Economía

El indiscutible (aunque precario) motor de la construcción en Aragón

El sector está tirando del empleo en todo el país pero las condiciones para los trabajadores no son ni de lejos lo que eran antes de la crisis.

Viviendas en construcción en Zaragoza.
Viviendas en construcción en Zaragoza.
Aránzazu Navarro

"No hay más que levantar la vista y mirar los cielos de Zaragoza", comenta un mando intermedio de una conocida empresa aragonesa de la construcción. Y tiene razón. Las grúas vuelven a estar por todas partes.

Las obras de edificios residenciales se han reactivado con entusiasmo en barrios cuyos vecinos llevaban años viendo cómo los grandes carteles de promociones sin construir se convertían casi en parte del mobiliario urbano. Ahora las máquinas han vuelto y los forjados van sustituyendo esos carteles. Y no lo dicen solo los cielos sino que lo confirman las estadísticas. El sector está tirando del empleo en todo el país y hacía ocho años que no producía semejante cantidad de altas en la seguridad social en los dos primeros meses de un ejercicio.

Ahora bien. No es oro lo que reluce y la crisis ha hecho mella. Las empresas y los trabajadores han sufrido y las cosas ya no son lo que eran. Lo advierten las agencias de colocación, las entidades implicadas en la formación para el empleo del sector, los propios trabajadores e incluso las empresas.

Más oportunidades pero peores

Pablo Villalva es el responsable del área de empleo de la Fundación Federico Ozanam. Da la casualidad de que Villalva entró en intermediación laboral en el año 2008, cuando había pleno empleo y el tirón de la Expo acrecentaba la demanda de trabajadores de la construcción en Aragón. "Por aquel entonces había tanta demanda de trabajadores que tenían que traerlos de fuera. Nos venían de Ceuta, de Melilla... pero en cuanto acabó la Expo, todo se vino abajo desde el minuto uno", cuenta.

La fundación para la que trabaja realiza cursos de formación para el empleo de albañilería y pintura. También tiene una agencia de colocación. Sus estadísticas reflejan claramente cómo a partir de 2008 se incrementó de golpe la demanda de empleo y cayeron en picado las ofertas. "Ahora sí estamos notando un repunte y está habiendo más oportunidades, pero bastante peores. Esa supuesta salida de la crisis no está llegando a los trabajos menos cualificados y aunque hay movimiento, las condiciones son malas y son cada vez más frecuentes los casos de trabajadores pobres".

Ramón Pampín, un obrero de 45 años, pone su caso como ejemplo. Él ha trabajado toda la vida como peón y hasta antes de la crisis no le faltaba el trabajo. Hasta ese momento disfrutaba de contratos largos con "empresas fuertes" e ingresaba unos 1.500 euros mensuales. "En ese momento salías de un sitio y entrabas a otro directo... luego ya para trabajar tenías que aceptar incluso no tener contrato... y ahora llevaba ya casi tres años parado y los que están trabajando tienen suerte si llegan a los 1.000 euros al mes", cuenta este residente en Zaragoza que ahora se está formando en los cursos del Inaem de albañilería y pintura a través de Federico Ozanam.

Pampín cree que estos cursos pueden abrirle muchas puertas ahora que se está empezando a mover el mercado aunque cree que el autoempleo es la única vía que le queda si aspira a volver a tener un sueldo digno.

Inseguridad para el empleado

El mando intermedio de antes viene a confirmar lo expuesto por Pampín y lo eleva también a los puestos de especialistas. "En los años 2006 a 2008 un caravistero, un ferrallista o un encofrador estaban ganando hasta 5.000 euros al mes. Ahora, si se levantan los 2.000 ya va bien la cosa". Además, destaca que "los mano de obra", los que "apenas llegan a los 1.000", tienen que aceptar con frecuencia turnos de 10 horas diarias que no incluyen las dietas. "Es un sector que sigue con unas condiciones malísimas. En la industria, te contratan para una cadena de montaje y sabes que tienes unas vacaciones pagadas, unos descansos estipulados... En la construcción no hay nada de eso asegurado".

De todas formas, este empleado recuerda que, pese a estar construyendo, muchas empresas siguen pasándolo mal, especialmente las que se dedican a obra pública: "Solo hay que ver los concursos. Todo se saca a subasta y hay que tirar a la baja. Este modelo obliga a las empresas a hacer bajas tremendas e irrealizables pero con las que la administración se queda contenta. Son unos hipócritas adjudicando obras por debajo de coste y lo saben perfectamente". La razón, dice, es que lo principal es trabajar y hay tanta competencia dispuesta que se ven concursos con bajas de hasta el 30%. " Al final las empresas van a tener que sacar el dinero de algún lado", insiste.

Desde Federico Ozanam Pablo Villalva también ve que se está volviendo al trabajo en negro y a contratar por menos horas de las reales. Como aspecto positivo de este movimiento en la construcción, Villalva recuerda que al fin y al cabo este sector funciona como un motor de la sociedad. "La construcción deja espacios libres a otro tipo de puestos, como por ejemplo los de personas internas y el cuidado de personas mayores pues al volver a tener empleo, ya no se queda nadie en casa y se contratan estos servicios". 

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