EL DEBATE DE LA COMUNIDAD

Iglesias cree ver un Aragón que sale de la crisis

El presidente aragonés arrancó ayer la primera sesión del debate sobre el estado de la Comunidad con un discurso plomizo, sin propuestas y sacudiéndose toda responsabilidad frente a la crisis.

Rudi y Almunia, en el debate de la Comunidad
Iglesias cierra los ojos y dibuja otro Aragón
JOSÉ MIGUEL MARCO

No sonó a despedida. Tampoco al balance de tres legislaturas. Ni tan siquiera tuvo aspecto de ordenado resumen. Fue un mero trámite. Un aburrido y distante discurso que mostró al Marcelino Iglesias más desafecto de estos 11 años de Ejecutivo PSOE-PAR, seguramente porque ya se ve fuera de este escenario tras su renuncia a la reelección. Si alguna virtud había logrado cultivar Iglesias en su papel de presidente era, precisamente, su proximidad, su supuesto talante abierto que lo convertía ante los ojos de los votantes en un hombre próximo, común al ciudadano, preocupado por lo corriente desde la elevada responsabilidad de la acción de gobierno.

La descripción de ese perfil se esfumó ayer. Poco o nada quedó de todo aquello. En la tribuna, Iglesias fue más político que nunca, más frío y más calculador que nunca y menos osado que nunca. Tuvo miedo y solo se preocupó por sí mismo, optando por defenderse tras la estrategia conservadora que hoy le hará ganar el debate -sería bueno preguntarse ante quién- frente a la responsabilidad que habría de asumir un gobernante con 90.000 parados en su Comunidad. Pero Iglesias se sintió más cómodo sacudiéndose toda obligación, expresándose ajeno al oscuro agujero económico en el que estamos inmersos y al paro, pese a que tímidamente aseguró que el desempleo "es el hecho más grave de esta crisis". Tuvo tiempo hasta de darle la vuelta al argumento y señalar que seguimos "manteniendo unos niveles de ocupación significativamente muy importantes. Quiero recordar que hoy, pese a la crisis, cada día trabajan en Aragón 115.000 personas más que hace diez años, nada menos que un 25 por ciento más que en 1999". Intuyo que para cualquier desempleado el argumentario de Iglesias sonará igual que una broma de mal gusto, pero al margen de la oportunidad de la cita lo que preocupa es la deriva adoptada por este gobierno: siempre preocupado por mantenerse a flote pase lo que pase. Con el desapego como hilo argumental, Iglesias se expresó ajeno a la crisis, que insistió que no se había generado ni en Aragón ni en España, pero lo realmente grave fue que esta estrategia también le permitió sentirse alejado de las consecuencias y hasta de las soluciones.

Iglesias no puede abandonar antes de tiempo el Pignatelli

Comprendo pero no comparto el propósito. Con un cuarto de legislatura aún viva, con la herencia de su crédito como principal activo, Iglesias no puede abandonar antes de tiempo el Pignatelli y hacernos creer que aún sigue gobernando. La mezcla entre su particular problema sucesorio -suyo y del Partido Socialista- y el empeño por conceder a la actual secretaria de Estado de Educación, Eva Almunia, una 'rentrée' en la política aragonesa con un cierto grado de normalidad y protagonismo han logrado que el tono de su gobierno quede marcado por la atonía, por la colocación de la venda en los ojos. Una actitud contraria, jaleada por la preocupación y la exigencia, imprimirían un tono de gravedad y esfuerzo que frenaría tanto su marcha como la llegada de Almunia. Por ello, su discurso está obligado a huir de todo tipo de aristas, de cualquier contratiempo que interrumpa un plan que no puede permitirse alteraciones.

Pero quizá uno de los principales males de este gobierno, que supo y pudo, es el haber terminado por interiorizar que la realidad es tal y como se puede ver en cualquier espejo del Pignatelli: exactamente a la inversa. Se vive de imágenes especulares que parecen reales pero que varían según sean contadas por unos o por otros. Así, las relaciones de su Gobierno con Madrid, tachadas de sumisas por los repetidos ejemplos que han levantado elevados y repetidos muros de desaires y olvidos, son entendidas por Iglesias como un modelo de encuentro, como todo un ejemplo donde "no caben maximalismos, ni se deben emular las posiciones nacionalistas más radicales que provocan tensión hasta el límite con el Estado".

El análisis de tres legislaturas enlazadas está necesariamente plagado de claroscuros, con el añadido de que nadie se convierte en un buen presidente por el hecho de haber logrado una coalición estable. Pese a que la inteligencia de Iglesias ha sabido convertir ese mérito en un principal éxito, las dudas sobre la ambición del PAR obligan al PSOE a un constante empeño por el galanteo. Las palabras de Iglesias ante Cámara regional estuvieron plagadas de un sincero reconocimiento hacia el PAR, pero también de un interesado y público ofrecimiento que resulta imprescindible progrese nuevamente. Los socialistas aragoneses, que se sienten cómodos en el poder y no esconden su confianza en mantenerlo, saben que el PAR puede dar bien poco si no se le arropa, pero puede quitar muchísimo si no se le protege.

Aunque Iglesias se refugió en su discurso al abrigo de los datos y las cifras, que bien ordenadas siempre aportan la realidad imaginada, sabe que no podrá mantener por más tiempo este tránsito inmaculado con el que se dirige hacia el final de la legislatura. Si realmente desea conservar el Gobierno estará obligado a endurecer su mensaje en los últimos meses que restan hasta que finalice el curso político, además de permitir a Eva Almunia la toma de alguna decisión que evite esa contradictoria sensación de tutela permanente.