Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Bicho contra bicho: la última estrategia del campo aragonés en su lucha contra las plagas

La UE prima el uso de remedios biológicos ante las plagas frente a los fitosanitarios y químicos.

Los métodos de control biológico se abren paso en Aragón
Los métodos de control biológico se abren paso en Aragón

Utilizar la propia naturaleza para controlar las plagas que acechan a los cultivos. Ese es el leitmotiv con el que el control biológico está ganando enteros, poco a poco, en el campo aragonés, donde desde el laboratorio, el trabajo a pie de campo, y la experiencia de los propios agricultores se trata de reducir el uso de productos químicos que, aunque totalmente permitidos, acaban también en el paladar del consumidor.


Su filosofía es sencilla y los resultados para aquellos agricultores que se han lanzado a probarlo son satisfactorios, aunque para llegar hasta aquí haya detrás un amplio periodo de investigación e I+D. La investigadora del CITA Eva Núñez lleva varios años estudiando cómo mantener a raya las plagas de alfalfa sin usar plaguicidas, un avance que podría ser fundamental ya que este cultivo es el principal alimento del ganado vacuno cuya carne y leche consumimos, además de ser una de las principales puntas de lanza del sector agrario aragonés al exportar hacia China y otros países forrajes que cada vez son más cotizados.


“Llevamos varios años de trabajo a pie de campo y ahora la labor fundamental está en difundir estas prácticas entre los agricultores para conseguir un uso más mesurado de los productos fitosanitarios”, explica la investigadora. El asunto no es baladí porque la Unión Europea lleva varios años incidiendo en la necesidad de sustituir los productos químicos -cada vez más restringidos- por prácticas de este tipo, algo que prima en una de sus directivas desde enero del año pasado.


En el caso de la alfalfa y el proyecto del CITA, donde las plagas de pulgones y gusanos verdes siempre han traído de cabeza a sus productores, la respuesta se halla en el mismo cultivo. “La alfalfa tiene una riqueza de organismos realmente valiosa, insectos y arácnidos que han hecho de este cultivo su hábitat y que ellos mismos pueden regular las plagas que puedan aparecer si se les dan las condiciones adeucadas”, explica Núñez.


En concreto, la estrategia consiste en aprovechar los propios cortes que se realizan durante la cosecha -hasta seis en la valle del Ebro- dejando franjas del cultivo sin cortar. Allí se concentran buscando refugio, según se ha podido comprobar, toda esta microfauna que una vez vuelve a crecer toda la parcela se extenderá de nuevo alimentándose de los pulgones que puedan aparecer.


El problema por el que esta 'autosolución' que proporciona la alfalfa ha tenido que ser investigada y reimplantada está en que el uso de plaguicidas muchas veces reducía la población de estos defensores originales, y los pocos que sobrevivían se dispersaban cuando se corta completamente la parcela. “Ese es otro de los grandes problemas de los productos químicos, que crean como una especie de rueda donde cada vez se deben de usar más”, señala la investigadora, que cree que la implantación de este sistema podría reducir, incluso hasta prescindir de ellos, el uso de componentes químicos en el cultivo.En Calatayud también han encontrado a su “depredador” favorito


Sin embargo, al trabajo en el campo, tan marcado por costumbres y hábitos como los demás, le cuesta en parte dar el salto hacia estos nuevos métodos en sustitución del uso de productos fitosanitarios instituidos desde hace décadas. Lo saben bien en Calatayud, donde no obstante cada vez más agricultores confían el cuidado de sus perales a un guardián de poco más de cuatro milímetros pero con muy mala leche.


Allí, el Atria de fruticultores de Calatayud lleva casi tres temporadas soltando por sus parcelas al anthocoris, un heteróptero depredador natural de la psila, un pequeño insecto chupador que se alimenta principalmente del peral y que en los últimos años había causado daños considerables a la producción de la zona.


“Es un auténtico depredador”, explica Antonio Durán, presidente del Atria, quien señala que en los últimos años el uso de plaguicidas no había conseguido vencer a este mal que estaba a punto ya de convertirse en endémico. “Empezó utilizando este sistema un agricultor, y temporada tras temporada nos hemos ido uniendo más hasta ser ahora más de una veintena”, relata.


El sistema también es sencillo. Los agricultores sueltan por sus frutales en pequeñas cajas a estos depredadores que compran a la empresa BioPlanet y el insecto se encarga de devorar literalmente a la psila. “Exige estar mucho más al tanto porque tienes que controlar cuántos echas para combatir a la plaga, pero a cambio se consigue una producción sin químicos que ahora también se puede vender con más valor añadido”, cuenta Durán.


Y es que es precisamente el auge de los productos ecológicos y las restricciones cada vez mayores de la UE las que también están detrás del aumento de estas técnicas. “Hay muchas posibilidades y el camino a recorrer parece que va en ese sentido” explica Francisco Ponce, miembro de la Comisión Ejecutiva de Uaga, quien también lleva años probando alternativas de este tipo, pero que no obstante señala que para mejorar su implantación hace falta un cambio de hábitos en el campo y que la investigación siga aportando técnicas de control biológico cada vez más eficaces.

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