'¿Dónde he dejado el móvil?', '¿esto ya lo había dicho?', '¿a qué había venido a la cocina?'... Estas son algunas de las preguntas que nos surgen diariamente mientras hacemos las labores rutinarias. Estas 'lagunas' en la memoria que se producen después de llevar a cabo las acciones más frecuentes tienen una explicación neurológica y, aunque se trate de un problema menor que no reviste importancia, es posible reducirlas.

El aprendizaje de tareas está constituido por diferentes fases y el problema puede radicar en cualquiera de ellas. La primera es la retención de la nueva información, para la que se necesita un nivel de atención suficiente. La segunda es la de consolidación, durante la que pueden presentarse fallos al grabar los mensajes. Por último se encuentra la de evocación, que es el proceso por el que recuperamos la información memorizada y que puede presentar algún trastorno.

Qué factores intervienen

Además del envejecimiento fisiológico, que propicia que los procesos cognitivos funcionen de forma más lenta y cueste más trabajo recuperar la información almacenada, hay otros factores que intervienen en estas pérdidas de memoria.

Entre ellos destacan el cansancio o el estrés, que influyen en gran medida en la primera fase afectando a la capacidad de atención, lo que provoca que estemos menos receptivos a la hora de fijar nuevos conocimientos.

En la segunda etapa del proceso, la de consolidación, mediante la cual el cerebro reconstruye los recuerdos recodificándolos en circuitos cerebrales, es esencial el tipo de alimentación. Las nueces, el brócoli, los arándanos, la cúrcuma o el té verde son algunos de los aliados de este órgano. 

Por último, el estado de ánimo es otro de los factores determinantes a la hora de prestar atención a lo que ocurre en nuestro entorno. Estar demasiado ensimismado en los pensamientos es otra de las causas que impide recibir todo la información que aporta el exterior.

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