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El castillo de Mora de Rubielos, un misterio

El alcalde de la localidad, apasionado de la historia y guía ocasional de la edificación, sostiene que hay muestras premasónicas en diversas estancias

El castillo de Mora de Rubielos se erigió en los albores del siglo XIV, con la familia Fernández de Heredia como referencia; es una de las joyas arquitectónicas e históricas de Aragón, y su estado de conservación es envidiable tras diversas reformas. Desde él puede divisarse toda la población: el barrio de Troya, La Cuba, el Aliagarico, Barrio Pajares, Sabandrija, los Masecicos y, en el otro lado del pueblo, los barrios de las Torres, El Plano, San Miguel, Santa Lucía y en la entrada al pueblo, el Palomar.

Del castillo llama todo la atención, desde los sótanos a la coqueta terraza superior. La visita guiada comprende más de 20 estancias en tres plantas, aunque naturalmente también se puede hacer visita libre.

Katia Milkova y Marta Company han enseñado sus dependencias este verano. “A la gente -explican- le llama mucho la atención la época en la que fue cárcel en las guerras carlistas y luego en la contienda civil; están grabados los nombres de algunos presos en la pared. Una vez vino una mujer a la visita guiada para ver el lugar en el que había estado confinado su padre”.

Hugo Arquímedes Ríos Navarro es el alcalde de Mora. ‘Arqui’, como le llaman los íntimos, también ha ejercido de guía del castillo en muchas ocasiones: es un apasionado de la materia. “Me encanta la sonoridad de la capilla, idónea para el canto gregoriano. Este castillo va aparejado a la historia de Mora y a Juan Fernández de Heredia, gran maestre de la Orden de San Juan del Hospital. Consiguió una bula para que los terrenos dejados en el Maestrazgo por los templarios tras su excomunión se quedasen en su familia. Compró Mora de Rubielos a principios del XIV por 260.000 libras barcelonesas, un dineral. Para el castillo trajo a maestros canteros y artistas desde Avignon, lo mejor de lo mejor; ahí puede estar la razón de que haya tantos guiños francmasones en esta edificación”.

La escalera interior de caracol que baja a los sótanos tiene 36 escalones de piedra, cada uno con marcas peculiares. “Las logias masónicas –explica ‘Arqui’­– tomaron forma en Inglaterra en el siglo XVIII, pero hay historia previa con referentes inequívocos. Esas logias tenían en sus orígenes 33 grados. En los tres primeros escalones de nuestra escalera en el castillo de Mora no hay marcas; serían los correspondientes al aprendiz, compañero y maestro. Luego hay 32 escalones con marcas diferentes, que corresponderían a los grados establecidos en la logia para alcanzar la plenitud. Muchas de las marcas coinciden con runas típicas de los países de norte de Europa: el perdón, la obediencia, la compasión… el trigesimoquinto escalón, correspondiente en pura teoría al maestro, tiene una estrella de ocho puntas unida a una cruz, el alfa del nacimiento y la omega de la muerte de Cristo. También se ha planteado la posibilidad de que represente una llave, que da paso al trigesimosexto escalón, la sabiduría y la luz, ya sin marca. Juan Fernández de Heredia estuvo en Inglaterra, ahí puede estar la clave de la teoría protomasónica”.

En el sótano bajo hay más claves. “La planta de la nave y su decoración, con teas a los lados y morfología irregular, se remata con un arco al fondo que parece un altar. La pequeña sala rectangular del fondo tiene cuatro marcas de cantero distintas, y se cierra por dentro. ¿Despensa? No creo”.

Santa María la Mayor, un templo monumental salvado del fuego

A apenas unos metros del castillo, la ex colegiata de Santa María la Mayor constituye el principal referente patrimonial de Mora en el ámbito religioso. Es de estilo gótico mediterráneo, del XIV, y comprende una sola con contrafuertes; de hecho, es el segundo templo del mundo más grande en su estilo y de una sola nave, tras la catedral de Gerona.

En la guerra civil fue polvorín y padeció mucho. “Todos los retablos fueron arrancados y quemados en la calle –recuerdan el alcalde y el propio párroco, el padre Héctor– y dicen los mayores que las maderas estuvieron siete días ardiendo”. Todo lo quemado se repuso, y como afectó al lucimiento realizado a la iglesia en el XVIII –como sigue estando la actual capilla del Pilar– se picaron las paredes y se dejó la piedra a la vista. “Hay un punto de piedra nueva –explica el alcalde– donde estaba el órgano, y los púlpitos de nogal también se quemaron. El coro, que también de madera, fue otra joya que se destruyó en la guerra... al menos se mantuvo la verja; encima hay un campanico gótico del XV, cuya madera fue restaurada el año pasado gracias a la Asociación de la Ex Colegiata. No se si lo sabíais, pero Santa María la Mayor llegó a tener 29 canónigos: fue un templo muy relevante”.

Dato curioso: los arcos de la nave tienen dibujos de dragones en varios puntos. “No se conoce su significado real –explica Arqui– pero se dice que protegen la cripta, que está pendiente de restauración. Y os cuento una batalla dialéctica que tenemos el párroco, Héctor, y yo; en la imagen de la pasión que muestra a la Virgen María y el cristo crucificado, Héctor sostiene que la figura de la derecha es San Juan, aunque haga el gesto de agarrarse la barriga y yo creo que es María Magdalena con el pelo corto”. El párroco hace un gesto concluyente: San Juan. Y donde hay patrón...

Un espacio polifacético que abriga todo tipo de iniciativas culturales

El patio de armas del castillo es un espectáculo en su mismo, no solamente por la exposición de armas bélicas que lo circunda, sino por el hecho de que sirve de escenario para diversas iniciativas culturales a lo largo del año. En el pasado mes de agosto albergó una edición más del festival Puerta al Mediterráneo (cinco noches) y un ciclo de verano con cuatro noches artísticas más, organizado por el Ayuntamiento y en el que se mezclaba la música y el teatro. El castillo fue declarado monumento nacional en julio de 1931; el edificio sigue dándose sus retoques, y hace cuatro años se hizo una última restauración en la galería superior. En la puerta de la capilla hay una imagen de 1955 antes de la reconstrucción de 1972, dirigida por el arquitecto Antonio Almagro; dentro de esta dependencia hay un museo para exposiciones temporales, que alberga ahora mismo una exposición de Máximo.

MORA DE RUBIELOS

Comarca. Gúdar-Javalambre.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 46 kilómetros por la Autovía Mudéjar y la A-232.

Para comer. Restaurantes: El Rinconcico, Lagaso, Masía la Torre, Melanosporum, Mora de Aragón, La Rueda, Pizzería Il Ponticello, El Cortijo, La Carrasca, La Martina. Bares: Fuenjamón, Escalón, El Trébol de Mora, El Botiquín, El Hongo, Jubilados, Caña Seca.

Para quedarse. Hoteles: Jaime I, La Rueda II, Mora de Aragón, La Trufa Negra, Masía la Torre. Apartamentos: La Trufa Negra, El Hortalán, Monte y Playa, El Refugio. Casas: El Pajar del Castillo, 1340, Más de Muñoz.

Un apunte de historia. Por 33 años (1.171 a 1.204), Mora se convirtió en la plaza cristiana más avanzada en la tarea de la reconquista hacia el Reino de Valencia.

De compras. Mora se distingue por sus ‘outlets’ deportivos, empezando por el de Adidas y siguiendo por Only Sport (Nike) o Sportwell. También atraen visitas The Best, Factory Mora y Big Shoe. 

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

 

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