La legislatura de la marmota
Pasa el tiempo, cambian los protagonistas, pero todo sigue igual. La política espectáculo, la de gestos calculados, encumbra a líderes que parecen desnortados y que con frecuencia olvidan que gobiernan para las personas. Esas que votan una vez cada cuatro años. Lo de menos es derrotar dialécticamente al adversario; lo de más, ser capaz de reconocer, con humildad, que trabajar unidos ayudaría a salir airosos en un momento inédito y de extrema complejidad. Que no sé si será el Apocalipsis, ojalá no; pero la crisis económica y energética invita a pensar que nos espera un inhóspito y gélido invierno.
En la era digital, las imágenes eclipsan a las palabras. La anécdota se impone al mensaje;_y es casi imposible entender y rebatir mensajes cuando nos arrastran a concentrar la atención en quién lleva corbata y quién no. Evadirse de la realidad no es la solución; mirar para otro lado funciona, pero solo por un rato.
Es comprensible el hastío y el hartazgo que muestran los ciudadanos. Las dos horas y media de debate en el Senado entre el presidente Pedro Sánchez y el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, dejaron un solo anuncio, el fin del veto en la excepción ibérica a las plantas de cogeneración, y una colección de desaires e improperios. Con amagos de mano tendida, que se quedan solo en eso. Ocurrió durante la covid, y vuelve a pasar con la invasión de Ucrania,_en una legislatura de la marmota en la que los que mandan se lanzan a la precampaña y olvidan que sufrimos un momento excepcional. Y así nos va.
