El proyecto de reconstruir la Torre Nueva de Zaragoza: Torres y torres

En los años noventa del siglo pasado se instaló en la plaza de San Felipe un monumento que recordaba la Torre Nueva, que finalmente, como la propia torre, también fue destruido.
En los años noventa del siglo pasado se instaló en la plaza de San Felipe un monumento que recordaba la Torre Nueva, que finalmente, como la propia torre, también fue destruido.
José Miguel Marco

Desde que, a mediados de abril, HERALDO dio a conocer que existe un proyecto, bastante bien armado, para volver a construir la Torre Nueva, algunos de nuestros articulistas, como Mariano Gistaín, José María Serrano, Guillermo Fatás o quien suscribe estas líneas, han hecho referencia al asunto. 

Todos de manera favorable al renacimiento de la torre. Ayer sábado se ocupaba también de ello el escritor, académico de San Luis y presidente del Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón (SIPA), Miguel Caballú Albiac. Su artículo, ‘Inclinados por la Torre Nueva, de nuevo’, entre otras interesantes consideraciones, aportaba el recuerdo del movimiento asociativo que en los años noventa, al cumplirse un siglo del derribo, recuperó el recuerdo de la torre, así como los planos y detalles de su factura, que hoy facilitarían sobremanera su reconstrucción. Pero, para quienes se pregunten por la utilidad que tendría la nueva Torre Nueva, me gustaría destacar algo que dice Caballú: «Allí subieron los zaragozanos, antes del derribo, pagando 10 céntimos, para despedirse y disfrutar de la vista de la ‘ciudad de las torres’. Nuestra topografía no permite muchas vistas panorámicas, como en otras ciudades de colinas». Efectivamente, las torres siempre han servido, antes que nada, para ver desde lo alto lo que hay alrededor. En otros tiempos, eso facilitaba la defensa o el control del territorio, hoy supone un atractivo ciudadano y turístico. Es importante que los zaragozanos lo tengamos muy en cuenta en este momento, cuando, casualmente, tenemos todavía una gran torre, la del Agua, sin uso, cuando van a restaurarse las torres del Pilar y cuando tenemos la ocasión de desfacer el entuerto cometido en 1892 al derribar la Torre Nueva. Zaragoza fue una vez, como recuerda Caballú, ‘la ciudad de las torres’. No sería un mal emblema para el futuro si consiguiéramos recuperar el título.

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