Almogavar de 2013

La fuerte pendiente de la carretera disgregó la meada en múltiples canalillos que se iban abriendo en abanico conforme se alejaban y reverberaban bajo la luz de los faros de mi automóvil. La noche caía fría y rasa en el Pirineo como unas navidades sin compañía. 


En la entrada del túnel de Bielsa un semáforo en rojo montaba guardia impidiéndome el paso, como si el destino quisiera darme otra oportunidad para recapacitar y buscar una alternativa. Sin embargo, no tenía otra opción, ya había quemado todas las naves. Apreté los puños con rabia y lloré por todos los que teníamos que abandonar nuestra tierra y también por los que se quedaban en ella. A mi espalda, Aragón, insensible al sufrimiento de sus hijos, permanecerá en mi ausencia enfangado en su mansedumbre, inconsciencia y castañuelas.


La luz se puso verde cuando el frío ya había calado en mis huesos y, sin girar la vista atrás, me adentré por la boca de la montaña.