No marches

Te veo partir de Teruel y desespero. Quedaré sola en una ciudad de amor y dolor, leyenda y misterio. Una nave abandonada a su suerte que no tiene un puerto donde atracar. Eterna errante, buscando un lugar donde echar raíces y prosperar. Fría por fuera, cálida y entrañable por dentro.

Proclama en tu viaje que perteneces a un pueblo vencido y agotado, pero que llevas en las entrañas suficientes sueños como para emprender una aventura hacia el futuro. Que tu gente anhela otras vidas, pero son peregrinos incansables que nunca tienen prisa, orgullosos de su historia y defensores de tradiciones ancestrales.

Aquí huele a campo y a sangre. Suena a tambores y silencios sepulcrales. Sabe a hielo seco y a viento arrogante. Donde luce un sol tan escaso como justiciero, en un cielo azul, brillante y puro.

¿Volverás a ver este manto de estrellas? Te esperan lechos de huesos milenarios, calles con nombres del pasado, ecos de fe descolorida. Indignada indiferencia.

No marches, Diego, no marches...

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