Los arquitectos de Teruel piden aprovechar el Pritzker para dignificar el Paseo del Óvalo

El Ayuntamiento no se plantea restituir en la obra del laureado Chipperfield sus rasgos originales, como las luces ‘tortuga’ a ras de suelo o el tráfico unidireccional

Algunos de los más destacados arquitectos turolenses consideran que el Premio Pritzker 2023, concedido el pasado martes al británico David Alan Chipperfield, autor de la reforma del Paseo del Óvalo de Teruel entre un centenar de obras repartidas por medio mundo, se presenta como la oportunidad de oro para mejorar este espacio emblemático de la capital turolense y devolverle los rasgos que tuvo inicialmente.

Veinte años después de su inauguración, el Paseo del Óvalo, que marcó un hito en el urbanismo de Teruel, no brilla como en sus comienzos; el funcionamiento de la ciudad se ha impuesto sobre los criterios artísticos. Las luces a ras de suelo conocidas como ‘tortugas’ y que completaban el novedoso proyecto de iluminación a tres alturas, no funcionan o están arrancadas, y los coches restan protagonismo al peatón al haber recuperado los dos sentidos de circulación junto con un carril para carga y descarga. El pavimento, de piedra negra, está deteriorado debido al paso del tráfico y al rigor invernal en Teruel. El ascensor que une el Óvalo con el Parque de los Botánicos, uno de los pilares de la reforma, es a menudo víctima del vandalismo.

La presidenta del Colegio de Arquitectos de Teruel, María Castel, cree que es el momento de "restituir" lo deteriorado en busca del aspecto "original" de la obra. "Hay que volver a estudiar con mimo y cariño este lugar y conjugar la obra con las necesidades de los ciudadanos", subraya. A su juicio, esta actuación daría "impulso" a Teruel, pues el turismo vendría a conocer una reforma firmada por Chipperfield, que suma a su Pritzker la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica que le ha concedido el rey Felipe VI.

El arquitecto José Ángel Gil, que ha restaurado la muralla, la plaza de la Bombardera y la Traída de Aguas de Teruel, destaca el carácter "precursor" del ascensor del Óvalo –imitado en otras ciudades– y cree que ha faltado mantenimiento en el Paseo; algo, por otro lado, común en las obras públicas. No obstante, afirma que el galardón logrado por Chipperfield –considerado el Nobel de la arquitectura– "pone una vez más a Teruel en el mapa" y le da la oportunidad de explotar este recurso desde el punto de vista turístico, habida cuenta de la creciente sensibilidad hacia la arquitectura contemporánea.

José María Sanz, que al igual que Antonio Pérez fue subcontratado por Chipperfield y el gabinete de arquitectura barcelonés que ejecutó las obras (B720) para restaurar la escalinata neomudéjar que parte del Óvalo en dirección a la estación de tren, sostiene que el paseo conserva el "espíritu" de Chipperfield, si bien este ha sucumbido, en parte, a la funcionalidad. "Nada es eterno –justifica– y el Ayuntamiento tiene que regular la ciudad". Este arquitecto turolense se confiesa "maravillado" ante la abertura monumental que hubo que hacer en el muro para insertar el ascensor como solución a la movilidad.

En la misma línea, Antonio Pérez defiende que la esencia del laureado arquitecto británico sigue presente en el Paseo del Óvalo y admite que "era inevitable que los coches ganasen terreno a los peatones".

Funcionalidad como premisa

El Ayuntamiento de Teruel no se plantea, sin embargo, revertir el Óvalo a su situación inicial. El concejal de Urbanismo, Juan Carlos Cruzado, sostiene que todos los cambios que se introdujeron en el lugar "eran necesarios" y estuvieron avalados por informes técnicos. El edil defiende que el paseo "sigue estando firmado por un arquitecto de renombre y las modificaciones que hemos realizado no van en detrimento del proyecto inicial sino que solo le añaden funcionalidad".

Cruzado explica que la ciudad ha evolucionado y con ella lo ha hecho también el Óvalo. Apunta que quizá su diseño original correspondía a una vía interior, con más peatones y poco tráfico, y no a una ronda perimetral de comunicación como es realmente el paseo que ideó Chipperfield.

Quienes están encantados con la reforma del arquitecto británico son la multitud de bares y restaurantes que cada mañana extienden sus sillas y mesas por la zona peatonal del Óvalo para recibir a los clientes, algo imposible antes de que aterrizara Chipperfield, pues la acera era minúscula y una gasolinera se quedaba con buena parte del espacio. La orientación al sur de esta calle hace que la luz de sol esté presente durante buena parte del día, convirtiendo la zona en una cálida terraza.

También aplauden la obra los comercios, pues ahora sus escaparates son más visibles. "Quedó muy bonito", afirma Elena Punter, de Casa Marco.

Un tercio de las cerámicas de la Escalinata han desaparecido

La reforma del Óvalo, inaugurada en 2003, incluyó la restauración de la escalinata neomudéjar que une el paseo con la estación de tren, obra del ingeniero turolense José Torán en el primer cuarto del siglo XX y uno de los lugares más turísticos de la ciudad. La intervención era necesaria, pues el monumento se encontraba en muy mal estado. Sin embargo, dos décadas después, la construcción sufre igualmente un grave deterioro, provocado sobre todo por la humedad que producen filtraciones de agua cuyo origen se desconoce y, por tanto, es imposible atajar.

Como explica el gerente de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, al menos una tercera parte de las piezas cerámicas que decoran la Escalinata han desaparecido. El efecto de la humedad, la marcada oscilación térmica de Teruel, con diferencias de más de 20 grados entre el día y la noche, y el vandalismo, dañan el monumento constantemente. Un nuevo proyecto de restauración a cargo de la entidad de Albarracín y financiado por el Ayuntamiento y Térvalis, previsto para la segunda mitad de este año, mejorará la imagen de la obra.

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