¿Por qué tienen que jugar los niños?

Estimularles a través del juego influirá en el desarrollo de su potencial creativo y determinará su manera de enfrentarse a otras experiencias en el futuro.

Los juegos al aire libre estimulan el ritmo, la coordinación y el lenguaje del niño.
Los juegos al aire libre estimulan el ritmo, la coordinación y el lenguaje del niño.
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Para la psicóloga y pedagoga Cinta Alegret Colomé, con el juego, el niño experimenta una sensación de placer que le motiva y le impulsa a la acción. Estimularle a través del juego influirá en el desarrollo de su potencial creativo y determinará su manera de enfrentarse a otras experiencias en el futuro. En definitiva, jugar es tan natural para un niño como respirar, forma parte de su realidad y contribuye a su crecimiento como persona. El juego, además, favorece el desarrollo cognoscitivo del niño. A través de los sentidos, el pequeño capta la información que le ayudará a desplegar todas sus capacidades cognitivas y a crear nuevas realidades. Aprende conceptos, siente curiosidad, inventa, resuelve problemas, desarrolla la flexibilidad. El juego contribuye también, sin duda, a un mejor y mayor rendimiento académico. Pero, ¿cómo se desarrolla el niño a través del juego y cómo podemos contribuir nosotros en ese desarrollo? Cinta Alegret apunta algunas pautas a seguir: Despertemos su creatividad. Para despertar la creatividad del niño podemos hacer algo tan sencillo como proporcionarle algunos objetos que tengamos por casa para que juegue: cajas de cartón, recipientes de plástico, ropa que ya no usamos... Ofrécele diversidad. Los mejores juegos para ellos, los más indicados, son los imaginativos, de palabras, de estrategia y de imitación, sin duda. El juego posibilita su desarrollo social y del lenguaje. A través del juego, el niño expresa la necesidad de comunicarse con su entorno. Necesita sentirse ubicado y aceptado socialmente. Además, experimenta y aprende lo que significa cooperar, controlarse, negociar, turnarse o algo tan básico como respetar las normas. Dale oportunidades para relacionarse con otros niños. Y aprovecha el juego para trabajar con él valores como la paciencia, la tolerancia y el humor. Explícale de forma didáctica el juego y sus normas. Debemos proporcionarle un vocabulario rico y utilizar siempre un tono comprensivo y reconciliador. El juego potencia su desarrollo psicomotriz. A través de la manipulación de objetos (construcciones, plastilina, colores...) se desarrolla la llamada psicomotricidad fina del niño, mientras que movimientos propios de los juegos como arrastrarse, saltar o correr mejoran la denominada psicomotricidad gruesa. Despierta sus sentidos. Ayúdale a inventar y a construir juegos con distintos materiales. Pero recuerda que siempre ha de ser él quien dirija la acción. Organiza un espacio que sea estimulante. Un espacio para jugar que sea seguro y adecuado a sus necesidades, en el que tenga absoluta libertad de movimiento. Recupera los juegos al aire libre. Juegos como la rayuela, la comba, las canicas... estimulan el ritmo, la coordinación, la concentración y el lenguaje de los pequeños. El juego es básico para su desarrollo emocional. El niño descubre sus propias emociones y las de los demás (enfado, alegría, sorpresa, rabia...). El juego le ayuda a construir su personalidad y a potenciar su autoestima y seguridad. Observa al niño cuando juegue. Sus gestos, sus intereses, su lenguaje, nos ayudarán a descubrir sus preferencias y necesidades. Participa de vez en cuando en sus juegos. Si lo hacemos, les estaremos ayudando a tener confianza y a estrechar vínculos. Eso sí, respeta siempre sus iniciativas y responde positivamente a sus llamadas. Deja que se aburra de vez en cuando. Es entonces, cuando se aburre, cuando se pone en marcha su imaginación. Dale la posibilidad de conocer y disfrutar de la cultura en todas sus manifestaciones: música, pintura, danza, teatro, literatura infantil... Te lo agradecerá.

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