aragón es extraordinario

Túnel molinero del tiempo en La Cañada de Verich

La localidad restauró hace 10 años su molino aceitero y lo convirtió en un interesante museo

La vena emprendedora de Marta Astudillo, profesional de larga trayectoria en el entorno de la comunicación, tiene su materialización en la casa rural Abaric, que abriera hace 15 años en La Cañada de Verich, a 25 kilómetros de Alcañiz. Llegó y se quedó por amor, y ese sentimiento se ha extendido al que ya es su pueblo de corazón; de hecho, centra sus esfuerzos en contar a los cuatro vientos las bondades de una localidad hermosa, apacible y que, como su vivienda de turismo rural, engancha a primera vista.

Uno de los alicientes más brillantes que ofrece La Cañada es su Museo del Molino Aceitero, a pie de carretera. “Abrió en 2011, aunque las obras ya comenzaron a finales de 2010 –explica Marta– y la verdad es que ha quedado muy bien. Tiene los elementos necesarios para una correcta interpretación de la labor molinera, y muchos detalles extra que ayudan a que la visita sea más agradable e interesante”.

El museo tiene su origen en el siglo XVII. En el Archivo Histórico de Protocolos de Alcañiz se cuenta con el documento de capitulación para la realización del edificio, a cargo de Miguel y Sebastián Curamonte y Luis Aguilón, picapedreros de La Codoñera; el legajo está fechado el 1 de abril de 1620. A día de hoy se conserva una prensa hidráulica de principios del siglo XX, que aún funciona; también pueden verse los restos de dos prensas de libra del siglo XVII, hallados durante las obras de rehabilitación. Igualmente están presentes las contrapiernas, piernas y vírgenes de los antiguos torreones. “El molino funcionó hasta 1982, y se restauró gracias a los fondos Leader del Grupo de Acción Local Omezyma, que gestiona estos fondos en el Bajo Aragón y Matarraña, más el aporte del Parque Cultural del Maestrazgo. La musealización corrió a cargo del Departamento de Turismo de la DGA. Hay un pequeño audiovisual que triunfa con los peques, porque explica todo el proceso de manera didáctica y amena”, apunta Marta.

Las explicaciones no dejan detalle al aire, y comienzan en la recolección tradicional con el vareo de los olivos y la recogida del fruto en amplias mantas bajo los olivos, que luego se enrollan. El fruto se vierten en cajas y canastos; antiguamente se transportaba al molino con las caballerías, y allí se efectuaba la limpieza de impurezas y selección de las aceitunas por tamaño: las grandes para mesa, para comer y las pequeñas a la molienda.

La moltura es la parte más espectacular en el museo, porque las explicaciones pueden traducirse en una visión directa del asunto. Un motor que ponía a girar las ruedas de piedra para generar la pasta de oliva que luego se prensaba. Antes se molía aprovechando la fuerza de las caballerías, ‘a sangre’; se repartía la pasta en los capachos y se pasaba a la prensa para completar la preparación, antes de que el primer aceite brote de los capachos prensados; luego pasa a los trujales antes de filtrar, decantar y embotellar.

En el museo se mira y se toca; cuando el motor ajustado a poderosas cintas se pone a mover las piedras de la molienda, la sensación para el profano es impresionante. Al recordar la excelencia del aceite del Bajo Aragón, la siguiente impresión es de pura felicidad.

Vídeo de La Cañada de Verich en 'Aragón es extraordinario'

La nevera, una bóveda del frío que rezuma calidez y elegancia

La ruta de# las Bóvedas del Frío es una iniciativa brillante de la Comarca del Bajo Aragón, que ha puesto el foco en la recuperación de un patrimonio tan llamativo como didáctico. Se trata de la rehabilitación de varias neveras de piedra construidas en la zona durante los siglos XVI y XVII. La ruta comienza oficialmente en Alcañiz y acaba en La Mata de los Olmos, aunque obviamente no es necesario seguirla en el orden estricto: son 127 kilómetros de recorrido que también incluyen paradas en Valdealgorfa, Belmonte de San José, La Ginebrosa, Aguaviva y Calanda.

