El espeleólogo zaragozano en la cueva inundada en Cantabria: "Teníamos suministros para un mes"

José Ballesta, uno de los primeros en salir de la cavidad, asegura que en todo momento la situación estuvo controlada, pese al despliegue de un operativo de rescate. 

Interior de la cueva de Cantabria donde estaban los espeléologos.
Interior de la cueva de Cantabria donde estaban los espeléologos.
Grupo de Exploración Vallina

El zaragozano José Ballesta, uno de los espeleólogos que entraron en una cueva de Cantabria el pasado fin de semana y se vieron sorprendidos por una crecida de los ríos subterráneos, asegura que la situación en todo momento estuvo controlada, pese a la alarma suscitada y al operativo de rescate desplegado. 

Él pertenece al Espeleo Club Zaragoza. Aprovechó el puente de la Cincomarzada para ir a Cantabria. El jueves ya habían entrado otros  compañeros y él llegó el viernes. En total eran siete, de clubes de Zaragoza, Cantabria, Castellón y Barcelona. Se encontraban realizando exploraciones y cartografías en la cueva de Vallina, en el municipio de Arredondo, cuando los pilló la crecida de las corrientes subterráneas, coincidiendo con las intensas lluvias de los últimos temporales. 

El Gobierno de Cantabria activó el protocolo de rescate, e incluso se presentaron los especialistas de la Guardia Civil, pero no tuvieron que intervenir porque salieron por su propio pie. Eso sí, más tarde de lo previsto y cuando el nivel del agua bajó.

"Me ha sorprendido todo el bombo que se le dio al asunto porque nosotros siempre tenemos en cuenta que este un sistema muy acuático, hemos entrado en otras ocasiones, incluso cuando el río se ha desbordado y no ha habido ningún problema", ha contado ya de regreso en su casa de Zaragoza.

Su misión era la exploración de los niveles superiores encontrados en la anterior incursión. Desde los niveles freáticos van subiendo galerías escalando. Cada equipo trabaja en un ramal aunque pasaron la primera noche juntos en la galería de los Elefantes, donde tienen el vivac número 2. 

José Ballesta (izquierda), enfundado en el traje con un compañero y listo para superar el sifón de madrugada.
José Ballesta (izquierda), enfundado en el traje con un compañero y listo para superar el sifón de madrugada.
Grupo de Exploración Vallina

Al juntarse en una parte de la cueva donde confluyen varios ríos, vieron que uno de ellos venía muy cargado. "El problema era que el agua te metiera contra un bloque de piedra, porque entonces sí que no salías", explica el espeleólogo zaragozano. Montaron un primer campamento y a lo largo de cuatro horas hicieron mediciones del nivel. "Calculamos que bajó un palmo, pero a la siguiente media hora lo había recuperado e incluso doblado, y sí que era inviable salir".

En ese momento decidieron dar marcha atrás. "Estábamos a dos horas del vivac, donde tenemos comida y hornillos para más de un mes, y sacos de dormir. No quisimos forzar el paso de los compañeros y acordamos que parte del grupo se fuera y descansara en el vivac. Otros nos quedamos a seguir controlando el nivel". 

En cuando vieran una posibilidad segura tenían pensado cruzar, para que nadie de fuera se preocupara del retraso y no se tuviera que activar un rescate. "Encontramos una galería superior donde nos acomodamos con nuestras mantas y nos hicimos un vivac de emergencia. Pudimos haber cruzado con el paso sifonado pero decidimos no hacer cuatro o cinco metros a pulmón, esperar a que bajara un poco y que tuviéramos una cámara de aire. Fuimos midiendo y cuando a las cuatro de la madrugada había bajado más, pensamos en enfundarnos los trajes, pasar y dar aviso. Dejamos una nota al otro lado del sifón para los compañeros y salimos fuera para despreocupar al personal", cuenta Ballesta. 

Para él la cuestión es que se retrasó la salida. Sí reconoce que el caudal era "superfuerte". "Nunca había visto así al río Rioja. Nosotros pudimos salir, pero no queríamos arriesgar a todo el grupo", reconoce. 

Una vez fuera se vieron sorprendidos por la expectación generada. "No había pasado nada. Salimos tres a decir que el resto estaba esperando a que bajara el agua para hacerlo más cómodamente". Según cuenta José Ballesta, como siempre se habían seguido los protocolos, informando tanto al 112 como a Cruz Roja. "A partir de las 8 horas del tiempo establecido hay un preaviso a un coordinador. Se habló con él y con los miembros del socorro cántabro para despreocuparlos".    

Los cuatro que se quedaron en el interior pudieron cruzar finalmente el sifón, donde vieron la nota que les dejaron, aunque luego encontraron otro río que iba más fuerte todavía. Tuvieron que esperar y a primera hora de la madrugada del lunes abandonaron la cavidad sin que los equipos de rescate, que ya estaban preparados fuera, se vieran obligados a intervenir.

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