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"Una mesa mal colocada puede ser una trampa sin escapatoria para un sanitario"

La Policía ha empezado a asesorar a los trabajadores de centros de salud y hospitales sobre cómo actuar en caso de sufrir una agresión: los primeros instantes son vitales.

La inspectora Mercedes Garralaga, este viernes, en su despacho de la comisaría de Centro
La inspectora Mercedes Garralaga, este viernes, en su despacho de la comisaría de Centro
Heraldo

El último ataque conocido del que han sido víctimas los sanitarios aragoneses se produjo en la madrugada del pasado miércoles, cuando un grupo de exaltados se coló por la fuerza en las urgencias del centro de salud de Tauste profiriendo gritos y amenazas contra el personal de guardia. No tuvieron ningún reparo en fracturar el cristal de la puerta de acceso y podrían haber causado más daños que los materiales de no mediar la intervención de la Guardia Civil y la Policía Local. Solo durante el primer semestre del año, el Departamento de Sanidad del Gobierno aragonés ha contabilizado 153 agresiones de este tipo. Y aunque la solución no se antoja sencilla, el colectivo agradece iniciativas como la de la Policía Nacional y la Guardia Civil, que han reunido a un grupo de especialistas para explicarles cosas tan sencillas y a la vez tan eficaces como dónde colocarse en caso de sufrir un ataque.

«Una mesa mal colocada en el despacho puede convertirse en una trampa sin escapatoria para un sanitario. Nunca debe ponerse pegada por un lateral a la pared. Siempre debe permitirnos rodearla por ambos lados», recuerda Mercedes Garralaga, la inspectora del Cuerpo Nacional de Policía al frente del equipo que hace el seguimiento de todas las denuncias que tramita el personal sanitario en las comisarías de la capital aragonesa. «Parece una tontería, pero no tener objetos pesados o peligrosos sobre la mesa puede evitar muchos problemas. Hablo de marcos de fotos, tazas, un bisturí...», dice. «Y en casos extremos –añade–, disponer de un silla que poder levantar y utilizar de parapeto puede resultar también vital».

Garralaga reconoce que estos son solo algunos de los pequeños consejos que dan a los médicos, enfermeros y auxiliares durante las charlas que están impartiendo en hospitales, ambulatorios o colegios profesionales. Para la inspectora, la clave es estar preparado para reaccionar en caso de un ataque sorpresivo: «Los primeros minutos son cruciales. Hay que ganar tiempo para avisar y pedir ayuda a un compañero», indica. «Para enseñarles a afrontar esos momentos, durante las charlas, adoptamos el rol del agresor e intentamos llevar la situación al límite. Se trata de hacerles ver qué hacen bien y qué otras cosas pueden mejorar. Y se sorprenden al identificar pautas de comportamiento de las que no eran conscientes», remarca.

La escucha activa es esencial

Los profesionales reconocen que la pandemia no ha hecho sino agravar un problema que viene de lejos. Por un lado, porque ellos están soportando una carga extraordinaria de trabajo en condiciones muy complicadas. Y por otro, porque los pacientes están acostumbrados a una presencialidad que no siempre ha sido posible. «Ya sea por teléfono o en la consulta, nosotros siempre insistimos en la necesidad de practicar una escucha activa. La persona a la que atiendes necesita saber que la estás escuchando. Dejar que sea la única que hable o mirar todo el tiempo a la pantalla del ordenador son actitudes que pueden trasladar un mensaje equivocado al paciente», comenta la funcionaria. «Y en las salas de espera pasa igual –señala–. Está comprobado que una persona soporta mejor la demora cuando alguien le explica la razón. En definitiva, una suma de pequeños detalles pueden sumar en favor de todos. Lo que no justifica nunca ningún tipo de agresión: ni verbal ni física».

Hay "poquísimas" denuncias

Lo ocurrido hace unos días en el Clínico, donde una joven que acababa de dar a luz y cuatro familiares acabaron en el calabozo por atacar a varios profesionales y reciente asalto al centro de salud de Tauste han disparado las alarmas y movilizado de nuevo al colectivo.De hecho, los sindicatos sanitarios han vuelto a alzar la voz exigiendo medidas preventivas. Pero lo cierto es que esta multitud de agresiones no tiene luego un traslado a la esfera penal. Y son «poquísimas» las denuncias que acaban interponiéndose ante la Policía Nacional o la Guardia Civil.

«Nosotros les animamos a que denuncien. Y si es preciso les acompañamos a hacerlo, porque estamos las 24 horas a disposición de cualquier sanitario que nos necesite. Sin embargo, es verdad que son muy pocos los que dan el paso. La despenalización de los delitos leves y el miedo a las represalias persuaden a muchos profesionales», confiesa Mercedes Galarraga. Todo ello se traduce en un cifra muy discreta de causas penales y, por consiguiente, de condenas.

Según el equipo de la Policía Nacional, puede que no se consiga un castigo ejemplar para el agresor, pero gracias a las denuncias se están consiguiendo cada vez más órdenes de alejamiento. Y eso es ya un comienzo.

Varón, de entre 36 y 55 años y español

Las denuncias tramitadas durante los últimos años han permitido establecer un perfil de la persona que suele protagonizar las agresiones a sanitarios. Se trata de una varón de nacionalidad española de entre 36 y 55 años. Y aunque puede resultar anecdótico, los días y las horas en que se registran más ataques son los martes y jueves entre las 10.00 y las 13.00.

Según explican desde la Policía Nacional, una de las preguntas que siempre plantean los sanitarios cuando reciben consejos sobre cómo actuar ante una agresión es la de: «¿Puedo defenderme o me tengo que dejar pegar?». Los agentes del equipo especial de interlocución les explican que pueden responder al ataque, sobre todo cuando peligra su integridad, pero esa respuesta «debe ser siempre proporcional». Para la Policía, una de las medidas que ha demostrado ser eficaz es el botón de alerta camuflado en el teclado del ordenador.

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