SEMANA SANTA

Un encuentro en miniatura

Los alumnos de Infantil del colegio Escolapias de Calasanz procesionaron ayer por los alrededores del centro con tambores y hábitos de plástico

Los niños se vistieron de cofrades, portadores y manolas.
Un encuentro en miniatura
OLIVER DUCH

Nunca antes se había encontrado la Virgen con su hijo en la plaza de San Roque, en un miércoles que no fuera santo y con el acompañamiento del sonido de 150 tambores de plástico. Así es como los alumnos de Infantil del colegio de Escolapias de Calasanz rindieron su particular homenaje a la Semana Santa que está a punto de comenzar. Ataviados con caseros hábitos blancos -de bolsas de basura- y bonetes hechos con cartulina roja o azul, comenzaron a desfilar por los alrededores del centro educativo mientras aporreaban con ganas tambores de plástico. Unos lo hicieron por la calle de Agustín Palomeque y otros, por la de Valenzuela. «¡Están para comérselos!», se escuchaba entre el gentío que se agrupó en torno a los niños para verlos pasar.


Los que llevaban bonete azul fueron los encargados de procesionar acompañando a la Virgen, un paso elaborado por los alumnos más mayores del centro y que portaron durante todo el recorrido cuatro niños de Infantil. Una bonita muñeca de porcelana sujeta a una estructura de cartón descansó en sus hombros, no sin llevar consigo alguna que otra cara de cansancio y un ligero dolor de brazo. Por el otro lado, 75 niños con bonete rojo acompañaron al Cristo -una cruz con claveles blancos a hombros de otros cuatro pequeños-. Incluso había manolas en versión infantil -con peineta, mantilla y vela incluidas- siguiendo de cerca los pasos. «Es la procesión del Encuentro pero en pequeñas dimensiones. Lo mismo que viviremos el próximo miércoles con las cofradías de la Columna y el Calvario», explicaba Félix Romeo, uno de los padres.


El famoso encuentro tuvo lugar en la plaza de San Roque. Allí, los dos pasos se acercaron el uno al otro muy despacito, a ritmo de los tambores de juguete. Estos estuvieron acompañados durante toda la procesión por el sonido real de tambores, bombos y timbales tocados por algunos cofrades -padres y madres, hijos de profesores y personal del colegio- para hacer más real el encuentro. El final de la procesión arrancó el aplauso del público y la sonrisa de sus protagonistas. «Yo soy 'crofade'», decía uno de ellos sin dejar de pegarle al tambor, aunque ya había terminado la procesión.