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Cabra de Mora: de cómo cambiar la amargura por belleza

La Casa del Silencio es uno de los alojamientos más singulares de toda la provincia de Teruel: está en Cabra de Mora, un pueblo que rebosa encanto

Fachada y laterales recubiertos de hiedra, una terraza inmensa, una docena de balcones, más de 40 puertas y casi 70 ventanas, decenas de estancias con personalidad propia, chimeneas varias, arte por doquier... la Casa del Silencio es una alojamiento rural único que quita el hipo en Cabra de Mora.

“La idea del turismo rural cobra dimensiones increíbles con la naturaleza que tenemos aquí”. El madrileño Antonio Villuendas lleva dos años ya en Cabra de Mora, donde ha echado raíces junto a su novia, la barcelonesa de ascendencia austriaca Laia Teichman. Los dos se han entregado en cuerpo y alma a sus respectivas profesionales, pero han abogado por el punto y coma; un cambio de chip, del smog citadino al verdor de Cabra.

“Además del entorno, la historia de esta zona –afirma Antonio– también es maravillosa; el propio hecho de que sean territorios un poco olvidados ha hecho que no se hayan estropeado tanto como en otros puntos de España. La apuesta por un turismo diferente, realmente inmerso en la naturaleza, es una apuesta ganadora. Los japoneses, de hecho, han puesto de moda el concepto de baños de bosque, que lleva aparejada una mejoría en la salud. En nuestro caso, además, todo lo que hay aquí nos da felicidad”.

Antonio pasa a la biología en su reflexión.” Se incrementan los glóbulos blancos y los rojos, esto es, las defensas y la energía. Mi novia me bromea diciendo que aquí no nos vamos a morir ni en 300 años; comemos con orden, siempre productos de primera calidad, disfrutamos de la paz… aquí es más fácil ponerte fuerte; vivir bien en las ciudades será muy difícil de aquí a 20 años, si sigue la evolución del cambio climático, el calentamiento global y las carencias aparejadas. Cabra de Mora es terapéutico. Y cuando quieres dar un salto ocasional, la playa está a 45 minutos en Sagunto y el aeropuerto de Manises, a una hora”.

“En Cabra –prosigue Antonio– hay poca gente y poca oferta, pero este verano se ha llenado y la pandemia no nos ha golpeado. Esta casa de 1.000 metros cuadrados es la única con categoría de cinco espigas en la provincia de Teruel, y tenemos otra aquí atrás con cuatro espigas, La Casa del Bosque, que ya ha pasado la inspección y también colma las expectativas de quienes vienen a buscar el tipo de turismo que reivindicamos. En la casa tenemos restaurante para los clientes; colaboramos con el chef Rubén Fortea, que es de la zona y se ha formado en el Celler de Can Roca. Además, Laia es una cocinera espléndida. La gente se queda encantada con nuestros platos caseros, tomates que saben a tomate, ternera del Maestrazgo que se deshace en la boca, el estofado de caza con rebollones… les cuidamos. Aquí el tiempo se para”.

La casa está llena de arte, y es idónea para las tertulias en distintos ambientes; a Laia y Antonio, por ejemplo, les encanta escuchar ópera o solitas de piano en el patio por la noche. A pesar de ser tan grande, la casa solo tiene dos habitaciones dobles: cero masificación. En la casa de al lado hay sitio para ocho. “¿Paseos? Todos –apunta Laia– por los miles de hectáreas que tenemos alrededor. Hay 20 senderos distintos desde la puerta de casa. Nos encanta bajar por el río y seguir en paralelo hasta Valbona, por ejemplo, y que es un buen trecho. Estás metido en una película. Y así todo”.

La Escala Santa: de rodillas y sin manos hacia la indulgencia

Laia Teichman se atreve a iniciar el reto, pero a sabiendas de que no va a poder concluirlo. “La Escala Santa es sobrecogedora cuando la ves por primera vez, y sigue siéndolo cada vez que se abre la puerta de la ermita. Arrodillarse ahí es un momento místico que va más allá de creencias religiosas, te llega al alma. Si además intentas subir los 28 escalones como dicta la condición de la indulgencia... debe ser de rodillas, sin apoyar los talones en el suelo y sin manos. Es imposible para mí, aunque hay gente que lo consigue, pero sinceramente es más fácil buscar siete años de indulgencia haciendo el Camino de Santiago”, sonríe.

