Solía decir José Luis Martín Descalzo que la Iglesia católica, considerada solamente como simple institución humana y al margen de toda referencia sacramental, gestionaba bien su departamento de producción pero era una calamidad en el funcionamiento del departamento de comunicación. 

Martín Descalzo (1930-1991) fue sacerdote, escritor, novelista, poeta, autor de numerosos libros y periodista. Y fue precisamente en su condición de informador religioso donde sentó cátedra de verdadero maestro. Fuimos muchos los que aprendimos de sus enseñanzas y de su ejemplo.

El acervo documental de la Iglesia es ingente y sus cauces de expresión son múltiples: encíclicas, constituciones apostólicas, decretos, declaraciones, ‘motu proprio’, mensajes, cartas... Unos llevan la firma del Papa y otros proceden de alguna de las congregaciones o dicasterios de la Curia romana. He recordado la cita de Martín Descalzo por verla cumplida ahora en dos asuntos eclesiales muy importantes que voy a resumir.

El pasado día 8 de abril, la Congregación de la Fe hacía pública una declaración conocida por sus palabras iniciales como ‘Dignitas infinita’. Confieso que mis posibilidades de seguir de cerca la actividad de la Iglesia y de la sociedad en las que vivo son muy limitadas, pero sí puedo afirmar mi estupor ante el clamoroso silencio que he advertido en la prensa generalista y aun en los medios confesionales ante un texto tan grave y tan actual. Venturosamente, el Centro Pignatelli de Zaragoza, siempre centinela del acontecer diario, se ocupará de conversar sobre su contenido y de aportar claves para su lectura en un acto que tendrá lugar hoy, día 14, a las 19 h.

En otro orden, pero en el mismo nivel de importancia, HERALDO, en su edición del pasado viernes, publicaba un interesantísimo encarte de dieciséis páginas en el que se daba completa y detallada información sobre la extraordinaria acción social y religiosa de la Iglesia española. Se trataba sin duda de una gran noticia que, aparte de darla a conocer con exactitud, contribuirá a desmontar bulos y falsas acusaciones.

Juan Antonio Gracia Gimeno es sacerdote y periodista