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La peregrina de Zaragoza a Jerusalén vuelve a casa tras caminar 8 meses: "De no ser por mis botas ahora estaría en Israel"

Carlota Salazar ha recorrido 6.500 kilómetros a pie por 12 países tras partir de la plaza del Pilar el 13 de febrero. El ataque de Hamás le sorprendió en Chipre, a punto de coger un barco hacia Haifa. 

La joven aragonesa Carlota Salazar este miércoles en la plaza del Pilar tras su regreso de su peregrinación.
La joven aragonesa Carlota Salazar este miércoles en la plaza del Pilar tras su regreso de su peregrinación.
Oliver Duch

Acaba de regresar a Zaragoza, el punto de partida de su peregrinación a pie con destino Jerusalén, tras 8 meses de recorrido por 12 países y 6.500 kilómetros a sus espaldas. En su mochila trae tres pasaportes de peregrina con 204 sellos, uno por cada etapa del camino. "Para mí, el más bonito es el primero, el de la Virgen del Pilar. Y cada uno es una vuelta atrás, a las personas que conocí en cada momento. Las credenciales son un baúl de los recuerdos. A diario encontré gente extraordinaria con ganas de ayudar", afirma la joven aragonesa Carlota Salazar

Ha vuelto "contenta" y en "paz", encontrando "en cierto modo" respuestas a las preguntas que le llevaron a iniciar esta aventura en solitario en dirección a Tierra Santa. El único pero es que no ha podido llegar a destino: el 7 de octubre, día del ataque de Hamás contra Israel, le sorprendió en Lárnaca, en Chipre, cuando se disponía a coger un barco rumbo a la ciudad israelí de Haifa. "Israel se cerraba y estallaba la guerra. Me ha quedado mucha pena ya no por no poder alcanzar el destino sino por lo que están sufriendo los israelíes y palestinos en este momento. Sería egoísta sentir otra cosa. No siento ni decepción ni frustración; siento pena por la guerra. Solo trae destrucción y tristeza; es una tragedia", resalta.

"No siento ni decepción ni frustración por no poder alcanzar el destino. Siento pena por la guerra, por lo que están sufriendo los israelíes y palestinos" 

En Chipre esperó tres días pensando que el conflicto tendría una duración "limitada" en el tiempo, aunque a tenor de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, Carlota decidió partir a casa. Llegó a Zaragoza la víspera del Día del Pilar, el 11 de octubre, en un vuelo con escala en Bérgamo (Italia). "Cogí la última plaza que quedaba. El avión iba completo con mucha gente de Tel Aviv, había bastantes judíos y muchos portugueses", recuerda. "Llevaba semanas soñando con que iba a llegar a Jerusalén el 12 de octubre. -continúa- Pero la mañana del 10 de octubre me desperté y supe que mi destino no estaba ahí, que Jerusalén iba a permanecer cerrado. Ante esa imposibilidad y una espera indeterminada, cobró mayor sentido que nunca el ofrecerle el ramo a la Virgen en un acto de gracias y un ruego por la paz". Y es que Carlota pudo participar en la Ofrenda de Flores (tal y como lo hace cada año) y en el Rosario de Cristal.

Ahora bien, de no ser por su calzado la guerra en Oriente Próximo le habría sorprendido en suelo israelí. Y es que Carlota ha necesitado tres pares de botas (unas nuevas cada 2.500 kilómetros) y para hacerse con el último par tuvo que esperar una semana más de lo previsto en Turquía (en Mersin), lo que retrasó su periplo. "Con las segundas caminé 3.800 kilómetros, estaban completamente rotas; y con las últimas, solo 45. Son todas del mismo modelo. Mis pies están mejor que nunca; no tengo ni un roce. En Viena las conseguí sin ningún problema en una tienda, pero después no las encontré en Esmirna. Tuve que contactar con la marca y me recomendaron pedirlas 'online'. En Mersin tenía un conocido (y ya pudo dar una dirección) y se retrasó el viaje (esperando el envío). De no ser por mis botas ahora estaría en Israel; habría llegado antes de que estallara la guerra", explica. 

La aragonesa Carlota Salazar ha recorrido 6.500 kilómetros a pie por 12 países tras partir de Zaragoza el 13 de febrero. El ataque de Hamás le sorprendió en Chipre, a punto de coger un barco hacia Haifa.

