"Agradeces los aplausos pero no queremos ser héroes, solo tener medios adecuados"

Carlos Serón es jefe de la Unidad de Medicina Intensiva y coordinador de Formación Médica Continuada en el Hospital Universitario San Jorge de Huesca.

Carlos Serón es el jefe de la UCI del Hospital San Jorge de Huesca, que ha estado desbordada en dos de las cuatro olas.
Carlos Serón es el jefe de la UCI del Hospital San Jorge de Huesca, que ha estado desbordada en dos de las cuatro olas.
Rafael Gobantes

El personal sanitario ha sido la primera línea de batalla contra el coronavirus, tanto la Atención Primaria como los hospitales. Y sin duda las situaciones más dramáticas se han vivido en las unidades de cuidados intensivos, que se tuvieron que enfrentar, sin los suficientes medios, a una enfermedad desconocida y deshumanizada. Con más de 30 años de ejercicio, Carlos Serón ha dirigido la lucha contra el covid desde la UCI del Hospital Universitario San Jorge de Huesca. Confiesa que esta pandemia es "lo más duro" a lo que se ha enfrentado en su trayectoria profesional y pide una desescalada lenta hasta verano para evitar nuevas olas letales.

¿Se imaginaba hace un año que íbamos a sufrir una pandemia de esta envergadura mundial por un virus?

En absoluto. No se lo imaginaba ni el Gobierno así que imagínese nosotros. Nos pilló a todos por sorpresa y, además, no fue algo que llegara poco a poco. Habíamos tenido algún paciente antes que no sabíamos qué le pasaba y después, revisando enfermos que se murieron de neumonía por aquella época sin conocer exactamente la causa, nos dimos cuenta que muy probablemente pudo haber sido ya por la covid. Fue algo similar al Sida. Cuando yo era residente apareció y había enfermos que se morían y no sabías por qué hasta que encontraron el virus. La diferencia es que aquí ya vinieron todos de golpe.

¿Cómo les pilló esa primera oleada?

Durante la última década solo había habido recortes en la Sanidad y nos pilló sin medios, sin una reserva estratégica de equipos de protección, sin espacios suficientes... A la llamada ‘mejor sanidad del mundo’ nos dio un tremendo meneo que no resistió. Era una enfermedad nueva y no sabíamos qué hacer. Los tratamientos al principio fueron a ‘perdigonada’, con todo lo que se te ocurría, y con el tiempo vimos que algunos no eran efectivos y que incluso pudieron ser perjudiciales.

Supongo que ha sido una año con una montaña de emociones.

Lo peor fue al principio, sobre todo con las familias, porque no se les permitía entrar a ver a los enfermos, que estaban completamente aislados, y cuando morían, no podían despedirse, ni celebrar el funeral, ni pasar el duelo... Muchos casos que hemos tenido en la ucidel San Jorge han sido dramáticos, pero me acuerdo mucho de un matrimonio que ingresó con 24 horas de diferencia. La madre se murió un día y sus hijas, que eran jóvenes, no pudieron venir porque las dos estaban confinadas. Y su padre falleció a las dos semanas.

Es una enfermedad muy deshumanizada.

Mucho. Nosotros teníamos algún protocolo de humanización pero era muy difícil aplicarlo porque nuestra uci es muy pequeña y para eso hay que meter a los familiares dentro, más o menos tiempo. Intentábamos mantener informadas a las familias una vez al día porque no había tiempo para más, y se adquirió una ‘tablet’ para que se comunicaran con los enfermos, pero algunos no querían que les vieran así.

¿Qué mella ha dejado la pandemia en el personal de la uci del San Jorge?

Han hecho un sobreesfuerzo físico y psicológico teniendo que reforzar, doblar turnos, meter gente sin experiencia... Y usando espacios que no estaban adecuados para una uci, como el paritorio. Estas situaciones tan difíciles retratan a la gente y ves si dan un paso adelante o se echan atrás. Hay quien lo toleraba regular, pero yo no me encontré muchas decepciones, la gran mayoría se comportó muy bien. Hubo muchas quejas al principio porque iban con bolsas de basura y con lo que se podían fabricar ante la falta de equipos, y era lógico por el miedo a una cosa desconocida.

¿Qué ha sido lo más duro para usted como experiencia profesional?

Gestionar y tener a la gente unida. Aquí no nos podíamos permitir que alguien dejara de trabajar o se cogiera una baja. Y lo mejor que he sacado de todo esto ha sido el equipo de gente y, sobre todo, las enfermeras que son las que están minuto a minuto con el enfermo. Me asombraba mucho su calidad humana. Yo las veía saliendo diez minutos a tomarse un descanso en un turno de siete horas y cuando se quitaban las máscaras, tenían las marcas y unas caras de cansancio y agotamiento. Yo mismo me preguntaba cómo aguantaban tanto sin medios. Porque a pesar de todas las dificultades, hacían su trabajo. Por suerte, siempre nos hemos llevado muy bien en esta uci y eso facilita mucho las cosas.

