Que Rembrandt trabajase con pintura al óleo sobre la paleta o que Manet y los impresionistas disfrutasen de las ventajas del tubo de aluminio tiene más importancia de la que parece para el arte. ¿Tanta como para poder contar la historia de la pintura a través de la ciencia? Deborah García Bello nos demuestra que sí en este original reportaje publicado en 'Jot Down'. Entre otras cosas explica cómo influyó un libro del físico Hermann von Helmholtz titulado 'Manual de óptica fisiológica'. "Una de las afirmaciones más sugerentes de Helmholtz era que el color no se encuentra en la naturaleza de la luz, sino en nuestra percepción. También fue él quien descubrió que en la retina solo contamos con tres tipos de pigmentos, localizados en los conos y que limitan nuestra sensibilidad al rojo, verde y azul. Es nuestra mente la que crea el resto de colores. Todo lo que no sea rojo, verde o azul es una invención". Pues bien, los impresionistas usaron estas nociones para pintar no lo que creían ver, sino lo que realmente veían. Y eso supuso una de las mayores metamorfosis de la pintura. Incluso dejaron de usar el negro por considerar que en la realidad no lo hay: las sombras son grises o azuladas, no azabache.

El artículo hace referencia también a la gran revolución que supuso la pintura acrílica para la pintura sobre todo en México. "Cuando la pintura acrílica se seca lo que ocurre es que el agua que contiene se evapora y una vez que esto sucede ya no tiene lugar ningún otro cambio", nos explica Deborah. Su reportaje concluye con la historia de la pintura International Klein Blue (IKB), electrizante y elegante.