La nevera de La Cañada de Verich está a las afueras del pueblo, en un camino que se mete de lleno en la zona minera de tierras refractarias que ha caracterizado desde siempre al pueblo. Además, junto a otras ‘primas’ de la zona, ha entrado en el sendero de la declaración de Bien de Interés Cultural, otorgada por el Gobierno de Aragón. Especial desde la propia entrada, se accede por la parte inferior y una grabación ofrece detalles de su historia, a la vez que la lograda iluminación crea un ambiente que va de lo mágico a lo misterioso.

La nevera es un caramelo en el centro del magnífico entorno natural de La Cañada. Hay una ruta senderista circular que discurre por el sureste del término municipal, y que transita por la umbría de la Sierra de Valdobera, para regresar a la localidad por el este de la Sierra de la Ginebrosa; en el camino se pasa por los fantásticos miradores del Cireral.

La ruta discurre por pistas de tierra y sendas, aparte de un breve tránsito por carretera secundaria. Hay mucha sombra gracias a la abundancia de pinos y encinas en el camino, además de contar con un factor aromático gracias al matorral. En los referidos miradores hay un problema serio: demasiadas cosas bonitas para fotografiar, incluyendo el cercano perfil de Belmonte de San José, un pueblo que viene optando a integrarse en la lista de los más bonitos de España. La Cañada, que quede claro, no tiene nada que envidiar en belleza formal a sus vecinos.

Tierra en las suelas

Después de respirar aire puro, mancharse las botas a gusto y extasiarse con la belleza del paisaje, el regreso al pueblo completa la jugada de un día redondo para el paseante. El término municipal de La Cañada de Verich tiene casi 11 kilómetros cuadrados; en ese espacio destacan las minas de arcillas refractarias, destinadas posteriormente a elementos de construcción y en la decoración. La actividad minera comenzó en el pueblo con el siglo XX, primero bajo tierra y después a cielo abierto, y constituyó una fuente de sustento para las poblaciones próximas.

Hay que recordar que La Cañada de Verich es una de las 11 poblaciones de la Comarca del Bajo Aragón que están integradas en el Parque Cultural del Maestrazgo y del Geoparque. En la zona es frecuente la aparición de cristales de yeso y pirita. Para los adeptos a la geología, la aparición de grandes geodas de calcitas y la profusión de calizas amarillas es un aliciente más para marcar La Cañada en los planes turísticos.

Un paseo nutritivo y lleno de ecos históricos por las calles de la villa

El origen del nombre de La Cañada de Verich viene del término latino ‘canna’, en alusión a valle estrecho o valle de torrente; hay que recordar que este término del Bajo Aragón, en la confluencia geográfica del Maestrazgo y el Matarraña, se halla entre los ríos Mezquín y Bergantes. En la villa, que se asienta sobre el monte de Las Fajas, destacan sus calles empedradas, así como la plaza de la Iglesia de San Blas, construida a dos alturas. El palacio que alberga la Casa Consistorial está en ella, y asombra por su majestuosidad; se trata de un edificio calatravo, relacionado posteriormente con la cofradía de san Blas; está construido a tres alturas, en mampostería y cantería. Por otro lado, situada junto a la carretera, está la ermita barroca del Pilar, erigida en el siglo XVIII. También es digna de admiración la Fuente del Regall, situada en un recodo de la plaza de la Fuente, a ras de carretera.

LA CAÑADA DE VERICH

Comarca. Bajo Aragón.

Cómo llegar. Desde Teruel, su capital de provincia, hay 147 kilómetros por la N-420, desvío en Alcorisa hacia la A-225 y otra vez en Aguaviva por la A-1409 hasta destino.

Dónde comer y dormir. El Centro Social es el lugar para reponer fuerzas, y lo gestiona la Asociación Albada. En materia de alojamiento se cuenta en pleno centro de la villa con la Casa Rural Abaric, que acumula 15 años de reconocida trayectoria.

Historia. La Cañada de Verich formó parte originalmente de la donación territorial que Alfonso II hizo a la Orden de Calatrava, y perteneció a dicha encomienda durante toda la Edad Media. En 1491, los Reyes Católicos conceden a la localidad Carta de Repoblación y Felipe II, en 1547, le otorga el título de villa.

Parroquia. La iglesia parroquial está dedicada a San Blas. Hay noticias de un templo ya en 1324, que sufrió una profunda reforma a finales del XVI. Actualmente, la construcción exhibe una arquitectura en sintonía con las iglesias góticas del Matarraña.

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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