“He conseguido que la diabetes sea una parte más de mi vida”

María Polo, de 36 años, es diabética desde hace 16 y ha logrado llevar un ritmo de vida similar al de cualquier otra persona.

María Polo sufre diabetes desde que tenía 20 años.
María Polo sufre diabetes desde que tenía 20 años.
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Hace 16 años la vida de María Polo cambió por completo. Consiguió superar una operación a “vida o muerte”, pero desde entonces depende constantemente de la insulina. Una circunstancia a la que ya ha habituado y que ha integrado “como una parte más de mi vida”. A esta zaragozana le diagnosticaron pancreatitis con 14 años; una enfermedad que padecía desde hacía tiempo. “Como era pequeña y mujer, nadie pensó que tenía este diagnóstico y no fue hasta que cumplí los 14 años y pasé al hospital general cuando lo descubrieron”, detalla. Desde entonces, sus idas y venidas al hospital fueron constantes.

Tal era la gravedad de su situación que con 20 años tuvo que someterse a una operación de alto riesgo. El resultado fue positivo, sin embargo, le tuvieron que extirpar el páncreas, el duodeno, la vesícula y el píloro. Además, como consecuencia, le diagnosticaron diabetes. “El primer año fue muy duro. Tenía que comer para que no me bajara el azúcar (por la insulina que se pinchaba); pero no tenía apetito...”, recuerda. De hecho, en este periodo de adaptación decidió abandonar la capital aragonesa para irse a vivir con su hermana a Extremadura. “Allí conocí al que ahora es mi marido y al año siguiente nos volvimos a Zaragoza”, subraya.

A partir de entonces, la situación empezó a mejorar. “Los médicos se sorprendían de lo bien que había aceptado la diabetes, pero ¿qué podía hacer?”, subraya. Obviamente, ella hubiera preferido no padecer pancreatitis y ahora no depender de una bomba de insulina, “pero es la vida que me ha tocado vivir y me tengo que adaptar a ella”.

A ello también ha ayudado la bomba de insulina que lleva desde hace siete años. “Antes tenía que tener una rutina de alimentación muy estricta, ya que me pinchaba cuatro veces al día. Ahora, puedo picar entre horas y lo único que debo hacer es darle a un botón para que me suministre la cantidad necesaria de insulina”, explica. No hay que olvidar que su diabetes es peculiar ya que necesita insulina porque no tiene un páncreas que la genere y, además, tampoco cuenta con determinadas encimas digestivas, por lo que “con el mismo alimento, unas veces puedo tener 60 de azúcar y otras 250”.

“No absorbo siempre la misma cantidad de alimentos; por lo que tengo que estar atenta a los síntomas de mi cuerpo. Siempre llevo un zumo en el bolso por si me da una bajada de azúcar y tengo la bomba conectada por si sufro una subida”, sostiene. Sin embargo, esto no es un impedimento para hacer una vida normal: “He integrado la diabetes en mi vida. Tomarme el azúcar por la mañana es una acción más como lavarme los dientes; al igual que con el resto de cuestiones que debo tener en cuenta (en referencia a la alimentación, el deporte, etc.)”.

De hecho, siempre avisa de su enfermedad a las personas con las que se relaciona. “Me gusta que la gente lo sepa, básicamente por mi propia seguridad; ya que si me quedara inconsciente por una bajada de azúcar (algo que nunca le ha pasado), sabrían cómo reaccionar”, recuerda. El día a día de esta joven zaragozana, que tiene una discapacidad reconocida del 36% debido a su cuadro médico, es completamente normal: “Acudo a mi trabajo en el Grupo SIFU, cuido de mis hijos (de 4 y 6 años respectivamente), hago pilates... Llevo una vida al uso, con la diabetes integrada en todo momento”.

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