Pastor de mi tierra
Padre que te has ido,
que me dejas este oficio incomprendido.
Tu espalda quebrada se llevó nuestra economía,
quiera Dios que la ayuda llegue pronto,
nada más me aliviaría.
Dejó el boli a un lado, aterido de frío como estaba, le temblaban las manos, pero no habría sabido decir si por el dolor del recuerdo o una mezcla de ambos. Permitió que el fuego le calentase un momento más mientras recogía la carta en su morral, y se arrebujó en la manta, preparado con gusto para despedirse del dia.
Despertó súbito con el gañido de su Toby, y agarrando su cayado empezó a incorporarse cuando una forma negra, de pelaje áspero, se le vino encima. Interponiendo la madera como pudo la encajó en la dentadura de aquel diablo, y pudo voltearlo hacia el fuego haciéndolo huir entre alaridos y pelaje chamuscado.
La claridad del alba pintaba la desesperación del rostro por la masacre y desbandada del rebaño; midió su rabia a la honda oscuridad de esa cueva de Monegros con tan solo el filo oculto de su cayado.
