Andaba yo en medio de un argavieso, cuando caímos en una jovial riada sin saber nuestro destino. Por el embalse de las Torcas me entero que vamos de manifestación a la capital debido al desinterés que tienen allí por nosotras en comparación con el Ebro. Cruzamos hermosos parajes en Tosos antes que descansemos en Mezalocha y Muel. Vemos vestigios de las aguas de antaño próximas a Zaragoza donde nos recibe el Parque del “Abuelo”. Súbitamente, una densa oscuridad nos asola, al tiempo que afloran nuestros anhelos: “no es justo. Nuestro cauce es pequeño, pero da tanta vida...”. Algún grito extemporáneo y de pronto: ¡la luz!. Las más viajadas nos dicen que estamos en un céntrico barrio zaragozano al lado de un bullicioso colegio. Nosotras a la matraca: ¡no hay derecho!. Sin respiro intuimos un puente, que al cruzarlo nos muestra embarradas compañeras. Ahora entendemos, in ictu oculi: ya somos el Ebro. Así que callamos nuestras voces al convertimos en ciudadanas de primera. Así es la vida.

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