Una noche

Montones de luces difusas, pequeñas, multicolores danzan ante él con un ritmo frenético. Poco a poco, la niebla se va disipando y la imagen es enfocada con más nitidez. Nazario, el hijo de Bernardo, el Flaco, no da crédito a lo que ve, un escalofrío recorre su cuello y una descarga de pavor lo mantiene envarado.


Grandes letreros de neón anuncian casinos, teatros, bingos, salas de traga-perras, atracciones, restaurantes, hoteles.


Pasé por aquí ayer, esto... esto es imposible – dice en voz alta, mientras un abanico de agua le pega la ropa a la piel –. No puede ser, como han podido... en una noche.


No es tan difícil – le contesta un hombre bajito con pajarita, manguitos verdes y bigotillo relamido que aparece por detrás de la cortina de agua y que alzando la voz dice: 8 par y pasa.


Pero... algo tendríamos que haber oído. Estamos aquí, al lado, ... y durante la noche. No, no, esto no es posible. Estamos en los Monegros.


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