Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Cuando desobedecer a los padres resulta beneficioso

Algunos de los hábitos infantiles que los adultos demonizan no solo no son contraproducentes, sino que fortalecen el sistema inmunitario, ayudan a desarrollar una dieta equilibrada y mantienen a raya enfermedades autoinmunes. Si de niño te llevabas el pulgar a la boca, te mordías las uñas, metías tus manos en el puré y escalabas a los árboles, haciendo caso omiso de los gritos de tus padres, estás de enhorabuena. Porque además de buenas reprimendas y algún que otro castigo, ganaste una salud de hierro.

La asepsia extrema y el abuso de productos antibacterianos perjudica la salud
La asepsia extrema y el abuso de productos antibacterianos perjudica la salud
Brian Dewey

Si de niño te llevabas el pulgar a la boca y te mordías las uñas, al llegar a adulto padecerás menos alergias. A esta tajante conclusión llegaron el año pasado Bob Hancox y sus colegas de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) tras realizar un exhaustivo seguimiento de la salud de 1.037 sujetos desde que vinieron al mundo hasta casi cumplir los 40. Los datos revelaron que quienes se chupaban el pulgar y se mordían las uñas a los 5, los 7 e incluso los 9 años, reducían las alergias cutáneas en un 31% frente a quienes no lo hacían. "Se trata de dos hábitos que aumentan la exposición a microbios en la infancia", explicaban los autores en la revista ‘Pediatrics’. Y, según la hipótesis de la higiene, ese contacto temprano con microorganismos previene futuras reacciones alérgicas.

No es que los científicos nos sugieran vivir sin usar jabón, sin ducharnos o dejando que en el polvo invada nuestros hogares. Es la asepsia extrema y el abuso de productos antibacterianos lo que, según sus pesquisas, perjudica la salud. De hecho, un equipo de alergólogos del hospital sueco de Gotemburgo probó que entre los niños que viven en casas donde se lavan los platos a mano y se compra comida directamente de las granjas, los casos de asma, rinitis, conjuntivitis y eccemas en la piel son menos frecuentes. Y no solo eso. Los chavales que crecen en medios rurales y en contacto directo con animales tienen incluso menos alergias que los críos urbanitas, sobre todo si en sus sábanas habitan microbios. Además de que también presentan menos casos de enfermedades autoinmunes como esclerosis múltiple, diabetes y psoriasis.

La aparente paradoja tiene una explicación sencilla: existen ciertos linfocitos, normalmente encargados de responder a parásitos, que alcanzan cantidades desproporcionadas en los niños que viven en ambientes sumamente limpios. Se debe a que solo el contacto precoz con microorganismos permite que el sistema inmunitario tenga las proporciones correctas de células y que aprenda a autorregularse. Los inmunólogos aseguran que los microorganismos con los que evolucionamos los seres humanos cuando vivíamos en contacto con la naturaleza asumieron el rol de poner a punto los mecanismos regulatorios que permiten que nuestras defensas actúen como es debido. Si los eliminamos siendo extremadamente pulcros, el sistema inmunitario se descontrola y ataca a moléculas inocuas (partículas de polvo, por ejemplo) e incluso a células propias. La conclusión es clara: hay que permitir que los niños se ensucien para que crezcan sanos.

A gatear sin límites

La mejor arma para evitar las alergias y los casos de asma en el futuro es más sencilla de lo que imaginamos: dejar gatear y jugar en el suelo a los críos antes de que cumplan un año. Si está un poco sucio, mejor. Es la conclusión a la que llegaron investigadores de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos) tras comprobar que cuando los críos entran en contacto con alérgenos propios de las grandes urbes como la caspa de gatos y roedores o incluso excrementos de cucarachas, su sistema inmunitario se refuerza. Sobre todo si sucede durante los primeros meses de vida.

Vivir en una granja tampoco les viene nada mal a los bebés. Un estudio alemán reciente demostró que en estos entornos rurales los niños conviven con un mayor rango de microorganismos que en cualquier otro medio. Con la ventaja de que cuanto más variopintos son los hongos y las bacterias en nuestro entorno, más se estimula el sistema inmunitario innato. Y eso se convierte en una protección de por vida frente al asma, según Markus Ege, de la Universidad Ludwig-Maximilians de Múnich (Alemania), que espera identificar la combinación exacta de gérmenes con los que entran en contacto quienes crecen entre patos, ovejas y gallinas para desarrollar una vacuna que cause los mismos efectos.

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