Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Por qué las cosquillas me dan risa y desagrado a la vez

La conclusión a la que han llegado los científicos explica también por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos.

Nuestros ancestros les hacían cosquillas a sus hijos para entrenarles sobre cómo reaccionar ante un peligro
Nuestros ancestros les hacían cosquillas a sus hijos para entrenarles sobre cómo reaccionar ante un peligro
Corey Menscher

Cuando alguien te hace cosquillas (o incluso si solo emula el gesto) te sale una especie de risa histérica. Nada placentera, la verdad. Según comprobaron hace poco científicos alemanes de la Universidad de Tubinga (Alemania) se debe a que las cosquillas activan una parte del cerebro que anticipa el dolor. Escáner en mano, comprobaron que si bien todos los tipos de risa activan una zona de la sesera llamada opérculo rolándico, que controla los movimientos faciales y las respuestas emocionales, solo la risa de las cosquillas activa el hipotálamo. Una zona del cuerpo que regula el pulso, la respiración, el apetito, la excitación y la ansiedad. Que funciona como un centro de control que manda señales al resto del cuerpo para activar las reacciones instintivas de lucha o huida. En definitiva, experimentamos las cosquillas como un ataque.

Dicen los investigadores que riendo cuando nos hacen cosquillas intentamos mostrar sumisión para que nos dejen tranquilos. Lanzamos el mensaje: "No quiero pelear". Según esta teoría, nuestros ancestros les hacían cosquillas a sus hijos para entrenarles sobre cómo reaccionar ante un peligro. Eso explica por qué las áreas donde sentimos cosquillas son las más vulnerables (cuello, estómago...). Y por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos: nuestro cerebro sabe a la perfección que somos inofensivos.

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