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Blanca Carvajal: "Admiré a Emilia Baylo, mi maestra de danza"

Actriz, bailarina y gestora cultural zaragozana. Responsable del Área Cultural del Centro Joaquín Roncal. Está unida a la Compañía Teatro Gato Negro que dirige Alberto Castrillo-Ferrer, con quien ha creado una sala de ensayo y creación en Murillo de Gállego.

Blanca Carvajal, a los 8 años, con su padre en la playa de Benidorm.
Blanca Carvajal, a los 8 años, con su padre en la playa de Benidorm.
B. C.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?

Sí, muy feliz. Recuerdo pasar unos veranos largos cerca del mar con la sombrilla y la nevera cual familia Cebolleta, a mi abuela en casa cocinando platos riquísimos, a mis vecinas de rellano corretear de una casa a la otra, todo era jugar y reír.

¿Qué le hizo reír por primera vez?

Era muy risueña. Quizás la primera vez fue con mis padres, jugando con las olas del mar.

¿Y llorar?

La muerte de mi abuela Lola.

¿Qué era en el patio del colegio?

Era bastante graciosa y un poco líder, me llevaba bien con todas las chicas. Mi espíritu independiente me hacía bastante libre y justiciera en el patio del colegio.

¿Se sentía rara, especial?

De pequeña no, luego ya me fui saliendo de lo establecido y tuve que defenderme.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?

Mis padres nunca nos castigaron. En el colegio alguna vez me sacaron al pasillo por enredar, pero no solían pillarme, era buena disimulando.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?

Leer tebeos con un bocadillo de salchichón en la terraza de casa, jugar en el balancín que nos construyó mi padre y, por supuesto, ver los dibujos animados en la tele.

¿Cuál fue la calle de su infancia?

La calle del Carmen de Zaragoza.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Zaragoza?

Me gustaba el barrio. Bajar a comprar con mi abuela al mercadillo de Hernán Cortés, nos conocían en todos los puestos. Me alucinaba el de los menudillos y un relojero que había en la entrada. De vuelta a casa, el kiosco de las chuches, la papelería, la perfumería que vendía colonia a granel, la lavandería a la que recurríamos antes de tener lavadora, el panadero que ocultaba casi un supermercado entero detrás de una puerta con cortinilla. Todo estaba en el cruce de dos calles.

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?

La llegada del hombre a la Luna. Las noches de verano mi padre sacaba la televisión en blanco y negro a la terraza para cenar y adormilarnos en las hamacas. Era muy pequeña, pero recuerdo esperar con expectación la retransmisión del aterrizaje del Apolo 11 en la Luna aquella noche del 20 de julio. Un acontecimiento que mi padre nos hizo apreciar como algo fantástico.

¿Tenía mucha conciencia política?

Ninguna. Viví una infancia y adolescencia alejada de la política. Cuando murió Franco percibí la preocupación ante la incertidumbre del futuro, pero no supuso más que unos días sin ir al colegio.

¿Qué imagen tenía de Francisco Franco?

Un señor muy oscuro vestido de militar que salía en la revista ‘¡Hola!’ y en el NODO. No me imponía, los veía a todos bastante tétricos en medio de un ambiente lleno de color que yo vivía entre mi casa y el colegio.

¿Era religiosa?

Fui a colegio de monjas. Era muy participativa en las misas. En todo lo que era teatral, ahí estaba yo. Me gustaba escuchar las historias que contaban de las hermanas misioneras.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado?

Era una manera de controlar tus actos. Te inculcaban el arrepentimiento y eso te llevaba a tener sentimientos de culpa, pero no sufrí por ello.

¿Qué fobia forjó en esos años?

Gritaba como una posesa cuando veía una cucaracha en el baño.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?

Me rebelé bastante ante esa presión. Nunca entendí que al vecino le pudiera importar nuestra vida.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte? ¿Le angustiaba o le provocaba algún tipo de tormento?

La pérdida de mi abuela, pero como no se hablaba mucho de la muerte ni en casa ni en el colegio, la verdad es que no me angustiaba, yo veía vida por todos lados.

¿Cómo ganó su primer dinero?

Dando clases de ballet en el colegio a las niñas más pequeñas.

¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?

Un grupo de alumnos de la escuela de danza bailamos disfrazados de comparsa de Disney en un concierto de Enrique y Ana en la plaza de toros. Me tocó hacer de Pluto y los trajes vinieron de Estados Unidos. Imagina cómo me quedaba, la cabeza del pobre Pluto casi tocaba el suelo. Me río muchísimo con mis compañeras cada vez que lo recordamos.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?

Liza Minelli en ‘Cabaret’. Y, después, Shirley McLaine, Katharine Hepburn, Toni Curtis, Jack Lemmon, Cary Grant y James Stewart.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?

‘Un rayo de sol’, de Los Diablos.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?

Me gustaba leer tebeos y los libros de Los Cinco, Torres de Malory y la colección de Agatha Christie… ‘Chitty Chitty Bang Bang’ y ‘Mary Poppins’ me descubrieron el cine. Más tarde, vibraba con musicales como ‘Un americano en París’ o ‘West Side Story’. Luego he sido gran fan de Bob Fosse: ‘Cabaret’, ‘All that jazz’, increíbles.

¿Había alguna persona que conociera a la que admirara de un modo especial?

A Emilia Baylo, mi maestra de danza. Nos transmitió su pasión por la danza, por la belleza y el gusto por lo bien hecho.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?

Me enseñaron a vivir con dignidad, a ser curiosa, creativa y responsable, a trabajar y a no decaer.

¿Qué o quién le desató la vocación que le ha marcado?

Mi madre me apuntó a bailar en el colegio, supongo que porque me vería un poco yeyé. La danza fue el detonante.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?

Nunca lo he pensado. Las cosas han ido llegando según la valentía o la cobardía con que he tomado las decisiones.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a cuál volvería?

A la emoción de la mañana de un día de Reyes.

Blanca Carvajal, a los 8 años, con su padre en la playa de Benidorm. B. C.

Actriz, bailarina y gestora cultural zaragozana. Estudió Filología Francesa. Responsable del Área Cultural del Centro Joaquín Roncal. Está unida a la Compañía Teatro Gato Negro que dirige Alberto Castrillo-Ferrer, con quien ha creado una sala de ensayo y creación en Murillo de Gállego

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