El lenguaje del abanico en un pleno tropical en las Cortés de Aragón

Acara descubierta, sin mascarillas pero con mamparas de separación (por si vuelve la covid en otoño), afrontaron los diputados aragoneses una maratoniana jornada de pleno, con más de doce horas de discusiones y a más de 27 grados. Nunca se habían visto tantos abanicos en las bancadas. Y es que en el fragor de debate, con los focos y el termostato topado, el sofocante calor llevó a más de uno a añorar los buenos ratos en la playa.

Tras unas vacaciones muy similares a las de la vieja normalidad, el regreso al Parlamento, a ocho meses de las elecciones, fue más duro de lo esperado. A Nacho Escartín, exportavoz de Podemos, le han cambiado de escaño, y se sienta más cerca ahora del líder de IU, Álvaro Sanz. En Cs comparten espacio físico, aunque en el ideológico están cada vez más alejados, en un distanciamiento que ya no se molestan en disimular. La popular Mar Vaquero lidera la oposición sin retirar a Luis María Beamonte de su escaño. En la bancada de enfrente, este miércoles, el vicepresidente Arturo Aliaga y la consejera de Presidencia, Mayte Pérez, compartían confidencias, llamados a evitar que la alcaldía andorrana quiebre su buena relación.

En ocasiones resulta más fácil cultivar la complicidad con el contrario que con quien se sienta al lado. Poco duró el 'buen rollo', si lo hubo, en Cs tras el retiro en Fuendetodos. Desde Somos Cs, al que están inscritos la mitad de los parlamentarios, exigían por burofax a la dirección la cifra de afiliados para exigir una asamblea que renueve a la cúpula y sus estrategias.

Con Javier Lambán conversaba Pérez Calvo, los dos sin corbata, antes de que Javier Sada diera la bienvenida a los parlamentarios. Tanto calor hacía que parte de la sesión se desarrolló a medio aforo, quizá para que corriera el aire en el salón.

Nadie recordaba un inicio de curso tan intenso. Compareció Lambán y cuatro de sus consejeros, Joaquín Olona, Carlos Pérez Anadón, Marta Gastón y Felipe Faci. Todos del PSOE. Leticia Soria blandía un abanico rojo socialista, y Jara Bernués, de Cs, uno blanco, bastante adecuado. En una versión 2.0 del lenguaje de los abanicos, prácticos contra el calor y útiles para ocultar sentimientos.

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