Cetina se reencuentra con la magia del fuego y la pasión de la Contradanza

La mojiganga, bien de interés cultural inmaterial, reapareció tras dos años de silencio.

En imágenes | Cetina, la magia del fuego y la pasión de la Contradanza
Los contradanceros y el diablo prenden las hachas frente a la ermita de San Juan Lorenzo.
H. A.

La orden de "caretas abajo" puso fin este jueves por la noche a dos años de silencio de la Contradanza de Cetina a causa de la pandemia, acto central de las fiestas en honor de San Juan Lorenzo. Todo ello a la luz, el calor y el olor de las emblemáticas hachas -antorchas- embadurnadas de pez que rompían la oscuridad en una plaza de la Villa que reunió a decenas de vecinos, hijos del pueblo y visitantes llegados de localidades cercanas e incluso de Zaragoza. Algo más de una hora de representación, considerada bien de interés cultural inmaterial, que cumplió con su guion previsto de 32 escenas con la entrega y derroche de energía de los nueve danzantes: el diablo, cuatro con traje negro y detalles blancos y otros cuatro de traje blanco y detalles negros. Pero fue al final cuando Cristian Llamas sorprendió a todos, incluida su novia Andrea Gil para pedirle matrimonio, a lo que ella dijo sí.

Antes de llegar al punto neurálgico de la representación, la actividad comienza en la casa del diablo, que les espera enfundado en una especie de mono rojo rematado con una boina del mismo color. "Creo que este es mi último año. Es muy difícil dejarlo porque somos un grupo de amigos muy unido, pero algún día tiene que llegar", asumía en los últimos preparativos Alejandro Carramiñana, que ha encarnado el papel durante los últimos siete años. Dentro de la casa, el ambiente que se respiraba era de tensión, por la mezcla entre los nervios, la responsabilidad y la ilusión de formar parte de un acto diferencial en las representaciones populares.

De allí salieron, con una multitud esperando en la calle y a escasos metros de la ermita del santo, para desplazarse hasta la casa de la llamada 'primera vara' donde estaba preparada la fogata para encender las antorchas. Tras esta parada, el ritual siguió el idéntico esquema que en años anteriores: se recogió al alcalde y luego al cura para luego todos ir en pasacalles hasta la plaza de la Villa. "Es un momento muy especial y que teníamos muchas ganas de recuperar por lo que simboliza para toda la población de Cetina", explicó el regidor Hilario González.

Antes de comenzar, en la plaza, la gente se agolpaba para conseguir el mejor sitio. Una vez que la comitiva, en pasacalles, llegó, se apagaron las farolas, entraron los protagonistas y al poco tiempo empezó a sonar la música a cargo de la banda de Cervera de la Cañada. Son unos acordes, de unas pocas notas, que se repiten insistentemente como una letanía durante toda la sesión.

Así, los nueve integrantes dibujaron formas como 'La fuente', 'Los arcos', 'La silla', 'La cama' o San Pascual Bailón. Tras la última mudanza, se realizó, como siempre, la 'El afeitado': una pantomima que representa a un danzante que parece estar rasurando el rostro del diablo para acabar simulando su degüello. Acto seguido, los propios danzantes lo festejan, pero el diablo acabó volviendo a la vida, momento en el que la música se aceleró, para acabar con el acompañamiento de palmas.

Por la mañana fue el turno para los jóvenes participantes en este caso en el dance, otra de las muestras significativas de la localidad. 

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