¿Les llegaban los ánimos en forma de aplausos que durante tantas semanas se escucharon desde los balcones?

Los aplausos están bien y los agradecemos. De hecho, yo también salía cada tarde a aplaudir desde el balcón. Pero en esos momentos habrías agradecido más tener un buen EPI. Nosotros no queremos ser héroes, solo ser profesionales y trabajar con los medios adecuados para tratar a nuestros pacientes. En mi caso, lo que más he agradecido es gente que, conociéndome poco, me escribía y me daba las gracias porque estábamos cuidándolos.

¿Hemos aprendido de lo que ha pasado este año? ¿Estamos preparados para poder afrontar nuevas olas o no hemos tomado conciencia del problema real?

El problema es que la estructura que tenemos de hospitales no da para todo, o atiendes pacientes covid u operas cirugía cardíaca y tumores. Con la vacuna, aunque no vamos a eliminar la covid, al menos llegará de una forma más controlada y podremos convivir con las dos cosas. Pero para eso hace falta que la mayoría de la gente esté vacunada. Habrá que adecuar esas estructuras y dedicar más recursos a la Sanidad. Mientras en Alemania tienen 30 camas de intensivos por cada 100.000 habitantes, en Huesca, por ejemplo, hay 10 y en malas condiciones. Porque la uci del San Jorge es pequeña. Cada box debería tener un mínimo de quince metros cuadrados y aquí no llegan a once y estamos siempre con el ‘síndrome del espagueti’, con tubos por todos los lados. Yo creo que ya no lo veré, pero habría que hacer una unidad con quince o veinte boxes por si viene otra pandemia y si luego solo se necesitan diez, bien. En la tercera ola tuvimos que trasladar a 15 pacientes a Zaragoza, un 20% del total. Y es que lo peor es tener un crítico y no saber dónde meterlo.

Entonces, cuando presumíamos de tener una de las mejores Sanidades del mundo, ¿estábamos equivocados?

Tenemos datos sanitarios buenos y un buen sistema porque se pueden realizar tratamientos muy complejos a cualquier persona. Por ejemplo, un transplante le puede beneficiar, independientemente de su condición, a alguien que está en la calle y al más rico. Aunque todo eso también es muy caro. Pero las estructuras son muy justas y ha quedado demostrado que no soportan una pandemia. O se asiste al covid o se asiste al resto de la población.

¿Cómo valora la gestión política?

Al principio de la pandemia hubo una descoordinación a nivel central porque recibíamos órdenes contradictorias. No creo que haya habido una buena gestión por parte del Salud en Aragón. En estas situaciones se necesita gente excepcional con una cabeza muy bien amueblada y que sepa valorar las cosas. Pero tampoco quiero criticar porque quizá hayan hecho lo que han podido y yo, si hubiera estado en su lugar, también me habría equivocado.

¿Qué les diría a los responsables políticos que tienen que tomar decisiones en los próximos meses sobre la pandemia?

Yo intentaría no desescalar hasta el verano o hacerlo muy despacio vigilando las curvas. Yo entiendo que haya presiones de sectores económicos como la hostelería porque hay mucha gente que ha perdido su trabajo. Pero insisto en que el sistema sanitario no aguanta las olas porque se atiende a los pacientes covid pero dejas de atender a otros. Si tuviéramos una Sanidad boyante con muchos medios se podría hacer lo que se quisiera, pero si está tan limitada por la pandemia... Hay que tratar de llegar al mínimo de contagios, bajar de los 50 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días, vacunar todo lo que se pueda y cuando tengamos un nivel de inmunidad un poco alto, intentar ya empezar a hacer una vida más o menos normal. Pero si corremos, tendremos otra ola y otro montón de muertos y la hostelería volverá a cerrar.

¿Usted se olvidaría por tanto de abrir la mano para salvar la Semana Santa?

Si hay que salvar algo es el verano, ni la Semana Santa ni ningún puente. Si no, a finales de abril llegará otra ola. A lo mejor se podría abrir un poco para la hostelería pero hasta que no esté el 70 u 80% de la población vacunada no puede haber grandes fiestas. Lo bueno es que los pacientes más mayores van a estar pronto todos vacunados, que eran los que más se morían. Pero en la última ola los enfermos han sido más jóvenes, entre 50 y 70 años sobre todo. Y la tasa de mortalidad ha aumentado del 30 o 35% a más del 40%.

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