En los países que más tiempo ha permanecido en estos ocho meses han sido Grecia y Turquía. Antes transitó por España (partió el 13 de febrero de la plaza del Pilar), Francia, Suiza, Austria, Alemania, Hungría, Serbia, Kosovo y Macedonia del Norte. Salvo un encuentro en tierras húngaras con una fisioterapeuta con la que recorrió unos kilómetros, ha caminado sola. Lo ha hecho por caminos, montañas, pistas,  carreteras y autopistas. "Muchas veces los caminos estaban comidos por la vegetación y ahí es una lucha con los árboles y también con zarzas. En el sur de Serbia hay que hacerlo por carreteras sí o sí. Son las más peligrosas por las que he caminado. No hay arcén y los camiones te adelantan; un paso en falso y ya no estás", dice. 

Carlota Salazar llegando a Budapest, en Hungría.
Carlota Salazar llegando a Budapest, en Hungría.
C. S.

Asimismo, subraya que siempre se sintió segura y "acompañada". "El camino no está exento de dificultades, como en la vida. Algunos días me perdí y me costó reencontrar el camino. Y estaba alerta; el sexto sentido lo he tenido muy desarrollado", afirma. También reconoce que ha echado en falta saber alemán -junto con el inglés y "un poco" de francés- para poder comunicarse con más personas. Y salvo por dos catarros y un virus gastrointestinal, ha gozado de buena salud. "He tenido jornadas con nieve, hielo, granizo, mucha lluvia y tormentas (sobre todo en Kosovo). Pero lo más limitante a la hora de caminar ha sido el calor", añade.

La media de cada etapa era más de 30 kilómetros, lo que implicaba entre 8 y 11 horas caminando. Cuando llegaba a destino, dormía en viviendas particulares, casas parroquiales, monasterios (muchos de ellos ortodoxos), abadías, mezquitas e incluso lugares tan variopintos como un consultorio o un salón de belleza, entre otros. "Solo una vez dormí a la intemperie. Y algunos días tuve que recorrer hasta 60 kilómetros para encontrar un lugar seguro donde pasar la noche", detalla. Carlota hace hincapié en la hospitalidad y generosidad de la gente que ha conocido. "Y cuanto más al este y sur, más se incrementaba (ese respaldo). Cada día había gente que me ofrecía comida y una cama. A partir de los Balcanes, me alimentaban por el camino. El mundo está lleno de  personas maravillosas, pero tienes que tener la mente abierta y alerta para verlo", comenta agradecida.

"El mundo está lleno de personas maravillosas, pero tienes que tener la mente abierta y alerta para verlo"
"Cada día había gente que me ofrecía comida y alojamiento"

Como anécdotas recuerda un día, estando en Grecia, que un panadero paró su camión para ofrecerle sus productos y un camionero fue a buscar agua y comida para llevarle. O la vez en que una mujer, ya en Hungría, le trajo una flor. "Muchos conductores han parado para llevarme y siempre he dicho que no", señala. También le han hecho muchos regalos, entre ellos unos pendientes y una docena de yazmas (pañuelos confeccionados a mano) en Turquía. "Me los ponía para protegerme del Sol".

Carlota en Grecia.
Carlota en Grecia.
C. S.

Tras ocho meses de peregrinación, Carlota recomienda a todo el mundo caminar con un destino que tenga un significado. "Y que lo hicieran en solitario; creo que es la forma de crecer como personas. Hay que dejar atrás muchos miedos. Merece la pena", sostiene. A ella, todavía le quedan casi 500 kilómetros que recorrer por tierras israelíes y rellenar su tercera credencial. "Me gustaría completar el camino que me falta cuando fuera posible. Viajar a Lárnaca y continuar donde lo he dejado. Esto es un supuesto. Ojalá la paz se restablezca enseguida; es lo que deseamos todos. Pero no sé cuándo será", observa. De momento, esta farmacéutica hospitalaria de 35 años, se va a tomar un tiempo para valorar qué hacer profesionalmente. "Me apasiona escribir y valoro dedicarme a ello", avanza. Ya publicó un libro ('Mi paso a paso por la Vía Francígena') tras otra peregrinación a Roma en 2019; de ahí que no sea descartable un segundo. De hecho, ya hay gente que le pide que lo escriba.

Carlota en el Monasterio de Gracanica, en Kosovo.
Carlota en el Monasterio de Gracanica, en Kosovo.
C. S.
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