Algo dentro

Hasta hace bien poco desconocía Aragón. Para mí, era recuerdos de infancia, adoquines que traía mi abuela cuando volvía de visitar a sus primos, interminables sesiones de jotas en el día del Pilar, y claro, Labordeta. A pesar de no haber estado jamás, siempre lo sentí cercano. Quizá tener familia en un lugar, aún lejana y completamente desconocida, confiere un sentimiento de pertenencia a un lugar.


Años más tarde, cuando ya había desaparecido mi flequillo y las sienes jugaban a crear claroscuros, apareciste en mi vida. Guapa, alegre, en un momento de mi vida en que la alegría y la belleza parecían haber desaparecido. Así, aún sin estar, lo voy conociendo viendo con tus palabras esos campos verdes, el Moncayo y sus subidas, el brillo en tus ojos al hablar del Huecha, que ya siento como propio y por supuesto, me muero por comer tus culecas.


Creo que siempre tuve algo mañico dentro, desde ahora una parte de mi corazón lo es. ¿El resto? ¡Siempre tuyo!. Estate segura que pronto iré.