La Escala Santa de Cabra de Mora está en una ermita contigua a la iglesia de San Miguel. Es una réplica exacta de la de la iglesia de San Juan de Letrán, por donde subió Jesucristo en el palacio de Poncio Pilato. En su parte superior hay una capilla central y dos pequeñas habitaciones a los lados. Los escalones centrales son de mármol negro, y las laterales son de piedra arenisca, separadas por un barandado de madera.

“Tiene una gran colección de indulgencias –explica Antonio– y la de aquí la construyó Pedro Felipe Ansaldo de Miranda y Ponce de León, obispo y marqués: su escudo está en la entrada). En Cabra había varias reliquias, destruidas en la guerra civil, pero la Escala Santa se restauró con acierto gracias a Gabriel Fuertes, hijo del pueblo. Viene mucha gente a verla. Está hecha con planos italianos. Hay que recordar hasta dónde llegaba en el siglo XIV la Corona de Aragón; se decía que no había un solo pez en el Mediterráneo que no llevase la bandera aragonesa en la cola”.

La ermita de la Escala Santa es un edificio barroco, construido en piedra de mampostería y sillarejo, formado por dos plantas. Está datada en 1730, y junto a la iglesia fue declarada Bien de Interés Cultural el 2 de octubre de 2001 por el gobierno de Aragón a causa de su singularidad artística. En la primera planta está el Baptisterio de San Juan Bautista, formado por una nave cuadrada cubierta con bóveda de crucería. En su portada, entre un gran óculo y la puerta principal formada por un arco de piedra de medio punto, se halla una inscripción, de la época del papa Benedicto XIII, por la que se otorga el perdón de sus culpas y delitos a los que recen ahí: siete años, lo mismo que su gemela romana, porque Santa Elena mando trasladar de Jerusalén a Roma.

San Miguel Arcángel

La impresionante iglesia de San Miguel es un templo magnífico con puertas de chapa y un gran altar barroco. Tiene una altura máxima de 33 metros, algo fuera de lo normal para ser un pueblo tan pequeño; de hecho, se trata de una basílica de segunda categoría. Es un edificio construido en mampostería, con sillares en las esquinas y elementos estructurales, salvo el ultimo cuerpo de la torre y su remate, realizados en ladrillo. Presenta planta de tres naves: la central consta de cuatro tramos que se cubren con bóveda de medio cañón con lunetos. En el tramo de los pies se alza el coro alto.

La Posada de Cabra, cocina del norte y camaradería para repartir

“La Posada de Cabra un lugar espléndido. Santi, vitoriano asentado en el pueblo, es un gran cocinero y una gran persona”. Palabras de Antonio Villuendas, vecino y cliente. El aludido devuelve el cumplido. “Nos llevamos muy bien, echamos grandes tertulias”. En esta ‘embajada’ alavesa comen hasta 30 personas (en tiempos normales), 45 con terraza: cocido montañés, purrusaldas con migas de bacalao, entraña tratada con mimo, lomos de bacalao al horno con alioli “y un plato que a la gente le gusta mucho, solomillo de cerdo con salsa de manzana y wasabi. Trabajo con reservas, así que a veces ideamos el menú a medias: por ejemplo, los martes y viernes hay pescado fresco en Teruel, y ahí vamos con rodaballos, corvinas o besugo. De casa, pero con un punto extra”. Tiene ocho habitaciones, incluyendo dos suites y una adaptada para discapacitados. Reservas: 680 490 117 e info@posadadecabra.com.

CABRA DE MORA

Comarca. Gúdar-Javalambre.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 47 kilómetros por la A-226 hasta Cedrillas y desvío por la TE-V-8010, o bien 57 kilómetros por la Autovía Mudéjar hasta La Puebla de Valverde, la A-232 hasta Mora de Rubielos y la TE-V-8021 hasta Cabra de Mora; se tarda lo mismo.

Hacia Alcalá de la Selva. El maravilloso paseo entre Cabra de Mora y una de sus vecinas ilustres transcurre por el cañón del Río Alcalá, una maravilla conocida en la zona y poco loada fuera de ella para lo que se merece. Son 15 kilómetros sin excesiva dificultad, con paisaje y vistas de ensueño.

Plazas. El caserío local dispone de tres plazas, unidas entre sí, a las que se abren los principales edificios de la población, destacando por su trazado y amplitud la plaza Mayor.

Lanzamiento de alpargata. Hace dos veranos se inauguró en el pueblo este divertido concurso en fiestas, consistente en lanzar lo más lejos posible una alpargata con una técnica compleja: abrir las piernas y lanzarla en bucle por encima de la propia cabeza.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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