos de la categoría darían una mano por tenerlo en sus filas. El Real Zaragoza necesita a Lanzarote. Mucho. No anda sobrado de talento. 


Cardeñosa, en aquel Betis de toque, tenía a sus Bizcocho, Alabanda y López para que le cubrieran las espaldas y trabajaran a su alrededor. Valdano, en aquel Zaragoza de Boskov y Beenhakker, contaba con su Güerri, su Casuco, su Oñaederra, para que hicieran de destajistas mientras él hacía el trabajo fino. Qué decir del Arrúa de años anteriores, flotante a su aire mientras los Planas, Rubial, Pepe González y compañía rompían el cuentakilómetros cada tarde para facilitar las venenosas intenciones ofensivas del paraguayo ante las porterías rivales. Y así sucesivamente. Aquello, también era trabajar en equipo. Y también eran equipos solidarios. Unos, maestros de la hormigonera, de tabicar y alicatar a toda velocidad. Y los figuras, finos estilistas de la escayola y la filigrana, del remate de obra. 


Ahora, parece ser, hay una tendencia a exigir que todo el mundo sea parejo en la aportación física, kilométrica y multidisciplinar sobre el césped. Por eso, tipos como Lanzarote, muchas veces, resultan incomprendidos y señalados. A Messi y Cristiano, tirando por lo alto, nadie de su equipo va a echarles los perros por no bajar a defender a menudo. Pues bien, sin que nadie deba asustarse por el cotejo, en el actual Real Zaragoza de 2016, el del cuarto año en Segunda, el que no presenta más allá de siete u ocho jugadores, por el momento, que hayan dado un rendimiento que pueda catalogarse como aceptable en la división de plata, Lanzarote es su Messi o Cristiano. Si no se entiende así, los problemas son mayores de lo que aparentan.


Lanzarote ha puesto su firma y rúbrica en 6 de los 15 goles que lleva el Real Zaragoza hasta hoy. Además, de los otros 9, Manu fue gestador de 3 más: el segundo de Ángel al UCAM Murcia, el de Casado al Huesca y el Cabrera al Córdoba. Los tres vinieron de córners botados por la zurda de Lanza. Aunque solo sea por esta cuestión puramente numérica, es necesario sentarse a recapacitar cuando cualquiera se refiera al papel actual de este futbolista en el reparto de protagonistas principales en las películas semanales del Real Zaragoza.


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