En los versos está su mundo

Benjamín Prado publica un poemario de la madurez lírica: ‘Ya no es tarde’.

El poeta Benjamín Prado.
En los versos está su mundo
Heraldo / Efe

Llega la belleza en forma de poema, el universo en forma de texto que resume lo que es y ha sido el escritor Benjamín Prado, poeta, novelista, ensayista, es decir, un traductor de muchas voces, un amanuense de ese mundo de las letras que se hace y se deshace en cada momento.


El poeta dice mucho en este libro sobre sí mismo, sobre sus lecturas, porque hay un espíritu autobiográfico en cada verso, una mirada al mundo, a lo que él considera importante. Los poemas están adornados por la cultura, por las lecturas que han sido su recipiente principal, donde ha anidado un universo propio, como los titulados ‘He aprendido a nadar en los libros de Conrad’ o ‘Mi nombre es Anna Ajmátova’.


Son poemas que nos hablan de ese afán de identificación, de hacer de su época la de otros, de aunar diferentes voces en una sola, con el afán de estar más vivo a través de la poesía, de ser más sensible para entender un mundo que siempre se deshace en pedazos y que debemos reconstruir en cada momento.


El título del libro es casi una confesión: ‘Ya no es tarde’ (editado impecablemente por Visor), porque Prado nos habla de esa fuerza de la palabra para conciliar el yo, que produce monstruos, con el otro, que, en la desconfianza implícita de su propia existencia, es ajeno a nosotros, vive el enigma de su propia vida y quiere entender al otro. Prado nos dice que el mejor cauce es la poesía, porque allí nos reconciliamos con el ser humano que llevamos dentro.


Espléndidos poemas, los que laten en cada página de este libro, donde también respira el mundo de los demás, el hombre comprometido que siempre ha sido Prado. Hay un poema del libro que puede servir para ejemplificar este ejercicio de fe ante la palabra, este esfuerzo por amar el lenguaje, como si en él latiese el mundo. Me refiero a ‘Nunca es tarde’. Se trata de un poema muy vivo, que expresa todo lo que siente el escritor, ese afán de renacer de nuevo, de hacer tabla rasa de lo vivido para convertir la vida en un ejercicio de supervivencia en cada instante, donde la fe (ante lo que le rodea) siga estando, sin trascendencia, simplemente en el afán de existir:


"Nunca es tarde para empezar de cero / para quemar los barcos, / para que alguien te diga: / yo solo puedo estar contigo o contra mí / Nunca es tarde para cortar la cuerda, / para volver a echar las campanas al vuelo, / para beber de esa agua que no ibas a beber / Nunca es tarde para romper con todo, / para dejar de ser un hombre que no pueda / permitirse un pasado".


Es la primera parte del poema, pero ya nos dice mucho, siempre podemos volver a recomponer los espacios de ese laberinto, siempre podemos vivir lo que no hemos vivido por miedo, amanecer en un lugar distinto al habitual, ser lo que no hemos sido y no por ello ser peores, sino distintos y, a la vez, comportarnos éticamente ante la vida.


El poema termina diciendo: "Es así, tan sencillo de explicar: -Ya no es tarde / y si antes escribía para poder vivir, / ahora/ quiero vivir / para contarlo".


Sin duda alguna, Benjamín Prado -poeta, narrador, escritor de aforismos, colaborador de radio- ha llegado a una madurez donde la existencia siempre es el instante, donde lo que sale de dentro debe vencer a toda pose.


Lo que nos regala el mundo, ese inmenso tesoro de respirar, debe de ganar la batalla a lo que tenemos, a lo que nos explica a través de posesiones materiales que, en realidad, no valen nada. Esta declaración de amor a las emociones hace de este libro uno de los más bellos del autor y de todo un testimonio de madurez vital y de talento ante la escritura, clara y transparente, como el mundo de su autor.