Cerca de 200 danzantes toman las calles de Longares en un Paloteo pasado por agua

El recorrido, en honor a San Vicente y San Gonzalo, fue acortado y se puso en marcha con retraso por la lluvia.

Una parte de los participantes en el dance del Paloteo de Longares
Una parte de los participantes en el dance del Paloteo de Longares
JMACIPE

El dance del Paloteo, santo y seña de la localidad de Longares, lo puede todo. Incluso una DANA, que en la comarca del Campo de Cariñena dejaba este sábado entre cinco y diez litros de lluvia por metro cuadrado. A pesar de ello, cerca de doscientos danzantes participaron en la salida en honor de San Vicente y San Gonzalo, que se celebra cada 2 de septiembre. Lo hicieron después de un cuarto de hora de deliberación entre el consejo pastoral y el Ayuntamiento, con público y participantes esperando en el interior de la iglesia de la Asunción.

De hecho, desde poco antes de las 18.00, hora tradicional de salida, los integrantes se desplegaban por todo el interior del templo, rodeando la nave y en su pasillo central, ante la amenaza de no poder interpretar el baile en la calle. Hasta que la decisión de salir, comunicada por el alcalde, Miguel Jaime, fue recibida por aplausos y toques de los palos. A las 18.20, la banda de Almonacid interpretaba los acordes del himno de España y acto seguido la melodía que acompaña a todo el recorrido, que por motivo de la lluvia se vio acortado por la calle de Escolano.

"Ha sido toda una semana mirando el tiempo y en estos 20 minutos ha habido opiniones en todos los sentidos. Aunque han imperado las ganas de salir", decía Jaime, bajo un paraguas y visiblemente emocionado. Reconocía, con la voz temblorosa, que este baile supone, más que una muestra cultural o religiosa, "un sentimiento". "No hay más que verlo, que puede a viento y tempestad", remarcaba el primer edil.

Ni el agua ni los 16 grados de temperatura hicieron variar el uniforme de los danzantes: calzado oscuro, pantalón azul marino, faja roja, camisa o camiseta blanca y cachirulo al cuello. "Es un orgullo y une generaciones", resumía Nieves Vitaller, que formaba cuadro junto con sus amigas de entre 25 y 26 años Clara Báguena, Ana Paula Marco y Selena Pérez, minutos antes de la salida.

Entre todas también remarcaban que es algo que se lleva "en la sangre" y que al interpretarlo corre la emoción y los sentimientos: "Te acuerdas de seres queridos que ya no están". En el interior del templo, Mariano Gil, de 57 años, coincidía en que es un "orgullo". "Ya no necesitamos ensayar", reconocía acompañado de Miguel, Luis y Fernando. Ese hilo intergeneracional lo reflejaba la pequeña Naira Álava, que con apenas 8 meses y en brazos de su padre, Javier, portaba el característico palo rojo y blanco con una raya azul hecho en goma eva. "Tan pequeña y ya es devota", decía su abuelo.

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